Para compensar la carne podrida que nos sirven los diarios y los partidos, me hago enviar libros de Curzio Malaparte a través de Amazon Prime. Malaparte tiene una calidad que he visto en pocos escritores. Su prosa es tan difícil de tergiversar que puedes leerlo en español sin mancharte con la estulticia que la historia ha impregnado en las palabras de este noble idioma de aristócratas y pobres con más polla que cerebro. 

Malaparte era capaz de decir la verdad sobre Italia porque no podía traicionar a su país sin autodestruirse. Los españoles no pueden decir la verdad sobre España ni que los maten, porque la traición es la base del negocio piramidal que los ha hecho como son. Los españoles viven encadenados a la misma mezcla de terquedad y de superstición que hace siglos inspiró el Quijote, exactamente igual que los políticos procesistas.

Lo primero que hago cuando recibo un libro de Malaparte es buscar al conde Agustín de Foxá. La mejor descripción que he leído de España la encontré en unas páginas de Kaputt protagonizadas por Foxá. Malaparte sabía escribir mientras que Foxá sabía hacer el cuco. Era una especie de Ignacio Peyró del primer franquismo, un hedonista ingenioso y pintoresco que había encontrado la manera de reducir al anecdotario la brutalidad de su país.

Cuando leo a Malaparte a menudo me acabo preguntando si hay mucha diferencia entre dar un golpe de estado y sostener una democracia sin los electores

Quizás porque Malaparte era italiano, e Italia es el último refugio de los catalanes de raza, sus libros me ayudan a no perder el norte. Ahora que nadie se puede sentir seguro y que Madrid y Barcelona se vuelven a igualar por abajo, Malaparte todavía me parece más buen escritor. Su prosa no solo estaba depurada por la sangre de dos guerras europeas, también había pasado el filtro de un estado débil y grotesco, de patriotas carnavalescos y de traidores de salón.

Como en Italia, aquí la policía y los partidos también han corrompido la comedia social con sus amenazas y desprecios. Aquí también pasa que los hombres que se creen más inteligentes y cultos son normalmente los más cínicos y serviles. Mientras la política catalana se llena de mentirosos cada vez más insignificantes, yo leo a Malaparte. Supongo que es mi manera de prepararme para el futuro.

CiU y ERC creyeron que podrían jugar de gratis con la independencia y ahora los unionistas también creen que van a poder vivir como si fueran reyes moros de su falta de talento. Cuando leo a Malaparte a menudo me acabo preguntando si hay mucha diferencia entre dar un golpe de estado y sostener una democracia sin los electores. Es una pregunta que resuena con fuerza en Catalunya pero que va tener que responderse en todo el mundo