III

Yo formé parte del equipo de gente que volvió a poner el referéndum en circulación después de que el presidente Mas intentara matarlo con la farsa del 9N. En la primera cena sólo había un político del sistema de partidos. “Me parece que puedo pasar con 2.000 euros al mes” —escuché que comentaba con tono fatalista, mientras pinchaba una anchoa, calculando que si apoyaba a la autodeterminación lo pagaría caro.

Curiosamente, la primera reunión la hicimos en un restaurante que queda ante la sede del club Churchill, en el pasaje Marimon, donde también hay el Cobre, el Etta, el Isop y un japonés barato y pintoresco que parece salido de un film asiático costumbrista. Meses más tarde, miembros del club vinculados a ERC y PDeCAT nos intentaron convencer, a Bernat Dedéu y a mí, que todo estaba a punto y que lo más inteligente era concentrarse a criticar España. Ya se sabe que la clave, para sentirse liberal en Cataluña, es poder hacer el sibarita a cuenta del corazón de los contribuyentes.

Meses más tarde, miembros del club vinculados a ERC y PDeCAT nos intentaron convencer, a Bernat Dedeu y a mí, que todo estaba a punto y que lo más inteligente era concentrarse a criticar España

El referéndum ha desmontado las dos grandes comedias del autonomismo: la comedia que pretende que Cataluña forma parte de España por qué quiere; y la comedia que pretende que Cataluña no es independiente porque los políticos de Madrid son los más malos de Europa. Si se trataba que los partidos dejaran de jugar con la gente o que se estrangularan con su propia cuerda la operación ha salido bastante bien. Después de los esfuerzos que hicieron para neutralizar la autodeterminación con hojas de ruta y conceptos eufemísticos, era difícil que los políticos abandonaran la actitud de pícaro reprimido, heredada del pujolismo.

Las mismas razones electoralistas que trajeron los partidos a coger la bandera del referéndum han impedido que entendieran qué herramienta tenían en las manos. Ahora mirarán de hacer con los presos el mismo que CiU hizo con Banca Catalana. Intentarán amenazar al Estado con el desorden para influir en el rey y en la justicia española, pero no creo que les salga bien. Después del numerito que hicieron en octubre, Madrid ya sabe que ni tienen fuerza para amenazar ni tampoco tienen capacidad para controlar la situación en Cataluña. 

Me da la impresión que la suerte del procesismo quedará ligada a la de Podemos, que sólo saca la cabeza cuando puede traficar con las debilidades catalanas y los fantasmas españoles. Si ERC y Puigdemont no consiguen mayoría absoluta y dependen de la CUP para gobernar, me gustará ver qué hacen los Comunes, que tenían que sustituir el PSC en el papel de poli bueno, en Cataluña. Por poco que el país aguante, el Estado se encontrará inmerso en una algarabía parecida al de los años treinta. Eso sí, sin la posibilidad de montar una guerra civil como la de Franco que justifique la aniquilación de Cataluña por la vía violenta ordinaria. La situación es compleja.

Intentarán amenazar al Estado con el desorden para influir en el rey y en la justicia española, pero no creo que les salga bien

—A quien tenemos que votar? —me preguntan los vecinos, inquietos. 

El ejecutivo alto y elegante, que me trataba con condescendencia y que, como el presidente Mas, se pensaba que era la encarnación de la cordura, parece otra persona. Ha dejado de mirarme con el paternalismo enganchoso de la gente que se piensa que la posición que ocupa en la cadena trófica la debe exclusivamente a su talento. Antes me paraba por la calle para preguntarme algo que había dicho en la tele o en la radio y, al final, incapaz de poner en entredicho su voto, me acababa diciendo, con una sonrisa burlona: “Es que no te entiendo”. 

Ahora, en cambio, me entiende perfectamente y así lo ha hecho constar ante todo el mundo. También me entiende un vecino bajito y calvo, que lleva ojeras de contable antiguo, montadas sobre una nariz de pájaro que le da un aire de hombre desconfiado más asustadizo que no despierto. Hoy este vecino estaba simpático. No me miraba cómo de habitud con los ojos pequeños, de enojo y de sospecha. Era cómo si el disgusto que le han dado los políticos le hubiera hecho olvidar las mañanas que di a su señora, cuando estudiaba guitarra eléctrica y tocaba solos de Pat Metheny en toda castaña.

—Cómo lo ves? —insisten los vecinos.

La semana del 1 de octubre incluso yo llegué a pensar que teníamos al alcance algo

Mi cerebro busca una salida sencilla. No me quiero embrancar en una explicación que acabe con un debate confuso y deprimente. La semana del 1 de octubre incluso yo llegué a pensar que teníamos al alcance algo. Mira que iba prevenido. Cuando Clara Ponsatí fue nombrada consejera le dije, literalmente, para no ser mal entendido, apenas atravesar la puerta de su despacho: “Vigila porque intentarán limpiarse el culo con tu honor”.

La Clara me miró con cara de científica que no entiende el resultado de un experimento y me pidió que me explicara. Le dije que intentarían utilizar independentistas de toda la vida como Joaquim Forn o el mismo Puigdemont de carne de cañón para competir con ERC y hacer creer que separarse de España es imposible. Visto en perspectiva estoy bastante seguro que Forn aceptó ser consejero de interior porque quería ser candidato a la alcaldía de Barcelona y que Puigdemont no tenía mucho margen para rehusar ser presidente, como sí que lo tenía, por ejemplo, Santi Vila, que ha encontrado trabajo enseguida.

Le dije que intentarían utilizar independentistas de toda la vida como Joaquim Forn o el mismo Puigdemont de carne de cañón para competir con ERC y hacer creer que separarse de España es imposible

Hay cosas que no puedo escribir hasta que la justicia española no tenga el Nuremberg que se merece, pero todavía antes del referéndum, en casa de un amigo común, un día que la Clara estaba negro con ERC y PDeCAT, le pregunté: 

—Pero que demonio pretenden?

—Ir a elecciones, mira.

—Estan locos. Los españoles los empapelarán.

—Vila! Calla! Tú y tus predicciones -llamó la Clara.

—Es pura lógica —mascullé.

La autodeterminación de Cataluña es legítima, lo que no es legítimo es utilizarla para mantener el poder dentro de España. Es tan poco legítimo especular con un referéndum para intentar ganar unas elecciones convencionales como intentar impedirlo por la fuerza. En unas autonómicas está en juego una millonada, no puedes prometer el oro y el moro sólo para quedarte la pasta. Hay gente que vive tan sometida que incluso olvida los límites que le impone su sumisión. 

Es tan poco legítimo especular con un referéndum para intentar ganar unas elecciones convencionales como intentar impedirlo por la fuerza

¿Cuántos traficantes de droga se han partido de risa cuando algún camello lo ha querido extorsionar sin tener ni su fuerza ni su mala leche? La gente que se piensa que la moral no existe tarde o temprano acaba topando de morros con ella. Claro que entonces es más fácil que piense que le ha caído encima un meteorito que no que se pregunte si no ha caído demasiado bajo. Los políticos difícilmente admitirán nunca que estan en el exilio o en la prisión por culpa de la honestidad de sus votantes. Pero si no se esperaban la reacción de España es por que habían perdido todo el sentido del bien y del mal.

En todo caso, al final nos concentramos y resolvimos el problema de Clara, que es uno de los pocos miembros del gobierno que aquellos días no falló. A pesar de que yo mismo le había aconsejado que dimitiera si veía que ERC y PDeCAT jugaban a la ruleta rusa más de la cuenta, la semana del 1 de octubre me hice ilusiones. A pesar de las críticas que le hice a Puigdemont la noche del referéndum, cuando salió a dar los resultados, y a pesar del relato que hice un par de días antes en una cena de 30 personas que me escucharon estupefactas y enojadas, me dejé llevar por el ambiente.

Es verdad que entonces no sabía que los jefes de gabinete del consejero Romeva ni siquiera no hablaban inglés, para poner un ejemplo

Es verdad que entonces no sabía que los jefes de gabinete del consejero Romeva ni siquiera no hablaban inglés, para poner un ejemplo. Un equipo de gente tan inexperta como el que Romeva tenía en el departamento de Exteriores no habría sido permitido ni siquiera en un gobierno autonómico normal y corriente. Pero quizás incluso si hubiera sabido esto también me habría dejado imbuir por el ambiente. El día siguiente del referéndum me encontré a Sostres en el Velodrómo y él también parecía convencido que habíamos ganado, a pesar de que  no supiera todavía muy bien qué. Iba con una periodista de la ABC más lista que nosotros.

—Yo pensé que ibáis ganando durante un rato —nos dijo, masticando el castellano al estilo vasco, como si fuera un chuletón. Cuando vi que Puigdemont se escondía de la policia en un túnel como si fuera el ratón de Tom y Jerry, os di por derrotados. Con este tendero que se cree más listo que James Bond acabaréis suplicando por el Estatuto.

(Continuará en un libro o, nunca se sabe, quizás el verano que viene)