Estimado A., no te tendría que poner triste —ni mucho menos te tiene que dar rabia— que la mayoría de la gente prefiera vivir dormida, que dices tú. El hecho de que te sientas especial no te tiene que hacerte sentir superior ni te tiene que hacerte sentir culpable. Imagínate cómo sería el mundo si todo el mundo quisiera ir a la suya y se pasara el día hurgando en las costuras de las costumbres y de las ideas establecidas. Hace falta que mucha gente esté dispuesta a mantener una base de seguridad para que las personas más despiertas puedan explorar el mundo y hacer sus experimentos.

Para vivir tranquilo, la única cosa que tienes que hacer es no obstaculizar el camino de los otros y tratar de dar a cada uno la oportunidad de hacer su papel de la manera más alegre y más artística posible. A veces tendrás la tentación de abandonar, de ser como esta mayoría que tú dices que duerme y probarás de cerrar los ojos y de dejarte llevar  por la corriente con la esperanza de desaparecer. Otras, tendrás la sensación que tu libertad te da tanta fuerza que eres indestructible y estarás muy agradecido de no haberte sabido adaptar demasiado.

Aunque no puedes ver todavía con bastante frialdad a la criatura que fuiste, trata de averiguar qué gran espanto despertó esta fuerza innata que te hace seguir tu intuición incluso cuando sólo tienes capacidad para hacerlo de la forma más torpe. Mucha gente lo olvida para no tener problemas, pero de niño es cuando mejor detectas las pequeñas perversiones que te pueden estropear. Yo, por ejemplo, vi que no me podía someter a ninguna norma de buena educación que no hubiera entendido del todo, porque la manía del país por lo que dirán es una máquina sutil pero implacable de triturar personas.

A veces me pregunto si serías el mismo si yo no hubiera venido a recitarte aquel poema cuando naciste. Aun así no hagas caso, de eso que te dicen que tú y yo nos parecemos. Tú eres tú y yo soy yo, y el mundo que te encontrarás será muy diferente al mío. Además yo no gané nunca ningún concurso, ni sacaba buenas notas y más de un maestro me dijo que escribía mal. A ti todo el mundo te ríe las gracias, y la precocidad y la facilidad que tienes para todo sólo podría llegar a ser un peligro si yo no estuviera cerca para avisarte de los matices que separan los caminos soleados del juego de la sórdida pedantería.

Aunque ahora te haga gracia la capacidad de tu cerebro, piensa que el motor de la inteligencia es la sensibilidad y que vivir a través del intelecto hace español y es muy pobres. Sólo la piel, que no olvida nada que necesites recordar, distingue las flores de las ortigas cuando la vida se complica, y te ayuda a mantener despierta la motivación y el sentido global de la aventura. Si no tienes prisa y no te esfuerzas en ser diferente, incluso en los peores momentos resistirás la tentación de intentar parecerse a los otros o, todavía peor, de intentar impresionarlos.

Si nunca te sientes solo ya sabes dónde estoy. Pero trata de encontrar personas que iluminen tus debilidades y que te ayuden a conquistar tus miedos. Puedes empezar a construir el mundo desde allí donde te sientas fuerte, pero insiste hasta encontrarte cada vez más cómodo y seguro con el abismo y la intemperie. Ahora ya hago de brujo, pero quizás personas con vidas secretas te podrán servir de puente para conectar con el mundo de una manera genuina. Ellos encontrarán en ti un faro para mantener la orientación y tú verás en su contradicción un resquicio de aire para no asfixiarte en tu yo tan compactado de amor y de ternura.