Escribir artículos es tan íntimo como escribir poesía. Sobre todo cuando van de política. Porque es escribir tus límites morales y tus intereses, es calcular hasta dónde te quieres dejar pervertir, es calibrar cuál es el servicio que hace lo que dices y a quién lo hace, es pronosticar qué cara pondrán las caras que te importan, es vencer tus taras para que en el texto no haya grietas y es un pacto contigo mismo que, cuando pones el punto y final, todavía puedes decir: no me he dejado quitar el espacio de libertad que escribir me da. Todavía no me doy asco. Todavía no me he vendido. Todavía puedo decir un par de cosas que me pongan delante de un espejo donde me gusto.

Este es el veneno: pensar que no hay otra manera de escribir artículos que no sea sintiéndote un payaso o un traficante

"La gente joven que publica en medios corre los mismos peligros que corríamos nosotros, pero en un mundo todavía más desencantado que el nuestro. Ahora todo es más cínico, pero el vicio es el mismo. Es decir: los medios te contratan porque puedes decir cosas inteligentes, pero hacen que incorpores sus límites hasta que se te haga imposible decir algo inteligente", explica Jordi Graupera en la entrevista que le hizo Víctor Recort en La Gourmeteria. "Quieren columnistas inteligentes que no digan nunca cosas inteligentes. Eso es un proceso de corrupción interna y moral, que acaba convirtiendo a la gente en fotocopiadoras de los argumentarios de los partidos," añade el filósofo. De entrada, los medios te contratan porque puedes decir cosas inteligentes pero la cabeza también se vacía si no pones más pienso. Es la hucha del cerdito que se rompe a final de mes hagas lo que hagas. Para volver a encontrarla llena tienes que disponer del tiempo y del ánimo de mirar alguna cosa con perspectiva, amar lo suficiente lo que defiendes para convertirlo en una idea y tener el amor propio de asegurarte de que lo que escribes no te hace sentir sucio.

La única manera de no prostituirse es tener la hucha siempre llena y la cabeza funcionando para estar seguro de que no escribes para nadie más que para ti mismo, por tu mirada del bien y tu mirada en el mundo

No es suficiente con ser libre de partido. Puedes ser tan esclavo del argumentario de un partido como de los elogios. Puedes pensar que tu talento va de una cifra de euros o de lecturas. Puedes ser puta por dinero o puta por egoísmo. La única manera de no prostituirse es tener la hucha siempre llena y la cabeza funcionando para estar seguro de que, de entrada, no escribes para nadie más que para ti mismo, por tu mirada del bien y tu mirada en el mundo. Cuando la hucha está vacía, el texto también. Se puede decorar con estómago, con ideas refritas o con el golpecito en el hombro de pensar que ayudas a los tuyos, pero en el fondo del corazón escondes una verdad paralizante: escribir por escribir o no saber por qué o para quién escribes puede ser perfectamente escribir gratis para el mal.

Los medios te contratan porque puedes decir cosas inteligentes, pero el artículo o te lo haces o te lo hacen

Hay una parte del capital inicial que se pierde escribiendo. Se pierde la virginidad de pensar que todo lo que te hace falta está en tu cabeza, que nadie te puede atrapar y que no perteneces al "juego de posiciones", que no te encuentras "en un círculo cerrado de reflexiones que no llevan a ningún sitio", como dice Graupera. Cuando "has puesto palabras a lo que pienso" ya no te sirve y buscas como uno desesperado "eso que has dicho es nuevo", en cada artículo vacío hay una inocencia que se desvanece y un calor que se enfría. Este es el veneno: pensar que no hay otra manera de escribir artículos que no sea sintiéndote un payaso o un traficante. Porque si no te queda nada más que eso, lo más fácil es dejarse llevar por la rueda. Trabajar media jornada, escribir la otra media, hacer comidas, cuatro llamadas y no tener tiempo para leer nada más que los diez puntos que te ha pasado el dircom por Telegram. Los medios te contratan porque puedes decir cosas inteligentes, pero el artículo o te lo haces o te lo hacen.