He leído los dos primeros capítulos del libro de Clara Ponsatí y no puedo dejar de pensar en el artículo que he publicado en Casablanca este fin de semana. Mientras lo escribía, me daba miedo incomodar a los subscriptores si relacionaba la figura de Putin con la de Junqueras, o la invasión de Ucrania con las mentiras del procés. A la hora de la verdad, lo que realmente ha molestado es que presentara la hoja de ruta de ERC como una continuación de la vieja política de CiU.

Como me ha dicho un amigo que sirve cafés en Londres, hay una diferencia esencial entre Junqueras y Jordi Pujol. Cuando Pujol fue ungido virrey, no estaba decepcionado con el país ni con sí mismo. A diferencia de Junqueras, Pujol no llegó al poder porque hubiera renunciado a alguna convicción, o porque estuviera tranquilo con la posibilidad de gobernar toda la vida una región de España. Cuando Pujol empezó a mandar, seducía por la contradicción luminosa que rezumaba todo lo que hacía.

Somos hijos de Pujol porque el líder de CiU no ha gastado nunca la impunidad de ángel caído típica de las élites de Barcelona. Junqueras ha tomado una mezcla de complacencia y de desprecio por la inocencia que recuerda peligrosamente a nuestra burguesía más estéril. No creo que el Pujol de los inicios se hubiera avenido a declarar en castellano en un tribunal, como hizo el líder de ERC. Pujol no tuvo la cara de usar a sus hijos para justificarse o para hacerse perdonar, como tantos políticos y tantos articulistas han hecho estos años.

La posición de Pujol respecto a la política fue siempre descarnada y tradicionalista, como lo es la de Junqueras, pero no creo que fuera acomplejada y pesimista. La posición del líder de ERC respecto de Catalunya me hace pensar en los artículos que Salvador Sostres publica en el Diari de Girona. No sé si algún genio se lo ha puesto para escarnecer el imaginario convergente, pero las bajezas que escribe sobre los catalanes me hacen pensar en las cosas que se decían de Josep Pla cuando me puse a escribir.

Es como si las tramas de ERC y de CiU se hubieran intercambiado los papeles y los hijos directos de Pujol estuvieran emperrados en comportarse como indígenas vencidos que sólo piensan en confundirse con la hojarasca de la selva

Si Junqueras ha sido ungido virrey es porque todas las figuras que tenían un poco de importancia en el país han comprado su interpretación de Catalunya y del procés de una manera u otra. Así como los artículos de Sostres conectan con la parte más visceral del pensamiento del líder de ERC, el libro de Ponsatí es una expresión superficial y convergente de su lírica política más populista y más perversa. El volumen es la continuación del best-seller de Puigdemont, pero con un barniz tribal de disidencia progre.

Igual que hace Junqueras, Ponsatí utiliza el antifranquismo para atenuar el problema nacional, y para situarlo en un marco victimista y postidentitario. Igual que hace Junqueras, Ponsatí se hace la inocente y la persona modesta para quitarse responsabilidades de encima, y mantener el mito que nuestro mal no quiere ruido. Como Junqueras, la exconsellera se sirve del feminismo y de las imperfecciones del físico para hacer electoralismo y para escaquear de una manera lamentable.

Su bromita a propósito de Lluís Salvadó me resulta repugnante, teniendo en cuenta que el libro debe de haber pasado más de uno y de dos filtros. Los elogios a la cultura de Puigdemont me han recordado un programa de TV3 que se llamaba Tres senyores i un senyor y que hizo babear a las señoras convergentes cuando Artur Mas fue a recitar Baudelaire. La simplicidad de la prosa, combinada con el contenido, hace pensar más en los cuentos que Junqueras escribió para sus hijos que en un texto maduro, propio de una académica exiliada.

El libro se presenta como la crónica de unos hechos y está escrito con una libertad subjetiva inenarrable. Como otros subproductos culturales que corren estos días, Ponsatí hace un discurso que te acorrala y que se te mete en casa como quien no quiere la cosa por las juntas de la compasión. Igual que la propaganda de Vichy, su libro es agresivo porque te obliga a utilizar una violencia desmesurada para proteger cosas muy elementales o a tragarte una cantidad de mierda paralizadora.

El colmo de la victoria de Junqueras es que Jordi Graupera haya tenido prisa para legitimar este buñuelo. El libro va contra todas las ideas del mundo y del país que él y todos mis amigos del entorno convergente habían defendido en Primàries y, en general, durante el procés. Es como si las tramas de ERC y de CiU se hubieran intercambiado los papeles y los hijos directos de Pujol estuvieran emperrados en comportarse como indígenas vencidos que sólo piensan en confundirse con la hojarasca de la selva.

A la larga, Junqueras va a necesitar una oposición muy sólida para que las renuncias y las taras no se lo coman, y el mundo de CiU solo da valores de pacotilla. El líder de ERC ha cogido más defectos que no virtudes del pujolismo. En cambio, la mayoría de sus hijos políticos más directos parece que no hayan aprendido nada. Supongo que los riquillos de origen socialista que dominan los partidos de Convergència tienen algo que ver con esto.

Aun así, ante la afectación pomposa de un cetro colonial, es imprescindible mantenerse fuerte y ágil como un bastón o como una espada. Vosotros haréis lo que queráis. Pero yo creo que si no aguantáis la posición, nada os servirá de nada y que el tiempo será más duro con vosotros que con Junqueras. Da lo mismo si creéis que tenéis un gran talento o si el procés os ha enseñado que no erais tan guais como pensabais.