Diana tiene una vena cómica muy divertida y ayer por la mañana, mientras almorzábamos, se puso a imitar a estos chicos que dicen que no pueden dormir por culpa del cambio climático. Habíamos visto el vídeo que TV3 hace circular en Twitter, no sé si para acabar de perder a los pocos espectadores que le quedan y tener una excusa para bajar la persiana cuando Madrid se lo ordene. La cuestión es que, mientras me reía, me di cuenta de que los pobres chicos traumatizados hablaban un catalán xava lamentable.

Cuando la memoria de las dictaduras estaba viva, el catalán de estos chicos angustiados se relacionaba directamente con la política de saqueo y de exterminio perpetrada por los militares africanistas. Era un catalán que producía el repelús de las heridas abiertas, cuando menos entre los supervivientes más lúcidos de las políticas de Franco y de Primo de Rivera. Ahora que el Estado necesita excusas para podernos perseguir, este catalán nos tendría que recordar que la imbecilización es la alternativa más barata al asedio abierto y sanguinario.

Para crear líderes nuevos, se tienen que despertar angustias nuevas. La España del 1940 se esforzó mucho en bajar el listón, para desmoralizar a los catalanes y mirar de asimilarlos. Entonces se utilizaba el comunismo de espantajo, mientras se fusilaba y se robaba a diestro y siniestro. Ahora también se intenta hacer fuego nuevo, y subvertir la transmisión de la memoria y los valores. Pero en vez de matar y de intentar disolver la cultura nacional con migraciones masivas de mano de obra barata, se fomentan directamente las actitudes victimistas y neuróticas. 

Tendríamos que ir con cuidado, o las generaciones de la posguerra y las generaciones del posprocés tendrán más cosas en común de las que querríamos

El esfuerzo que los medios de la Generalitat han hecho para socializar la estupidez y la frivolidad morbosa de los políticos del procés, ha sido titánico, en los últimos años. La cuestión es dar excusas a los jóvenes para que se dejen castrar de una manera u otra, acompañarlos hasta el matadero para poder trincharlos muy mezclados con los últimos restos de la sociedad de consumo americana. El hecho de que TV3 encabece la política de autodestrucción no nos tendría que despistar. Como escribió aquel profesor de Ciudadanos, se trata de devolver el país al empobrecimiento cultural de los setenta.

Aunque nos duela, hay una relación de fondo entre La Vanguardia de Galinsoga y la TV3 de Vicent Sanchis. Si hiciéramos una lista de las patums del periodismo de Vichy, de hecho, veríamos que muchas de sus figuras, desde el mismo Sanchis hasta Salvador Sostres, pasando por Francesc-Marc Álvaro y Albert Sáez, se hicieron un nombre en el Avui, el diario pionero del procés. La falsa ruta de 1939 se implementó a sangre y fuego; ahora se implementa por otros medios, porque España no ha caído en el bando geopolítico de los países más bestias.

Para que nos entendamos, Galinsoga decía que todos los catalanes somos una mierda, mientras que TV3 nos hace sentir como una mierda. Tendríamos que ir con cuidado, o las generaciones de la posguerra y las generaciones del posprocés tendrán más cosas en común de las que querríamos. Estos chicos paralizados por peligros que no pueden controlar, que se exhiben a través de sus debilidades más patéticas, tanto me hacen pensar en los discursos que Junqueras hacía en la prisión, como con los militares que juraron sembrar de sal el espíritu de Catalunya. 

Si dejamos que la política de imbecilización se consolide sin combatirla, a la larga no sé qué será mejor, si la violencia física de antes o la psicológica de ahora. En una sociedad deshecha por los complejos y el miedo, las trayectorias personales se envenenan hasta un punto que al final todo el mundo está jorobado y no hay manera de construir nada sólido.