Susana Díaz puede estar tranquila y dar por hecho que tendrá el apoyo de Ciudadanos si, tras el 2-D, necesitara de sus votos para ser investida de nuevo presidenta de la Junta. Albert Rivera ha dicho lo contrario, es decir, que “la señora Díaz y el PSOE no van a gobernar con los votos de Ciudadanos. Es hora de un cambio y ese no puede ser otro gobierno socialista”.

¿Entonces? A base de desmentirse a sí mismo con una rapidez pasmosa, el líder de los naranjas se ha convertido en un hombre cuya palabra cotiza a la baja en el espectro político. Cierto que no es el único maestro en el arte de decir una cosa y hacer la contraria. Hay otros muchos, pero la hemeroteca no engaña. Es, sin duda, el campeón de las contradicciones consigo mismo.

¿Recuerdan 2015? Andalucía fue el primer lugar de España en el que la ola naranja emergió con fuerza. Consiguió nueve diputados y se convirtió en la llave que abrió a Susana Díaz la puerta del palacio de San Telmo, después de haber dicho durante meses que nunca lo haría.

Usó como coartada para su apoyo a los socialistas de Andalucía el pacto de legislatura que firmó con Cristina Cifuentes en la Comunidad de Madrid y poder así erigirse en garante de la gobernabilidad allá donde hiciera falta, gobernara la derecha o la izquierda. En cuestión de meses pasó de bestia negra del bipartidismo a aliado del mismo. Lo nuevo en auxilio de lo viejo.

A base de desmentirse a sí mismo con una rapidez pasmosa, el líder de los naranjas se ha convertido en un hombre cuya palabra cotiza a la baja en el espectro político

Nadie como él para modular los discursos y convertirse, según palabras de Rajoy, en el “aprovechategui” de la política española. Precisamente de Rajoy, pero también de Pedro Sánchez, dijo antes de las elecciones de diciembre del 2015 que jamás le apoyaría para la Presidencia del Gobierno. ”No vamos a firmar un pacto de legislatura", "no queremos que sigan los mismos" y "nunca lo van a hacer con nuestro apoyo" fueron entonces palabras suyas.

En febrero del 2016 firmó con gran solemnidad en el Congreso un pacto de investidura con Sánchez para hacerle presidente del Gobierno, pero fracasada la investidura del socialista y convocadas de nuevo elecciones generales para el 26 de junio del mismo año, dio por finiquitado su entente con el PSOE y fue endureciendo su discurso contra Rajoy pero también contra Sánchez.

Tras los comicios le faltó jurar por la bandera y por el himno que no apoyaría ni con una abstención la hipotética investidura de Mariano Rajoy. Y lo dijo en estos términos: ”Los votos de Ciudadanos no van a apoyar a quien pactó con Bárcenas. Hablaré con el PP pero no con quien cobró de Bárcenas”.

Durante semanas albergó la posibilidad de que Rajoy se echara a un lado e insinuó que daría apoyo a un Gobierno del PP sólo si Rajoy se echaba a un lado y daba paso a otro candidato de sus propias filas para impulsar la regeneración política de la que siempre hizo bandera. Lo que pasó después es sobradamente conocido por todos: Rajoy vivió en La Moncloa con los votos de Ciudadanos.

Así pues, lo dicho. Díaz y el PSOE andaluz pueden estar tranquilos con la palabra de Rivera.