Ha continuado este 2025 el acoso agresivo e incesante contra Pedro Sánchez y su gobierno, conformado por el PSOE y ese invento caduco que se llama Sumar. Si los anteriores embates los alimentaban decisiones políticas —verbigracia, la amnistía—, ahora esto ha cambiado. El combustible es una serie de escándalos que han estallado en el interior del PSOE y el Gobierno. Me refiero al caso Koldo y al caso Leire, relacionados con supuestas prácticas corruptas, pero también a un montón de denuncias de acoso sexual y laboral, entre las que destacan las acusaciones contra Paco Salazar, que tenía elevadas responsabilidades en el partido y el ejecutivo español. Todo ello se suma al caso Begoña —que es anterior e involucra a la mujer de Sánchez— y al caso del hermano del mismo presidente, David, un asunto también anterior y que lastró pesadamente al socialismo extremeño en las elecciones del domingo pasado.

Personalmente, encuentro que el caso menos sólido de corrupción es el que concierne a Begoña Gómez, la mujer del presidente. En cuanto a las acusaciones de acoso, cada una es diferente, y habrá que ver cómo acaban. Lo que se reprocha es que se haya actuado con negligencia o, directamente, se hayan intentado ocultar las miserias bajo la alfombra. Naturalmente, se ha extendido la estupefacción y un agudo malestar entre los —muy importantes— sectores feministas del PSOE, que ya se habían echado las manos a la cabeza por las referencias a la contratación de prostitutas aparecidas en el caso Koldo (que es a la vez el caso Ábalos, Cerdán y Aldama). Que los problemas —aprovechados sin tapujos por la derecha y la extrema derecha— respondan a causas "externas" es una cosa, pero que los problemas se originen en el interior, dentro del artefacto sanchista, es otra diferente y mucho peor.

Como decíamos, este tipo de calamidades no han dejado de sucederse. No podemos relegarlo, pues, como si fuera fruto de la mala suerte o una caprichosa carambola del azar. Es una constante, y como tal ha de tener una explicación lógica, ha de responder a motivos y circunstancias concretas. No podemos descartar, por lo tanto, que después de escribir estas líneas conozcamos nuevos escándalos de esta clase, los cuales, además de los citados arriba —los más relevantes—, son ya hoy una larga sarta, todo un rosario.

En 2016, tras ser descabalgado por un tumultuoso motín en el PSOE, Sánchez, lejos de recoger velas, se promete a sí mismo que reconquistará el poder

En 2016, tras ser descabalgado por un tumultuoso motín en el PSOE, Sánchez, lejos de recoger velas, se promete a sí mismo que reconquistará el poder. A bordo de su Peugeot y con el apoyo insobornable, pleno, de un grupo de fieles, comenzó a peregrinar por todas las agrupaciones socialistas. Recorre España de cabo a rabo. De forma tan increíble como heroica, él y su batallón de obstinados no solo recuperaron el PSOE —2017—, sino que, poco después —2018—, consiguen, por medio de una moción de censura, hacer caer a Rajoy y ocupar también el Gobierno. Todos los que apoyaron a Sánchez en aquella aventura, impulsada por su tozudez y mesianismo, habían hecho una apuesta que tenía muy pocos números de salir bien. Aquel batallón de socialistas entregados no habían sido seleccionados teniendo en consideración sus capacidades y talentos para gestionar el poder y las responsabilidades correspondientes. Era un grupo heterogéneo compuesto, además de por la familia más cercana, por voluntarios, por entusiastas, por todo aquel que se quiso alistar a una proeza improbable, a una batalla suicida. Había gente profesional y moralmente consistente, pero también, inevitablemente, auténticos cernícalos, pelagatos y chapuceros.

Pero el caso es que, contra todo pronóstico, la acertaron. Sonó la flauta. Y, como arriesgaron mucho, el premio fue estratosférico. Desembarcaron en el PSOE y, seguidamente, en el Gobierno. Aquellos pioneros, aquellos almogávares del sanchismo, se encontraron de golpe con un enorme poder —y unas enormes responsabilidades— en las manos. Mucho más poder del que habrían tocado nunca si el destino no hubiera dado aquel extraño giro, si no se hubiera producido aquel vuelco. Muchísimo poder en manos de una gente, de un entorno, que no estaba preparada para administrarlo debidamente, en ningún sentido. Transcurridos unos cuantos años, el resultado de aquel repóquer, de aquella conquista de chiripa, es la terrible pesadilla actual: una larga retahíla de escándalos, de tentaciones frecuentadas, de pecados cometidos.