Estoy viendo una serie que se llama Okkupert y que va de una invasión de Noruega por parte de Rusia, hecha con el consentimiento de la Unión Europea. La miro en castellano porque Amazon Prime solo la ofrece en la lengua de Madrid. En general, cuando Jeff Bezos me pone en esta situación, abro YouTube para ver otra cosa. Con esta serie hago una excepción, solo porque el castellano le da un pellizco extra de actualidad que la hace más realista y subversiva.

En castellano, la identificación entre Rusia y España, todavía es más directa que en la versión original en noruego. Las vedettes del régimen de Vichy también son perfectamente identificables entre las figuras principales de la ficción. Ahora que Bruselas intenta cohesionarnos contra Putin, Okkupert me ha recordado que Catalunya es la nación de Europa que tiene una experiencia más honda en invasiones y guerras híbridas. La serie expone nuestro drama, pero también habla del margen que tenemos para defendernos y para volver las bofetadas.

Desde que Franco empezó a utilizar la prensa y la inmigración para poder hacerse fotografías con los americanos, la historia de nuestro país se puede explicar en los términos que describe la serie. Okkupert cuenta cómo se controla la opinión pública y cómo se extorsiona a los líderes políticos en una situación parecida a la nuestra. A través de la serie ves por qué hay gente que puede vivir con 300 euros al mes, pero no puede vivir sin Catalunya, y por qué un partido tan hipócrita y corrompido como CiU pudo desestabilizar al Estado más que ETA.

Okkupert establece una línea muy fina entre las decisiones que se toman para evitar muertes inocentes y las que se sirven del miedo que hace la violencia para justificar un interés banal o miserable. También hace énfasis en la fortaleza mental y en la autoconciencia que hacen falta para salir entero de una ocupación, aunque sea de baja intensidad como la que los españoles tienen desplegada en Catalunya. Los capítulos van llenos de personajes que pierden el norte y que se dejan arrastrar por excusas cada vez más siniestras.

El 1 de octubre estalló precisamente por la acumulación de fuerza que generó nuestra capacidad de sobreponernos a la ocupación española, durante los años dorados del pujolismo. Ahora que Europa se parece tanto a nosotros, y habla de post verdad, y relaciona la inmigración con la guerra híbrida, sería una lástima que nos rindiéramos

La serie parte de la idea que en un mundo como el de hoy la fuerza no lo es todo, y que la lucha personal de los ciudadanos para explotar los espacios de libertad genera dinámicas incontrolables que se pueden aprovechar a favor de la política. A mí me ha recordado que el 1 de octubre estalló precisamente por la acumulación de fuerza que generó nuestra capacidad de sobreponernos a la ocupación española, durante los años dorados del pujolismo. Ahora que Europa se parece tanto a nosotros, y habla de post verdad, y relaciona la inmigración con la guerra híbrida, sería una lástima que nos rindiéramos.

El conflicto con Madrid se ha vuelto más crudo porque el referéndum se montó usando las mismas estructuras españolas de la Transición, que estaban pensadas para exterminarnos. Si los españoles hablan tanto de reformar el texto de 1978, es porque incluso TV3 ha perdido la fuerza que tenía para enmascarar las bases de la ocupación. Como ha explicado Jordi Graupera en un hilo de Twitter, el pacto constitucional no es la principal fortaleza del cerrojo político español, sino su gran debilidad, igual que un bozal lo sería para un perro rabioso —y más si un veterinario europeo le hubiera quitado las pulgas—.

El hecho que no hayamos conseguido la independencia no justifica que nos tengamos que resignar a votar comediantes, ni a leer meapilas, ni siquiera a hacer la pelota a gente que no nos convence. Como se ve en la serie, Europa es muy grande y depende más de la vitalidad de sociedades como la catalana que no de Estados retóricos como Francia o Alemania. La oportunidad de hacer la independencia ya vendrá, si tiene que venir, pero aprovechad el espacio de libertad que os da el continente para tener hijos, para hacer dinero y para dar por el saco a los españoles, si os queda tiempo.

En cualquier otro momento de los últimos 300 años ser catalán fue bastante más difícil. Esta prisa tan extendida para ganar o para morirse, es muy comprensible, pero completamente absurda.