Hace unos días pude estar charlando un largo rato con Ernest Benach. Ayuda a su mujer en una cafetería restaurante que han montado en el centro de Reus, da clases y se busca la vida. Pero la mayoría de gente cree que, como expresident del Parlament, cobra una pasta cada mes. La leyenda urbana de Benach y su generosa pensión que le caerá hasta su generosa jubilación. Pues no.

Y el problema es que el hombre no puede ir casa por casa, catalán por catalán, diciendo: “Oiga, ya sé que lo piensa, pero yo no cobro ninguna pensión. Y, le diré más, soy autónomo. O sea, que si sabe de algún trabajo...”.

Las cosas no son como son sino como parece que son. Y por mucho que el Benach expolítico se esfuerce, no podrá cambiar la percepción que mucha gente tiene de él. Media Catalunya seguirá pensando que se pasa el día jugando a golf mirando como pasa el tiempo y como pasan los billetes de su paga vitalicia.

Y, sí, ya sé que en un mundo lleno de corruptos, la corriente de pensamiento está con el “todos roban”. Y, efectivamente, hay muchos que roban. Y los hay que roban mucho. Y los hay que roban tanto que incluso ponen los pelos de punta a los que roban mucho. Pero quizás hay gente que no ha robado nada y que cuando deja la política (o la política lo deja a él), tiene que tener unos ingresos “civiles” para poder pagar las facturas a final de mes.

Y puede ser que ahora que usted está leyendo esto me diga: “Oiga, Benach no me da ninguna pena, que ha cobrado un buen sueldo durante años. Mucho más de lo que cobraré yo en toda mi vida”. Perfecto, pero quien fue la segunda autoridad del país tiene derecho a ser una persona normal. Pudiendo haberse postulado para tener algún cargo, como han hecho otros, ha optado (o lo han optado, da igual) para ganarse la vida trabajando. ¿Tiene derecho? ¿Sí, verdad? ¿Y tiene que tenerlo al menos igual de fácil o de difícil que usted y yo, verdad? ¿Estamos de acuerdo?

Aunque él no quiere serlo, sirva el suyo como ejemplo de persona que se dedicó a la política y que ahora intenta recuperar la vida laboral. Porque si estamos de acuerdo que la política tiene que ser un momento de la vida que va entre ejercer tu profesión y volver a ejercerla, huyendo de la profesionalidad que tanto daño hace, acojamos sin desconfianza a los Benachs que han cruzado la línea en dirección inversa.

Porque, a veces, las puertas giratorias no te dejan en un despacho con ordenador sin ni tan solo conexión a Internet. A veces, las puertas giratorias giran tanto que te devuelven a la calle, el lugar de donde venías.