En el PP son más de callar que de hablar cuando se trata de trapos sucios. Los propios, claro. Y acumula tantos que el silencio es atronador. Da igual que afecten al partido en Madrid, en Valencia o a nivel nacional. Todo son asuntos del pasado o comportamientos indecentes de gente que se aprovechó de las siglas para enriquecerse, pero ya no está en el partido.

La versión oficial sobre las decenas de casos de corrupción que han hecho del PP un partido que, en palabras de varios autos judiciales, actuaba cual “organización criminal” para vaciar las arcas públicas, llenar las de la calle Génova y forrar de millones los bolsillos de algunos de sus más “ilustres” inquilinos, es que todo esto está electoralmente amortizado.

Con casi 50 causas judiciales abiertas en los tribunales, decenas de dirigentes imputados y varios chivatos dispuestos a confesar el latrocinio a cambio de una reducción de las penas que pide para ellos la Fiscalía, el espectáculo promete porque el santo y seña, como en todo partido en decadencia, ya es el ¡sálvese quien pueda!

Empezaron los conseguidores, siguieron los comisionistas y ya han entrado de lleno los dirigentes. Primero el “megapijo” de Ricardo Costa y luego el indecente —y aquí no es necesario el presunto— de Francisco Granados. Aguarden a que lo haga Ignacio González. Será cuestión de tiempo, pero los “capos” disparan a bocajarro y les da lo mismo llevarse por delante a Aguirre que a Cifuentes. Donde esté un compañero de partido, que se quiten los enemigos.

El santo y seña, como en todo partido en decadencia, ya es el ¡sálvese quien pueda!

Rajoy no sabe lo que le espera. ¡Vaya tropa! Si ya lo dice el refranero, que a perro flaco todo se le vuelven pulgas, que es lo mismo que decir que la desgracia se ceba con los abatidos. Y el presidente es uno de ellos. El hombre no levanta cabeza: que si la corrupción, que si Catalunya, que si el 155, que si Rivera, que si las encuestas… No gana para disgustos. Y eso que él trata de distraerse con una charleta en el As sobre la Selección y las posibilidades de la Roja y los competidores que tendrá en Rusia.

Siempre es mejor hablar de fútbol que de política y del pasado glorioso de Iniesta que de cómo compitió el PP en pasadas elecciones. Si la comisión antidopaje hubiera tenido competencias en los comicios españoles, el PP no habría concurrido a uno desde hace lustros, y hoy España sería otra.

El caso es que el PP ha entrado en barrena y parece que acusa severamente la falta de velocidad mínima para mantener el vuelo. Ya no es que nadie ofrezca explicaciones sobre algo, sino que entre el Gobierno, el partido, los barones y los cargos ha empezado una pelea discreta por el sálvese quien pueda que irá in crescendo a medida que avance la actividad judicial y Ciudadanos siga disparado en las encuestas.

La secuencia se repite en cada fin de ciclo. Y estamos ante uno de ellos. Primero se culpa a la comunicación política, luego a la falta de empatía de los ministros y por último al liderazgo. Ya están en ello. Todo menos reconocer el fracaso o la ausencia de proyecto. Lo siguiente, como ocurrió con Zapatero en 2011, es que los barones veten su presencia en los territorios en las próximas autonómicas. Tiempo al tiempo.