Para iniciar la tramitación necesitamos el presupuesto, una fotocopia del DNI y que nos devuelves llenados los siguientes documentos: las dos declaraciones responsables adjuntas (la de las personas físicas y la de los contratos menores para personas jurídicas), la declaración responsable a efectos de notificación, la declaración responsable de empresas y entidades, y tener claro si la actividad en cuestión está o no exenta de IVA o IRPF. Hace, igualmente, falta que firmas el anexo B —sobre contratos sin acceso a datos de carácter personal— y la solicitud de transferencia bancaria. Este último documento se tiene que complementar e ir firmado y sellado por el banco. También es necesario el certificado de titularidad bancaria. Finalmente, tienes que devolver lleno el formulario CAE, Coordinación de Actividades Empresariales, y en el apartado de riesgos derivados de la actividad a desarrollar, marcar la opción que dice que no se generan riesgos que pueden afectar a otras personas trabajadoras.

Eso es el contenido de un e-mail que he recibido hace poco, pero exactamente podría encontrarse en el buzón de entrada de cualquier persona que cotice al regímenes de autónomos y que quiera tener tratos con la Administración. Es todo lo que me piden para poder emitir y cobrar una factura de 200 euros brutos (que buenos son de ganar, pero convendremos que no mis sacará de pobres). Hoy en día, tratar con un organismo público ha ocurrido una odisea, para no decir un drama, y significa una pérdida de tiempo enorme, tiempo que no puedes invertir en tu trabajo real. Acaba siendo más pesado hacer la factura y preparar la documentación que llevar a cabo la actividad en sí. Se supone que todo este lío es para garantizar la transparencia en el uso del dinero que son de todo el mundo, pero lo único que se consigue es ralentizar el procedimiento, desincentivar a los clientes y castigar a los pequeños autónomos con un papeleo ingente, como si aparte de nuestro oficio hubiésemos de ser informáticos o legisladores. Tentados estamos a veces de subir el precio final para añadir una partida extra de los honorarios en concepto de gestoría.

El cansancio mental y la rabia aparecen no solo por el tiempo de vida que pierdes y no vuelve, sino también porque parece que cada vez hayas de demostrar que mereces cobrar

El cansancio mental y la rabia aparecen no solo por el tiempo de vida que pierdes y no vuelve, sino también porque parece que cada vez hayas de demostrar que mereces cobrar, como si un escáner te estuviera fiscalizando continuamente, con aquella lucecita encarnada arriba y abajo de tu cuerpo, intentando encontrar una pequeña excusa o rendija para poder decirte: "lo siento, pero usted no reúne los requisitos". Además, a menudo te encuentras con que cada cliente opera con su plataforma digital propia o con sistema diferente y tú te las tienes que conocer todas, que cuando ya parecía que te habías aprendido el funcionamiento, va y te lo cambian. Si has conseguido superar todas las vallas y llegar hasta aquí, entonces emites la factura electrónica y —¡oh, sorpresa!— te la devuelven porque al concepto sobra una palabra o porque falta añadir el número de expediente y entonces, vuelve a empezar. A veces te entra la duda de si todo eso no lo hacen expresamente para que te rindas antes y, así, un aspirante menos.

Ya me sabe mal, pero esta semana no puedo extenderme más en el artículo, me acaba de llegar una nueva propuesta de contratación y me piden: darme de alta como proveedora, el anexo de protección de datos y deber de confidencialidad, el formulario de consentimiento para la captación, reproducción y publicación de la imagen, un certificado de Hacienda, el epígrafe, y el modelo 036. Ah, y también el informe de estar al corriente de pagos y obligaciones con la Seguridad Social, que a ti no te pueden contratar si te has retrasado un día al pagar la cuota, pero ellos sí que pueden tardar meses en pagarte el trabajo ya hecho. Y, mientras tanto, ir asumiendo impuestos de facturas no cobradas. Aún suerte de algún funcionario que, de vez en cuando y delante de la avalancha de requerimientos, se apiada de ti y te da un golpecito de mano.

Después de toda esta retahíla de cláusulas y condiciones, seguro que sobre la marcha irán surgiendo nuevos imprevistos en esta carrera de obstáculos en que se ha convertido intentar ganarse dignamente la vida como trabajador por cuenta propio. Y todo eso ante la incomprensión del asalariado convencional que cada final de mes ve como a su cuenta corriente lo ingresan la nómina, un sistema válido y justo —lo de cotizar al régimen general—, pero que dista mucho de la realidad del tejido productivo de los autónomos. Otro día, si de caso, ya os habláramos de las enormes diferencias que tenemos también con respecto al derecho a coger baja o a tener paro. Ahora, sin embargo, os tengo que dejar, la burocracia me tiene enterrada y se me ha dado un calambre lo dicho en el teclado.