He hablado de ti en libros y en artículos, y en mi corazón eres leyenda, como lo son todos los amores que te despertaron un día y te ensancharon el mundo contra los miedos que nos hacen pequeños y nos separan de nosotros. A veces te veo hablando con gente de tu país que, cuando empezábamos a conocernos, me decía: huye de esta chica, que no ves que está loca? Como sucede a menudo, yo tenía razón porque no me pierdo en los detalles, y aún hoy me sirves para ver qué miedos hacen tambalear el corazón de las personas.

Nuestra historia duró tanto tiempo y pasaron tantas señoras por enmedio que no puedo explicarla en un artículo. Las personas que tienen demasiada fuerza y curiosidad para no asfixiarse en los espacios convencionales tienen suerte si llegan a conocer a alguien como tú, que ha vuelto de la oscuridad sin estropearse más de la cuenta. De este tipo de ángeles negros, si se me permite decirlo así, que saben sacar lo mejor pero también lo peor de ti, sólo he podido conocer a tres. Gracias a Dios dos eran hombres. Otra mujer no sé si la hubiera resistido.

Tú me distraías y me protegías del aburrimiento que me provocaba la comedia de la ciudad y del país. Cuando la gente se aburre coge miedo de ella misma y corre a refugiarse en las faldas complacientes de los barmans, se tira al consumo de drogas, abarca ideas estúpidas o se muerde los dedos hasta dejarlos sin uñas. Tu teatro era mucho más creativo que las paridas que tenía que escuchar de la mayoría de la gente que se creía culta y bien preparada, pero sobre todo era más pedagógico.

Cuando la gente se aburre coge miedo de ella misma

Las personas deberían ser espejos para las personas, pero la mayoría utiliza la vida social para levantar un muro narcotizante, de olvido y de vergüenza, y luego trata de resolver sus problemas como estos perros que se intentan morder la propia cola. Con el tiempo iremos viendo qué sacamos el uno del otro. Para que las lecciones funcionen como la radiactividad, los efectos se van notando al cabo de los años, pero hay que ver como hemos aprendido ambos, a dominar nuestra selva.

Tratar contigo y con tu pijama de Pantera Rosa era como visitar mi propio zoológico. Antes de conocerte no sabía que llevaba dentro de mí tantas bestias. Me costó unas cuantas temporadas pasar revista a todos los animales y ponerles una risa humana. Tuve que aprender a alimentarlos y a quererlos para que no se giraran contra mi y me ayudaran a desarrollar el instinto y hacer bien mi trabajo. Me costó disgustos descubrir que la idea de hombre virtuoso que me habían enseñado era simplona, pero ahora sé que es el cinismo y no necesito utilizarlo.

Las bestias no se pueden dominar sólo se pueden acompañar y es así que ambos aprendimos a tolerarnos y a comunicarnos a distancia, a veces de una forma casi telepática, como Tarzán y Jane con los monos y los elefantes. Atravesamos el uno empujado por el otro este bosque de vicios y de sufrimientos que hay que superar para volver a mirarse las cosas con un poco de inocencia y de esperanza. Crecer, sofisticarme, demostrarte que podía salir adelante sin ceder a las mentiras establecidas, era un incentivo mayor que adaptarme a cualquier látigo.

Sin tu amor, tu conocimiento del mal y tus comedias de cieguita no sé si habría encontrado ningún motivo concreto para escribir los primeros libros. No sabes como aprendí de cada gesto tuyo. Observaba como escondías y como sacabas la cabeza, cómo gestionabas los peligros desde tu cueva, el espectáculo de tu agilidad mental y de tu debilidad. Me ponía nervioso cada vez que intentaban saquear tu cerebro maravilloso o me parecía que la presión ambiental te llevaría cambiarlo por algo de falsa tranquilidad.

Es increíble la cantidad de mierda que nos quitamos el uno al otro y, en el fondo, como nos protegimos obligándonos a trabajar nuestros puntos débiles, en un país que daña la individualidad. Si intentara explicar todo ello con ejemplos concretos, no se entendería nada. Podría escribir una serie de humor o un psicodrama novecentista ligando escenas que aún hoy a veces me hacen reír. Al final lo habíamos envuelto tanto que tuvimos que ver para creer y, cuando necesitas pruebas de lo que sientes, siempre llegas cuando el tren ya ha marchado.

Sin embargo, pocas historias están más allá del bien y del mal y esto termina haciendo un vínculo, que es casi de sangre.