Les recomiendo encarecidamente que lean o relean la magistral autobiografía de Stefan Zweig, El mundo de ayer. Especialmente, su relato sobre los primeros quince años del siglo XX en Europa. Da mucho que pensar en medio de la pesadilla que estamos viviendo 100 años más tarde. 

No se recuerda desde el final de la II Guerra Mundial un encadenamiento de circunstancias tan destructivas. En la primera mitad del 2016, Europa, en su doble condición de proyecto unitario y de sujeto político internacional, se ha debilitado más que en los 50 años anteriores.

El panorama es estremecedor. La Unión Europea sufre la mutilación de uno de sus miembros más importantes y el Reino Unido entra en un rumbo errático que puede conducir a su fragmentación como Estado. Francia se convierte en el escenario preferente del terrorismo yihadista mientras en su interior la extrema derecha se consolida como primera fuerza. Italia está al borde de la quiebra de su sistema financiero, lo que puede llevarse por delante al gobierno de Renzi, que es lo único sensato que queda en el sistema político de ese país. España lleva 9 meses sin gobierno –y lo que nos queda– y padece la amenaza de escisión de su región mas rica, culta y cosmopolita. Toda Europa contempla impotente el surgimiento de una nueva internacional de los nacionalismos, impulsada por discursos populistas –de derechas en el norte o de izquierdas en el sur– que tienen en común atacar a la yugular de la democracia representativa.

España lleva 9 meses sin gobierno y padece la amenaza de escisión de su región mas rica, culta y cosmopolita

Y por si faltara algo, un alocado intento de gorilazo militar en Turquía: ese país con cuya vergonzante colaboración la UE había creído contener la invasión de los refugiados. Ese país que es a la vez candidato a ingresar en la Unión Europea y sostén del inestable equilibrio en la zona más conflictiva del mundo. Ese país cuyo ejército golpista forma parte de la OTAN. Ese país con un presidente que, contando con la permisividad de todos, venía ya desarrollando un golpe de Estado a cámara lenta para transformar la democracia en una autocracia islamista (un plan que este intento de golpe le permite acelerar). A partir de hoy, los días de Turquía como democracia están contados. 

El Brexit no sólo es una cornada mortal a la unidad de Europa; además, altera muchos equilibrios geoestratégicos. La UE no sólo pierde a su segunda economía y a uno de sus miembros con mayor peso político: también a una de sus dos potencias nucleares y a uno de sus dos miembros permanentes con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pierde a su ejército más poderoso y a su servicio de inteligencia más experimentado y competente. Bruselas pierde su enlace más sólido con Washington y Estados Unidos pierde a su socio más fiable dentro de la Unión Europea. 

El gran beneficiario de esta debacle europea es otro autócrata, Vladimir Putin

El gran beneficiario de esta debacle europea es otro autócrata, Vladimir Putin. En su obsesión por reconstruir el imperio soviético y equipararse a Estados Unidos y a China como gran potencia mundial, este exjefe de la KGB lleva 16 años intentando desestabilizar a Occidente por todos los medios. No ha cesado de intimidar a sus vecinos, socavar la unidad atlántica y desafiar provocativamente al orden internacional posterior a la caída del Muro de Berlín. 

Como ha escrito Andrew Foxwall en The New York Times, los 17,4 millones de británicos que votaron por el Brexit hicieron en un día lo que Vladimir Putin no había logrado durante década y media. 

Hay que recordar que el Reino Unido era el más enérgico defensor de las sanciones a Moscú por su belicismo expansionista hacia Ucrania y sus países vecinos. En su ausencia, lo tendrán más fácil aquellos países europeos que buscan una excusa para levantar las sanciones y fortalecer la relación bilateral con Rusia. El acuerdo de Minsk, que sujetó la pulsión anexionista de Putin, es hoy más frágil. Cuando decaiga la presión, la UE habrá levantado de hecho la barrera para que Rusia pueda intervenir impunemente en cualquiera de los territorios que alguna vez fueron sus satélites. 

Putin es el principal impulsor de la marea nacionalista y populista en Europa occidental: el 'efecto dominó' tras el Brexit cuenta con su simpatía y con su apoyo material. Se ve de lejos la complaciente generosidad con la que el líder ruso ampara e incluso financia a los grupos eurófobos y secesionistas de toda Europa. 

El Frente Nacional de Le Pen ha recibido cuantiosos créditos de bancos rusos desde 2014

El Frente Nacional de Le Pen ha recibido cuantiosos créditos de bancos rusos desde 2014. El Kremlin alimenta política y económicamente a partidos nacionalistas de extrema derecha como el Jobbit en Hungría, el Partido Popular eslovaco o Ataka en Bulgaria. 

En los últimos años, aprovechando el estado de confusión política y la debilidad económica de la Unión Europea, Putin ha restablecido la autocracia en Rusia, ha frenado mediante amenazas el ingreso en la OTAN de países de la antigua órbita de influencia soviética, ha fortalecido su poderío en la zona mediante la Unión Euroasiática y ha adquirido máxima influencia en Oriente Próximo. Su estilo autoritario de gobierno es admirado y envidiado por muchos de sus colegas del este de Europa, empezando por el eurófobo y semifascista Viktor Orban de Hungría. 

Mientras tanto, aquí seguimos girando en nuestra rosca. En Argentina hablan de “la rosca política” para referirse a ese invernáculo en el que 5.000 personas dedican 15 horas diarias al ejercicio conspiratorio, circular y obsesivo, desconectado de la realidad, que nunca cesa; antes ocurría en los cenáculos del poder y ahora transcurre por los teléfonos móviles. Si usted hace o recibe más de cinco conversaciones diarias, o envía y recibe más de 10 whatsapps diarios sobre la investidura de Rajoy o sobre el último enredo de Mas y los suyos, es que está montado en la rosca.  

Si Europa se descuajeringa por el Brexit o por la debacle del sistema financiero en Italia, si se intenta un golpe de Estado en el lugar más sensible del planeta o si hay un atentado salvaje en algún lugar próximo, se tira de archivo para emitir un comunicado plagado de lugares comunes y se regresa rápidamente a la rosca, no sea que contando muertos nos hayamos perdido algo importante. Nada es más adictivo ni más inútil ni más embustero que la rosca política. 

Los igualmente mediocres dirigentes de Catalunya mantienen inacabables debates bizantinos sobre las distintas modalidades de suicidio colectivo

Pero lo cierto es que mientras en el corral hispánico cuatro políticos mediocres son incapaces de dar un gobierno al país, castigando a los ciudadanos a votar una y otra vez hasta que lo hagan según sus conveniencias; mientras los igualmente mediocres dirigentes de Catalunya mantienen inacabables debates bizantinos sobre las distintas modalidades de suicidio colectivo, Europa se cae a pedazos y Putin lo sabe y sonríe. Esta generación y las siguientes tendrán tiempo de sobra para lamentarlo.