Cuenta la leyenda que cuando Zapatero pidió a Manuel Chaves nombres de mujeres andaluzas para encabezar las listas provinciales al Congreso de los Diputados en 2004, “el bueno de Manolo” sabía perfectamente lo que enviaba a Madrid desde su gabinete para las circunscripciones de Córdoba y Málaga: Carmen Calvo y Magdalena Álvarez. Ambas fueron nombradas, después, ministras. Cultura y Fomento fueron sus respectivas carteras. Ninguna de las dos sobrevivió el primer mandato, si bien sólo Calvo sigue en la primera línea por obra y gracia de Pedro Sánchez.

Ella, que fue “cocinera antes que fraila” (sic), se ha referido ahora a su primer mentor como “el ciudadano Chaves”, una expresión que viene a tener la misma interpretación que cuando Rajoy se refiere a  Bárcenas como a “ese señor del que usted me habla”. Con ambas expresiones se trata de poner distancia.

Hace tiempo que el PSOE de Sánchez decidió cultivar el olvido con según qué socialistas. Chaves y Griñán fueron de los primeros, antes incluso de que fueran imputados por la jueza Alaya en el caso de los ERE. La bochornosa competición que el secretario general de los socialistas y la propia Susana Díaz libraron en público para ver quién de los dos era más exigente a la hora de ajustar cuentas con el pasado y más valiente con la regeneración política convirtió de un plumazo a dos expresidentes del partido y de Andalucía en auténticos proscritos en el “nuevo PSOE”.

Que Calvo hable con desdén del “ciudadano Chaves” es mucho más que un intento de olvidar el pasado

Con el tiempo, Díaz purgó aquél pecado, más con Griñán que con Chaves, al que se le atribuye aquella frase que espetó por teléfono al primero: “Pepe, Susana nos ha matado, es como si nos hubiese clavado un puñal”. Para entonces ya llevaban varios a sus espaldas. Así que cuando la presidenta andaluza le telefoneó para templar gaitas, días después de anunciar en público que les exigiría sus escaños en caso de ser imputados, Chaves nunca aceptó sus disculpas.

Ambos están curados y escarmentados. Saben lo que pueden esperar y de quién en su partido. Y se pueden contar con los dedos de una mano quiénes han estado a su lado en los peores momentos. Las palabras de Carmen Calvo no pueden causar más dolor del ya acumulado por ambos, que tuvieron sin duda una responsabilidad in vigilando en la aplicación de un procedimiento administrativo que algunos utilizaron para forrarse y beneficiar a sus amigos, pero ninguno de ellos metió la mano en la caja ni para su enriquecimiento personal ni para financiar el partido. Por mucho que algunos traten de establecer paralelismos con la Gürtel, la Púnica o Lezo, cualquiera que los conozca sabe que viven exclusivamente de su jubilación y que no tienen más propiedad que sus viviendas habituales. La justicia determinará si han de asumir o no responsabilidades penales, pero que Calvo hable con desdén del “ciudadano Chaves” es mucho más que un intento de olvidar el pasado, es una ofensa inaceptable, una patada en el estómago no sólo para el expresidente, sino para miles de socialistas que saben de la integridad de quien llevó a Calvo a la política, y hoy es insultado y tratado como si fuera el mismísimo Bárcenas. Una más de cómo el socialismo perdió el respeto por sí mismo y por su historia reciente.