Marc Bonomelli es un periodista francés que analiza la religión sin querer hacer alabanzas ni críticas, sino que quiere ofrecer observaciones. Se plantea, tras diez años mirando distintas corrientes espirituales mundiales, si estamos ante una nueva religión eco-espiritual mundial. Las nuevas búsquedas de sentido, explica este especialista, van desde el chamanismo a la brujería, o el simple desarrollo personal, el esfuerzo por "convertirse en la mejor versión de uno mismo". Muy cerca de Lourdes y de los milagros, este buscador nacido en Tarbes confiesa que se ha implicado en las creencias estudiadas, a pesar de querer ser lo más neutro posible. No pretende promover búsquedas espirituales ni criticarlas, sino cuestionarlas. Se pregunta si las personas que las siguen, pueden ser creadoras de nuevas formas de religiosidad donde la parte oculta tenga un peso relevante.

Hoy tenemos neodruidas, surferos del alma, inspectores del interior, videntes, nos dice. Hoy y hace siglos. Las pitonisas, el arte de adivinar, el mundo oculto, no es ninguna invención de la ciencia-ficción, habría que recordar a quienes lo ven como un neofenómeno.

Nuevas formas de catolicismo que están teniendo éxito contienen una parte esotérica, oculta a los demás

Hace solo dos décadas, toda esta búsqueda oculta no era seguida por todo el mundo. De hecho, yacía en el fondo de las librerías escondido lo que ahora está en las vitrinas a todo color: angelología, astrología, alquimia, cábala... y ahora se mezclan en los estantes de salud, psicología, bienestar, estilo de vida y, si todavía lo mantienen, de espiritualidad y religión. Cuando yo nací, el peculiar escritor Raymond Abellio hablaba de El fin del esoterismo. Hace más de 50 años, y parece que no se cumple su augurio. Este esoterismo, que suele formar parte de unos escogidos, se está ensanchando dentro de algunas tradiciones. El cristianismo, por ejemplo, tiene una pretensión inequívoca de universalidad: su propuesta no es mágica ni para unos escogidos. Es para todo el mundo. Por lo tanto, nada de iniciaciones o esoterismos (palabra grave que nos remite a una enseñanza interior secreta). Pero entre este llamamiento a todo el mundo y las propias formas de organizarse puede residir una observación bonomelliana: ¿por qué, entonces, nuevas formas de catolicismo que están teniendo éxito contienen una parte esotérica, oculta a los demás, solo apta para unos escogidos que viven la experiencia? Preguntad si queréis qué es un retiro de Emaús. O vais, o no os lo podrán contar, porque existen unos pactos internos de no propagar hacia afuera lo que allí se vive. O en otros encuentros, donde parece que para transmitirte un mensaje tengan que desconectarte de tu vida anterior.

O en algunas tradiciones, puedes acercarte hasta cierto punto, porque todo está pensando para los seguidores, adeptos, convencidos e iniciados. Que exista una desafección en Occidente de la gente joven hacia la política, al mismo tiempo que hacia la religión, y que se perciba esta impresión de oculto, de a escondidas, de poco transparente, da que pensar. Justo estos días, la Fundació Ferrer i Guàrdia ha publicado un estudio en el que un 41,5% de la población española manifiesta no tener creencias religiosas (sea como agnósticos, indiferentes o ateos). Este dato es el más alto de la serie histórica, desde que se realiza este estudio. Por otro lado, el 56,9% se considera religiosa, principalmente de confesión católica. Este repliegue esotérico de la religiosidad, que se percibe también en las filas políticas, llenas de la idea de ser escogido, de tener acceso a unos conocimientos que el resto no comparten, es una tendencia de un mundo que tiene miedo a la discrepancia, a quien nos dice que quiere gobernar para todos, pero te está diciendo que con la oposición no quiere saber nada. Poca fe tengo, en estos discursos esotéricos.