El cartel oficial de la Diada, que ha corrido por Twitter casi tanto como el de la Mercè, es quizás el producto más cruel y refinado de la gran jugada maquiavélica que ha convertido a Oriol Junqueras en el pequeño virrey de Catalunya. Ante el poder, o bien tienes que someterte a él sin miedo, como ha hecho el líder de ERC, o bien debes atacarlo sin manías. Los caminos intermedios son caminos sembrados de vanidad, y echan a perder la inteligencia y la imaginación.

Intentaré ahorrarme ejemplos para no ofender a nadie, pero el miedo que dan las situaciones difíciles te mantienen el espíritu en forma. Siempre es mejor sufrir y pasar una travesía tortuosa y larga por el desierto, que rendirse y perder la esperanza, que es la lacra que degrada a la gente y a sus redes de influencia. Cuando crees que no puedes ganar nada excepto dinero, empiezas a pensar que no puedes perder nada aparte de los pequeños vicios que te consuelan, y todo cae muy deprisa.

Yo no sé si Junqueras sabe cuál es el final de la lógica que ha puesto en marcha, pero cuando veo los ataques que recibe de las bases convergentes me lo parece. El líder de ERC me recuerda a Salvador Sostres, que tiene el don de desenmascarar las almas malcriadas y corruptas, sin que nunca puedas averiguar del cierto hasta qué punto él no es también un foco insalvable de putrefacción. Es lo que tienen las figuras fantasmales, encadenadas al presente por los pecados de otra época. Abel Cutillas os lo explicará en su próximo libro publicado por Bon Port.

Exhibiendo su sumisión a España crudamente, Junqueras recuerda cada día a todos los catalanes, sin excepción, que somos un país ocupado, igual que los artículos en el ABC de Sostres —por eso los dos tienen el don de generar tanta irritación, porque solo cura lo que pica, y el perro siempre tiende a preferir el lecho de pulgas—. Gracias a Junqueras, y también gracias al articulista más brillante y más famoso del ABC, el lenguaje del autonomismo cada día da más pena. Tenemos prisa para liberarnos de las viejas enfermedades, y la rendición de ERC es una vacuna excelente.

Del conflicto con Madrid, y de la debacle nacional española —en la forma moderna que sea—, no se va poder escapar nadie. La pregunta es en qué condiciones llegaremos

El conflicto con España no se ha acabado y solo hay que ver las imágenes de esta Diada, y compararlas con las de 2010, para darse cuenta. Montilla, que era el que pagaba los platos rotos de los socialistas catalanes, ha sido sustituido por Junqueras, que es el que paga de todos los partidos del Parlament. Montilla y su mundo eran fáciles de sustituir por Ada Colau y sus revolucionarios de salón. En cambio, las comedias de Jordi Graupera en TV3 no hacen daño al independentismo como pretenden los sicarios, hacen daño a las aspiraciones del pujolismo de volver atrás para poder recuperar el control del país. 

Así como las reivindicaciones sociales llevaron hasta la Guerra Civil, después de pasar por dos repúblicas, una dictadura, y varios golpes de estado, los anhelos nacionales de Catalunya irán preparando la energía del nuevo descalabro español. Si lees a Antoni Puigverd y observas el desprecio que rezuma cuando habla de las clases medias que sostuvieron el catalán durante el franquismo, enseguida reconoces el asco con el cual la prensa monárquica hablaba de los obreros todavía no hace un siglo. Supongo que es normal porque escribe en La Vanguardia e incluso Jordi Amat ha preferido marcharse.

Del conflicto con Madrid, y de la debacle nacional española —en la forma moderna que sea—, no se va poder escapar nadie. La pregunta es en qué condiciones llegaremos. La pregunta es cómo va a evolucionar el gentío que quería abrazar a Junqueras y Quim Torra y que ahora los insulta por la calle. La pregunta es qué pasará con la trama de hombrecillos estropeados por los sueldos públicos, que son los únicos que han colgado fotografías bonitas de la Diada porque necesitan recordarse que todavía son alguien. La pregunta es qué pasará con los periodistas y académicos del país en la era del conocimiento.

Estados Unidos está intentando releer su historia desde el siglo XVII. Algunos sectores hasta han convertido el 1619 en una fecha simbólica porque es el año que desembarcaron en Virginia los primeros negros. No hace falta que explique qué pasaba en Catalunya en aquel tiempo, ni que hable del pacto de Westfalia, ni de cómo los estados nación europeos van perdiendo influencia en el mundo. El estado civilización, que vendría a ser la versión moderna del imperio hispánico, aplicada en China o Rusia, volverá a tener cada vez más fuerza  

La Unión Europea tendrá que ser más inclusiva y más diversa para poder ser más dura y para poder defender mejor sus intereses de las agresiones de sus enemigos. En el descalabro que la ocupación de Catalunya volverá a provocar tarde o temprano, no se decidirá solo nuestro futuro. Para bien o para mal, el partido no se ha acabado. Solo se está haciendo grande el campo de batalla y el número de gandules pervertidos por la administración española que ya no saben cómo esconderse.