Qué espanto en el Camp Nou para acabar el año. No hay nada sobre el césped que evoque buen gusto, determinación, virtuosismo, eficacia. Jan lo ve, que de tonto no tiene ni un pelo. Desde hace días que se da cuenta de que estamos en un pozo negro y es muy normal que esté de los nervios. Desesperado. Hay gente que engorda en estas circunstancias. Es sintomático.

El espectáculo de ayer justificaba acabar las existencias de Cristal para hacer pasar el mal rato y ahogar las penas, Jan. Bebe y olvídalo, para acabar rendido escuchando un bolero, quemando los últimos cartuchos.

El Barça de Xavi ni de casualidad es mejor que el de Koeman. Si continúa así, eso del dicho de las segundas partes le irá a Jan como anillo al dedo.

Y es una pena, porque si hay un presidente que haya sublimado el Barça es él precisamente. No se merece esta debacle. La herencia de Bartomeu era devastadora. Pero este año tampoco parece el de pasar página. Jan hoy parece impotente para levantar el listón. Más bien parece que quiera pasar por debajo. Y sobra decir que ir flirteando con la idea rocambolesca de recuperar a Messi no ayuda precisamente a proyectar un nuevo Barça.

Santa paciencia la de un barcelonismo que parece resignado y que tiene que encontrar en la grada un ánimo que en el césped del Spotify brilla por su ausencia a pesar de las múltiples palancas para levantar un proyecto que ayer volvió a quedar retratado sin remedio

Ir al Spotify es una penitencia. En un campo que no ha emanado nunca la pasión de Anfield ni nada parecido, lo mejor está ahora en la grada, con diferencia. Con los timbaleros alineados en el Gol Norte tratando de animar unos partidos soporíferos, mediocres de solemnidad. Al menos alguien que parece pasárselo bien. Incombustibles. Porque ayer era para tirar los timbales al fuego.

Con los cánticos, la parroquia parece haber encontrado la forma de hacer pasar el aburrimiento para amenizar la estancia. Y parece tan resignada que, a pesar del peor juego que se recuerde, no saca ni un pañuelo blanco para protestar. Porque encima del césped la insolvencia es de tal magnitud que no hay por dónde cogerlo. Quizás por eso todavía se pretendía que el culpable de este espectáculo sórdido en el terreno de juego fuera Mateu Lahoz, como chivo expiatorio de tan poco ánimo. Una banda.

El Espanyol llegó una vez al área de Ter Stegen, suficiente para forzar un penalti y empatar. Y mira que parecía una tarde redonda para mantener la comedia. Luminosa, de sol radiante, para reivindicarse los Ansu Fati y compañía. Y más cuando a los cuatro minutos ya ganábamos. Un espejismo. Es imposible. O bien porque Xavi no sabe más, o más bien porque el Barça tiene la plantilla más mediocre —a pesar de seguir siendo la más onerosa— que se haya podido perpetrar. Y un equipo que no se sabe a qué juega, si es que juega a algo más allá de ir reivindicando como un mantra el estilo Barça que ahora ya es sinónimo de juego inofensivo y vulgar. Ir tocándola sin sentido e ir reivindicando una posesión tan estéril como infumable.

Ni los de la casa dan la talla ni los de fuera —Lewandowski y Ter Stegen como excepción— hacen algo que justifique el sueldo que perciben. Ni mucho menos lo que costó ficharlos. Dembélé es un fraude. Ferran Torres, un pongo pornográfico de Guardiola. Por algo nos lo endosó. Como cedido se podría entender. Pero es que el Manchester nos hizo pagar las ganas. Más de medio centenar de millones. Ansu Fati podría ser titular solo en este Espanyol inofensivo. Pedri y Gavi hicieron ayer un partido indigno para todo lo que se espera de ellos. Eric Garcia es otra engatusada espectacular del maestro Guardiola para hacer caja en el City y para hundir al Barça. Busquets hace días que habría tenido que ser objeto de un homenaje y si quiere seguir haciendo caja, que haga como Iniesta o que le pague la fiesta algún emir. Y Jordi Alba que se haga expulsar en cada partido, se jugó con diez mejor que con once, que decía Helenio Herrera.

Santa paciencia la de un barcelonismo que parece resignado y que tiene que encontrar en la grada un ánimo que en el césped del Spotify brilla por su ausencia a pesar de las múltiples palancas para levantar un proyecto que ayer volvió a quedar retratado sin remedio. Y si ni Jan está para levantar este desastre que Nuestro Señor nos coja confesados este 2023.