Quienes conocen bien a Pío García-Escudero saben que al presidente del Senado le gusta más una corrida de toros que la política, a la que llegó, no de la mano de Rajoy, sino de la de José María Aznar allá por 1987, cuando lo nombró director general de Patrimonio y Promoción Cultural en la Junta de Castilla y León.

Y quienes lo conocen bien saben también que Mariano Rajoy más que un favor le ha hecho una perrería con la decisión de designarle presidente del PP en sustitución de Cristina Cifuentes tras el escándalo del máster y el vídeo en el que la expresidenta regional aparecía robando en un supermercado unas cremas de 40 euros. Hace años que se borró de la política y de los medios y a lo más que aspiraba era a acabar su segundo mandato como presidente del Senado, y a disfrutar de un retiro dorado a partir del 2020 para cuando ya habrá cumplido los 68 años.

En realidad, para Pío García-Escudero, poco amigo de conciliábulos y conspiraciones internas, la Cámara Alta siempre fue el balneario soñado dentro de las procelosas aguas de la política madrileña, y mucho más teniendo en cuenta cómo se las gastan los populares entre ellos y cuánta basura flota desde hace dos décadas por sus alcantarillas. Dossieres, espionajes, chantajes, gestapillos…

¿Recuerdan aquella impactante entrevista de Manuel Cobo allá por 2009 en El País con la que retrató al equipo de Aguirre? Esto dijo: "Vinieron a por Pío [García-Escudero], y yo no hablé porque no era de Pío; vinieron a por la tele y yo no hablé porque no era de la tele; vinieron a por la Cámara y yo no hablé porque no era de la Cámara; vinieron a por Ifema y yo no hablé porque no era de Ifema; vinieron a por la Caja y yo no hablé porque no era de la Caja; vinieron a por Rajoy y yo no hablé porque no era de Rajoy; vinieron a por el PP y yo no hablé porque no era del PP... Vinieron a por España".

El nombre de García-Escudero pasó a la historia como el del hombre que confirmó desde el PP la autenticidad de los papeles de Bárcenas 

En efecto, Aguirre fue a por García-Escudero y lo logró en 2004 al hacerse con la presidencia del PP de Madrid. Y desde entonces, el presidente del Senado se ha dedicado a disfrutar de los viajes institucionales y de las corridas de toros. Su mayor obsesión: pasar desapercibido. Ni una entrevista, ni una conversación de pasillo, ni una reunión en la que se le pudiera atribuir la más mínima conspiración.

Sería, no obstante, en 2013, con la publicación de los papeles de Bárcenas, cuando decidió definitivamente salirse del foco más que para presidir las sesiones del Senado, y no volver a hablar jamás con un periodista. La decisión la tomó después de que en conversación con un redactor admitiera la veracidad de los papeles de Bárcenas. Concretamente, de una anotación sobre un préstamo de cinco millones de pesetas que en el verano del 2000 le entregó a él el partido para rehabilitar su vivienda habitual, tras un atentado de la banda terrorista ETA que destrozó el inmueble. El préstamo fue devuelto en pagos de un millón de pesetas que también aparecían en la contabilidad B, pero el nombre de García-Escudero pasó a la historia como el del hombre que confirmó desde el PP la autenticidad de los papeles de Bárcenas mientras aquellos días Cospedal y otros dirigentes se desgañitaban por los medios diciendo que aquello no eran más que unas simples fotocopias que carecían de valor. Ese día García-Escudero desapareció para siempre del foco. Nunca más volvió a hablar con un periodista ni a asomar la cabeza por ningún mentidero de la Villa.

Ahora Rajoy lo devuelve al foco para limpiar la fosa séptica del PP madrileño. Pero él seguirá escondido, de perfil y sin más iniciativa que la de cumplir las órdenes que le indiquen desde el PP nacional. Por eso ha sido elegido y por eso el mayor elogio que siempre se escuchó de él entre sus correligionarios es que “no limpia, pero no macha”. Así seguirá…