Titonos era bello. Tan bello que Eos (Aurora), la diosa de los dedos rosados se enamoró perdidamente de él. Pero Titonos era mortal y la diosa, pensando que pronto se quedaría sin su amante, pidió a Zeus que lo hiciera inmortal. Zeus le concedió la petición, pero Eos se olvidó de pedir que no sólo fuera inmortal, sino que no envejeciera. Eos se olvidó de pedir la eterna juventud para Titonos y, por lo tanto, fue observando como su hermoso amante fue envejeciendo con la edad y volviéndose un anciano decrépito. ¿Qué pasó con esta historia de amor y pasión, cuando Eos seguía siendo joven y Titonos, cada vez más anciano? Que Zeus lo convirtió en grillo para que siguiera cantando su amor a Eos. Los humanos queremos ser longevos, pero nos olvidamos de que no sólo queremos vivir muchos años, sino que queremos mantener las condiciones de cuando éramos jóvenes, y la senectud suele ser opuesta a la juventud.

Aunque nos preocupa la longevidad, las ciencias sociales analizan más otra medida diferente, complementaria a la longevidad: la mortalidad. La tasa de mortalidad infantil, por ejemplo, es muy alta en países sin avances ni industrialización. Con respecto a la población general, pasada la infancia, la mortalidad baja en picado en la juventud para ir subiendo de forma progresiva la mediana edad hasta la vejez. ¿Podemos calcular qué factores intervienen en la longevidad y en la mortalidad? En uno de los trabajos más recientes, con una cohorte de 389.166 personas del Reino Unido, trataron de encontrar variantes genéticas que predispusieran a una vida larga. Como las personas todavía están vivas, se tenía en cuenta la posible asociación con la edad de los padres (en el momento de la muerte). Este tipo de análisis asume que una persona cuyos dos padres han vivido hasta una edad avanzada, muy probablemente habrán transmitido a sus hijos unas variantes genéticas que también predispongan a vivir más años. El estudio trataba de asociar variantes concretas en genes con una mayor longevidad potencial. Como se partía de tantas personas, el estudio permitió identificar variantes en 25 genes que son buenos candidatos para favorecer la longevidad en los humanos. Y os podéis preguntar: ¿qué genes son estos? Pues genes implicados en la salud cardiovascular, la respuesta inflamatoria, la diabetes de adulto, con la enfermedad de Alzheimer y algunos receptores hormonales permiten predecir hasta un cierto intervalo de confianza la edad de la muerte, al menos de los padres (y de rebote, de los hijos que han hecho el análisis). ¿Es muy preciso el análisis? ¿Realmente podemos predecir la edad de la muerte? Bien, primero tenemos que pensar que son datos epidemiológicas, es decir, no predicen el riesgo de una persona con gran precisión, pero cuando lo consideramos probabilísticamente y con un gran número de personas, son bastante acurados, aunque la predicción del valor de riesgo se hace teniendo en cuenta que intervienen muchos genes implicados y que el ambiente es muy relevante.

De hecho, hay estudios matemáticos que sólo usando datos de la edad de muerte de muchos países y la progresión de la mortalidad en las últimas décadas modelizan cuál será la esperanza de vida (de hombres y mujeres, por separado) en 35 países del Asia, Europa y América el año 2030. Claramente, la proyección indica que el país donde las mujeres vivirán más tiempo es Corea del Sur (con un incremento sustancial superando los 90 años de esperanza de vida), seguida muy de cerca por Japón, Francia y España (en torno a los 89 años de vida). Con respecto a los hombres, Corea del Sur, Australia, Suiza ganan el ranking, situándose hacia los 85 años). Claro está que estas predicciones son de antes de la pandemia y de los efectos económicos que tendrán sobre la población, por lo tanto, seguramente se tendrán que ajustar en muchos países.

Como hemos dicho, en lugar de fijarnos en los factores que nos hacen vivir más años, también podemos fijarnos en aquellos factores que favorecen la mortalidad. Está claro que la salud influye mucho, pero también hay muchos factores externos sociales, que cuando se estudian con una cohorte muy grande de gente, emergen con fuerza. ¿Qué factores, aparte de los genéticos, intervienen en la mortalidad de las personas? Más del 35% de todas las muertes de gente por término medio y tercera edad en los Estados Unidos se asocian a fumar, a la inactividad física y malnutrición (que no es lo mismo que la desnutrición). Pero también hay otros factores sociales, económicos, psicológicos y de comportamiento, factores más sutiles, que pueden llegar a explicar de forma conjunta hasta un 10% de la mortalidad. En un estudio recién publicado en que se tienen en cuenta 57 factores externos, estudiados por separado y conjuntamente, demuestran que otros factores (además de los que hemos dicho, como fumar y beber alcohol) tienen también relevancia, como la historia reciente de divorcios y separaciones, ser soltero, tener dificultades económicas, la satisfacción personal con la vida, y el nivel de afectividad negativa. Sentirse solo, desvalido, sin recursos, sin apoyo emocional familiar o de amistad, haber sido maltratado de pequeño... influye muy negativamente a nuestra vida e incrementa la mortalidad. Es para pensárselo.

Quizás algunos creéis que eso es muy relativo y quizás le quitáis importancia. Pero la tiene, porque en el fondo lo que refleja es que los humanos somos animales sociales. Hay un estudio muy interesante sobre humanos y muchos otros mamíferos con vida social (no sólo primates, sino cetáceos, caballos, perros...) en que demuestran que las relaciones sociales son absolutamente cruciales para la salud y la supervivencia (mirad la figura que os adjunto, muy gráfica, en que se nos indica que las relaciones sociales y personales son determinantes de nuestra calidad de vida y nuestras ganas de vivir).

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Extracto del artículo "Social determinants of health and survival in humans and other animals", Snyder-Mackler, et al. Science 368: 6493, 2020

Cuantas más adversidades, menos probabilidad de llegar a viejo. Como mejor percibimos nuestra vida, más probabilidad de vivir mejor y más tiempo. La sensación de formar parte de una comunidad, y de ser una pieza importante dentro de esta red de contactos, la sensación de no ser siempre el perdedor, sino de tener un cierto estatus social y familiar, y disfrutar del respeto y la estima de los que nos rodean es un elemento de relación social que compartimos con otros mamíferos. Por lo tanto, si queremos incrementar nuestra longevidad y disminuir la mortalidad, tenemos que fortalecer este sentimiento de pertenencia a una red social que nos rodea y nos da apoyo, favorecer el contacto con la familia y los amigos. Y si ya lo juntamos todo, favorecer la risa, comer bien y equilibradamente, jugar, tener ratos de ocio y ratos de trabajo con objetivos que nos hagan sentir satisfechos, y mantener actividad física y mental, sin alcohol ni tabaco. Y eso no depende de nuestros genes, sino también de nuestra actitud ante la vida.