Id a verla. Cuando se acaba la proyección de Argentina, 1985 el público aplaude un buen rato y sale del cine emocionado, pensativo, algunos bastante encolerizados y quizás otros un poco avergonzados. Porque otra película nos ha venido a recordar el trabajo que en España todavía está pendiente de hacer.

Ricardo Darín encarna magistralmente al fiscal argentino Julio César Strassera que instruyó la causa contra las Juntas Militares argentinas que protagonizaron el golpe de Estado y gobernaron el país entre 1976 y 1983 (entre los 9 mandos están los nombres de los siniestros Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera o Roberto Eduardo Viola...). La película del director Santiago Mitre hace falta ir a verla corriendo por muchos motivos cinematográficos, pero sobre todo porque, como habitantes todavía del Estado español, apela a nuestro deber de memoria histórica que reclama una justicia a estas alturas también pendiente. El hilo argumental se centra en el desarrollo del juicio llevado a cabo entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985 contra aquellos mandos militares, y culmina con el alegato final de Strassera, que constituye un documento histórico excepcional porque nos muestra como la desocultación de la verdad y el recuerdo hecho público de la violencia ejercida sobre las víctimas de la represión militar —en el juicio se presentan 281 como ejemplares— constituyen un paso imprescindible para la consecución de la justicia. Y aquí hacer justicia quiere decir tanto el reconocimiento de las agresiones sufridas por las víctimas y la defensa de los derechos humanos que les fueron arrebatados, como el castigo y la condena que tienen que recibir los victimarios para que el ejercicio de restitución sea completo. Con este mismo ideario, la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep), bajo la presidencia del escritor Ernesto Sabato, un año antes había elaborado un informe donde concluía que "Memoria, Verdad y Justicia" son las bases para reconstruir, después del luto necesario para tanta violencia, una sociedad democrática de verdad.

El alegato de Strassera es moralmente impecable y resuena de manera tan contundente en los oídos de cualquier español o española que haya conocido el golpe de Estado ilegítimo que fue la Guerra Civil del 36, la dictadura fascista de los 40 años y la represión que hoy todavía pervive bajo las estructuras franquistas de la Transición, que me limitaré a transcribir y destacar aquellos pasajes de su alegato que tienen plena vigencia para nosotros, 47 años después de la muerte del dictador, y que son aquellos que nos deberían encolerizar y quizás avergonzar. Dice Strassera:

“Señores jueces:

Este proceso ha significado, para quienes hemos tenido el doloroso privilegio de conocerlo íntimamente, una suerte de descenso a zonas tenebrosas del alma humana, donde la miseria, la abyección y el horror registran profundidades difíciles de imaginar antes y de comprender después. Dante Alighieri —en La Divina Comedia— reservaba el séptimo círculo del infierno para los violentos: para todos aquellos que hicieran un daño a los demás mediante la fuerza. Y dentro de ese mismo recinto, sumergía en un río de sangre hirviente y nauseabunda a cierto género de condenados, así descritos por el poeta: "Estos son los tiranos que vivieron de sangre y de rapiña. Aquí se lloran sus despiadadas faltas".

Yo no vengo ahora a propiciar tan tremenda condena para los procesados, si bien no puedo descartar que otro tribunal, de aún más elevada jerarquía que el presente, se haga oportunamente cargo de ello. Me limitaré, pues, a fundamentar brevemente la humana conveniencia y necesidad del castigo (...). El castigo —que según ciertas interpretaciones no es más que venganza institucionalizada— se opone, de esta manera, a la venganza incontrolada (...). Podemos afirmar entonces con Gunther Stratenwerth que aun cuando la función retributiva de la pena resulte dudosa, tácticamente no es sino una realidad: "La necesidad de retribución, en el caso de delitos conmovedores de la opinión pública, no podrá eliminarse sin más. Si estas necesidades no son satisfechas, es decir, si fracasa aunque solo sea supuestamente la administración de la justicia penal, estaremos siempre ante la amenaza de la recaída en el derecho de propia mano o en la justicia de Lynch". Por todo ello, señor presidente, este juicio y esta condena son importantes y necesarios para la nación argentina, que ha sido ofendida por crímenes atroces. Su propia atrocidad torna monstruosa la mera hipótesis de la impunidad. Salvo que la conciencia moral de los argentinos haya descendido a niveles tribales, nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan "hechos políticos" o "contingencias del combate". Ahora que el pueblo argentino ha recuperado el gobierno y control de sus instituciones, yo asumo la responsabilidad de declarar en su nombre que el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral (…).

Por todo ello, este juicio y esta condena son necesarios para las víctimas que reclaman y los sobrevivientes que merecen esta reparación. Los argentinos hemos tratado de obtener la paz fundándola en el olvido, y fracasamos: ya hemos hablado de pasadas y frustradas amnistías. Hemos tratado de buscar la paz por la vía de la violencia y el exterminio del adversario, y fracasamos: me remito al período que acabamos de describir. A partir de este juicio y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino en la memoria; no en la violencia sino en la justicia. Esta es nuestra oportunidad: quizá sea la última. […] Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más".

Alegato estremecedor que seguro que incomoda la conciencia política del lector español. Pues ahora os propongo hacer otro ejercicio, "de historia ficción": escuchad el alegato entero de Strassera, son solo 8 minutos y 10 segundos de exigencia de justicia, de coraje político y de emoción por los aplausos que estallan en la sala. Y mientras lo hacéis, imaginad que las palabras las está pronunciando, por ejemplo, un fiscal del Tribunal Supremo de Madrid que se ha propuesto juzgar los crímenes y los criminales del franquismo —desde 1936 hasta 2017 y más allá quizás?—. Sé que vamos tarde, sé que cuesta imaginárselo, por eso nuestro cortometraje lo podríamos titular España 2049 (reconozco que me gusta Blade Runner), porque dada la impunidad que reina en este país no parece que sea fácil ni inmediato salir del remake distópico en el que vivimos. La falta de voluntad política para juzgar a los franquistas se hace evidente incluso en la recientemente aprobada ley de Memoria Democrática (el 20 de octubre de 2022), donde se quiere dignificar a la víctima, pero sin contemplar ningún castigo para los verdugos. Ciertamente, a diferencia del tribunal argentino, en la gran mayoría de casos nosotros sí hemos llegado tarde, pero sin esta pena, ni que sea simbólica, la justicia española tendrá siempre una deuda impagada con las víctimas de la represión y con la sociedad que las hereda. Mientras tanto, España no podrá presumir de ser una democracia plena ni promover el nuevo inicio que instaura el "Nunca más" de Strassera hasta que no ajuste las cuentas también con sus fascistas.