Se supone que hoy habrá miles de personas en las calles, ondeando banderas de España, bien grandes, para gritarle al mundo que quieren democracia y que el PSOE actúa como una mafia. La convoca el Partido Popular, y lo hace pretendiendo aprovecharse de la desgracia que nos asfixia, como si fuéramos tan gilipollas de no reconocer en ellos parte del problema. Y una enorme parte del problema son esos miles que saldrán un domingo soleado a gritar y dar palmas. 

Sirve para pensar. Como también sirve darse cuenta de que en el PSOE la militancia está avergonzada, y a nadie se le ha ocurrido salir a montar una manifestación denunciando el supuesto acoso que está recibiendo el Gobierno de Sánchez. Porque ese ha sido el contenido del argumentario socialista durante estos días. Contra viento y marea, hay que repetir sin cesar que somos las víctimas, no los fontaneros, ni los que proponen amaños con fiscalía, con abogacía del Estado, con Hacienda, y que perseguimos a los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado cuando nos investigan. El problema que tiene el PSOE, fundamentalmente, es que ahora ya no se los cree casi nadie. 

Pero hay un problema muchísimo más grande todavía. Y ese sí que es difícil. Los dos tienen razón

La tiene el PP cuando dice que la contraposición a la democracia es la mafia. Y que no nos merecemos esto. Es una obviedad y, por lo menos, habrá quien salga a la calle a gritar porque lo necesita, aunque no comulgue con los populares. Y tiene razón el PSOE cuando dice que hay cloacas, que funcionan desde hace mucho tiempo y que el Partido Popular ha sido muñidor y partícipe en ellas. 

Seamos sinceros y permitámonos ser honestos: los GAL existieron, como Roldán, como Bárcenas y compañía, como el eterno listado de casos de corrupción de los unos, de los otros y de los de más allá. Y habido responsables policiales corruptos. Corruptísimos. Y jueces prevaricadores. Y fiscales cainitas. Y una Hacienda criminal que asfixia al pobre y masajea al tramposo millonario. Y ha habido Leires y Miguel Ángeles Rodríguez. Y hubo Pedro Jota y vídeos con putas y tacones. Hubo torturas, juicios sin garantías, hubo falsas acusaciones y declaraciones en Intxaurrondo. Y ha habido Alsasua y CDR. Y las cuentas de mentira de Trías. Ha habido P.I.S.A. y ha habido bulos "burdos, pero han ido con ellos". Ha habido mentiras abriendo telediarios. Y bulos. Y muertos en Bonaire "porque un agente de la UME nos confirma...". Ha habido caos, y se han inventado la ley y su orden. 

En la España que yo quiero se piensa y se trabaja para hacer bien las cosas. El problema que tenemos es que la gente que quiere a España como la quiero yo no sabe ya por dónde tirar

Querer a España no es esto. Esto es robarla, maltratarla, mentirle, humillarla, despreciarla. Porque España somos los que la trabajamos cada día, los que pagamos impuestos, los que esperamos listas de cola mientras nos morimos por el camino, y los que aguantamos malas caras y mal trato por algunos trabajadores públicos que están asqueados del sistema. Y los que vamos a la Justicia a buscar amparo. Y los que se juegan la vida por cuatro euros y trabajan sin seguridad alguna. España somos sus agricultores, sus pescadores, sus ganaderos. Los que tiran leche y fruta porque les sale más barato que venderla. Y los que ven cómo sus campos se llenan de placas, y sus verduras compiten con otras, mucho peores pero más baratas, que vienen de muy lejos. 

España también es la que acoge, la que se solidariza con cualquier persona trabajadora y honesta. Porque esa es España. La misma que quiere que las cosas se hagan bien, por los que vienen y por los que estamos. Porque no queremos más líos, ni más jaleos, ni más problemas. Bastante tenemos. 

España habla distintas lenguas. Porque es así de especial. Y así de rica. Y quien no sepa valorarlas y respetarlas, todavía no ha aprendido a querer España. En España se bailan muñeiras, jotas y flamenco. Se canta, se come, se alucina con sus paisajes. España es, sencillamente, un paraíso en la tierra. Y está gobernada por auténticos incompetentes, canijos mentales y morales. Que joden todo lo que tocan. Porque no saben querer. 

En la España que yo quiero preguntar no puede ser delito. Responder de manera informada es obligación. 

La España que yo quiero entiende el catalán, aunque no lo hable. Pero jamás se ofende ante un "bon dia". Y se aprende el "egunon" y dice A Coruña. Se baila un chotis, también. Y no se ofende por ninguno. Ni ninguno lo usa para ofender. 

La España que yo quiero quiere verla protegida, cuidada, limpia. Con gente trabajadora feliz. Que siente que prospera. Y con espacio bien hecho para quien necesite construir una vida en paz. En contribuir al beneficio de todos. 

En la España que yo quiero no aceptamos tonterías ni mentiras. Los castellanos, asturianos, andaluces, valencianos y todos los demás, tenemos en común nuestro pasado. Que no nos roben mientras nos enfrentan es lo que debería habernos quedado claro. 

En la España que yo quiero se piensa y se trabaja para hacer bien las cosas. El problema que tenemos es que la gente que quiere a España como la quiero yo no sabe ya por dónde tirar.