Con los cotillas pasa como con todo, todo el mundo señala a los demás y nunca nadie admite serlo. Pero el cotilleo existe, os lo aseguro; y aún diría más, gracias a él apareció y evolucionó el lenguaje: la necesidad de cotillear hizo que los humanos empezáramos a emitir sonidos y a combinarlos entre ellos sin cesar (a los humanos, siempre nos ha costado mucho guardar secretos). Todo sucedió un día soleado de hace unos cien mil años, en algún lugar de África, cuando un Homo sapiens pilló al macho dominante de la tribu fornicando con un Homo sapiens mucho más joven que él a la hora que le tocaba recolectar arándanos. Como era de esperar, ante tan estresante situación, el pobre Homo sapiens no tuvo más remedio que empezar a hablar; tenía que explicar todo lo que acababa de ver al resto de componentes de la tribu para poder sobrevivir (un secreto tan grande en su interior lo habría matado tarde o temprano). Al cabo de una semana, la información que les había dado, ya había cambiado un poco: unos decían que habían pillado al macho dominante comiendo arándanos; otros que los arándanos se habían comido al macho dominante, y otros afirmaban rotundamente que, por culpa de la fornicación, Dios los había castigado con cien años de sequía y que no sabían nada de los arándanos. Ya sabéis cómo va esto del chisme: el boca a boca transforma cualquier realidad en algo grotesco.

Un cotilla es muy fácil de reconocer, por mucho que susurre sin mover casi los labios y piense que nadie le ve cuando está transmitiendo alguno de sus chismes a un tercero, a un cuarto o a un vigésimo. Una de las cosas que hacen es acabar todas las frases diciendo: "Pero, sobre todo, no se lo expliques a nadie, que es un secreto", para que nunca sospeches de sus intenciones (disfrutan viendo la cara de sorpresa que hace la gente, por eso les gusta explicar cosas lo más rocambolescas posible). Un cotilla se pasa todo el santo día hablando de todo y de nada, no hay nada que les entretenga más. Pueden llegar a dejar sus obligaciones a un lado si el chisme lo merece. Un cotilla siempre te hará creer que eres el único al que le ha contado el chisme, para hacerte sentir especial (pero en realidad ya lo sabe toda la comarca).

Un cotilla aprovechará cualquier ocasión para sacarte información, son grandes expertos de la manipulación

El cotilla va de incógnito y se camufla con el paisaje que le rodea (sea cual sea). Normalmente, te lo encontrarás detrás de la cortina o del reflejo de una ventana, para poder observar mejor lo que ocurre en la calle sin ser visto; no se le escapa nada, es capaz de ver cómo cae una mota de polvo en el suelo, aunque tenga la vista cansada y cataratas (cuando está en alerta o intuye que se acerca un chisme, se le agudizan los sentidos). Los cotillas trabajan en red, y cuesta mucho desmantelar una de estas redes porque no dejan rastro. El Mosad y la CIA ya tienen más de un cotilla de pueblo trabajando para ellos, consideran que son gente entrenada para cualquier situación que se pueda presentar.

Los cotillas se especializan, no todos tienen los mismos intereses. Por ejemplo, están los expertos en infidelidades (saben las aventuras amorosas de todo su entorno, y si son demasiado aburridas, las magnifican y exageran); los expertos en la muerte y sus causas (están esperando a que se muera alguien o se ponga enfermo para contar con detalle cómo se ha muerto o cuánto ha sufrido), o los expertos en economía (están alerta de cualquier crisis económica que pueda haber entre la población: despidos, crisis empresariales, malas inversiones...).

Un cotilla aprovechará cualquier ocasión para sacarte información, son grandes expertos de la manipulación. Te harán preguntas aparentemente inocentes, como quien no quiere la cosa: "¿Hace días que no veo a tu hermana, que está enferma?". Cuando esto ocurre, sobre todo, desvía la conversación hacia otro lado, porque, si no lo haces, antes de despedirse ya sabrá, incluso, el color de las bragas que llevas. Son como aves carroñeras, lo aprovechan todo. Ríete tú de los servicios de espionaje estatales, las técnicas que utiliza un cotilla de pueblo para sacarte información son infalibles. Empiezan con una sonrisa infantil; una palmadita en la espalda; un "¿Ya sabes qué ha pasado hoy a las tres y veinticinco, en el bar de la plaza, en la mesa que hay junto a la segunda columna de las escaleras que llevan al baño?", para crear intriga y para que piques y no puedas resistirte a decir: "No, ¿qué?". Ya estás listo. Son como gacelas de la información, no tendrás tiempo de hacer un pestañeo, que todo el pueblo ya lo sabrá todo de ti.

En fin, supongo que con toda esta explicación ya podréis saber si sois uno de esos especímenes del cotilleo.