No siempre fueron capaces de compartir el mismo espacio. No digamos ya cruzar una conversación ni tan siquiera protocolaria o de pasillo. No hace tanto que se detestaban mutuamente, pero el tiempo en política, como en el amor, debe curarlo todo. González y Aznar juntos en charla animada intercambian reflexiones sobre la capacidad de alcanzar consensos, sobre la insoportable levedad de quienes les sucedieron en el nuevo tiempo político y sobre el “bipartidismo imperfecto”. ¡Qué tiempos aquellos de alternancia, aunque no fuera pacífica!

España ―mejor dicho, los actuales líderes políticos― no saben cómo salir del laberinto en que ellos mismos nos han metido. Será porque la pureza ―o la palabra dada― y la eficacia no siempre marchan de la mano en la cosa pública. ¿Quién no se ha desdicho de sus posiciones iniciales? No hay uno que pueda hacerlo. Y aunque Rivera ha sido el caso más palmario, Sánchez, Iglesias y Casado tampoco están inmaculados.

Pero una cosa es eso y otra que los expresidentes González y Aznar se lamenten de que la actual política de bloques premie a los extremos, sin recordar que los tiempos de centralidad que ambos añoran a quienes beneficiaban sobre todo era a los nacionalismos que ellos mismos engordaron legislatura tras legislatura en función de cómo fueran de precarias sus mayorías.

Decir ahora que en el bipartidismo se gobernaba siempre buscando la centralidad" es tanto como negarse a sí mismos y sus trayectorias, además de exigir para los de ahora algo de lo que ellos fueron incapaces durante el tiempo que estuvieron en la primera línea

Ahora resulta que la parálisis actual puede poner fin a décadas de éxito de la economía y la estabilidad del país. ¡Qué frágil es la memoria y qué rápido el olvido! España estaba al borde del precipicio institucional y económico antes del bloquismo. Tan sencillo como recuperar la hemeroteca. ¿Acaso ha olvidado Aznar lo que decía cuando gobernó Zapatero? ¿Es probable que González haya borrado de su disco duro lo que pensaba de Rajoy y sus gobiernos? No hace falta tampoco recurrir a las opiniones que ambos sostenían en público sobre las políticas de sus contrarios porque la crítica para con los suyos era igual de prolija.

Decir ahora que en el bipartidismo se gobernaba siempre buscando la centralidad, que los actuales líderes están a punto de estropear lo que siempre ha funcionado o que urge hacer políticas “pactadas y de consenso” a modo de “grandes coaliciones” es tanto como negarse a sí mismos y sus trayectorias, además de exigir para los de ahora algo de lo que ellos fueron incapaces durante el tiempo que estuvieron en la primera línea.

Salvo, claro está, que Aznar pretendiera con su alocución indicar a Casado el camino de la abstención para desmentir que los socialistas sean menos sectarios que la derecha cuando se trata de apuntalar la estabilidad del país. Si era ese el mensaje que lo diga alto y claro. La investidura de Sánchez estaría resuelta en ese caso. Otra cosa sería lo que durase ese Gobierno de mayoría exigua. El PSOE ya demostró, en 2016, que quien se mete en política ha de estar dispuesto a pactar hasta con el diablo. ¿En 2019 le toca al PP de Casado? Los expresidentes han hablado… y no por separado, sino en una demostración de su actual buena sintonía. Nunca es tarde si…