Mientras leía la entrevista que Núvol ha hecho a Abel Cutillas con motivo de la reedición de Desànim de lucre, pensaba en el naufragio del Titanic. El teatro de Vichy me hace pensar a menudo en la loca desesperación de los señoritos que intentaban aferrarse a los restos del barco más magnífico de la historia bajo el cielo estrellado del Atlántico.

No me hacía falta leer la entrevista para saber que la actitud más sensata que se puede tener ante los náufragos de Vichy es dejarlos que se ahoguen. A veces, cuando se acercan a mi barca, yo también tengo la tentación de tenderles una mano, pero siempre hay algún detalle que me recuerda que lo único que lograré será hundirme con ellos en la noche.

Más allá del malestar que la promoción del libro pueda producir en el subsuelo de los artistas que se consuelan poniendo likes en Twitter, no estoy seguro de que la entrevista aporte nada, ni mucho menos que haga justicia a Cutillas y a su pensamiento. Igual que Martí Sales, Joan Burdeus se acerca con ilusión a todo aquello que le parece nuevo y alternativo, pero al final solo tiene fuerza para perpetuar los esquemas de siempre.

Sus entrevistas son una degradación de las longanizas que el hijo de Salvador Cardús publicaba en VilaWeb en las épocas gloriosas del procés. Entonces el público estaba dispuesto a tragarse las trolas más gordas. Ahora basta con un título para reconocer el espíritu crepuscular del mundo hemofílico que Cutillas escarnece en su libro. 

Las guerras, como la paz, forman parte de unas dinámicas que se escapan del control de las naciones y los individuos

Vichy reduce los debates a los traumas del siglo XX para poder justificar la ocupación de Catalunya. Por eso la palabra guerra y la palabra poder sirven de espantajos para no hablar de nada y para convertirlo todo en una forma de activismo. En la entrevista de Burdeus se ve muy bien la fobia que Vichy tiene a cualquier sentido sublime de la existencia —un sentido que es natural en las personas y que es la base de toda civilización.

Cutillas piensa bien porque tiene intuición poética, y porque la cultura le ha permitido tomar distancia con los estigmas heredados de la familia y del país, y progresar en sus propios términos. El genio de su pensamiento se alimenta de la resistencia intelectual y física que toda persona cultivada tiene que saber poner a las pulsiones de su época. La entrevista de Burdeus es un intento animalesco de flotar en la confusión aprovechándose del esfuerzo de los otros. 

Si Desànim de lucre ha salido reeditado y, por cierto, mejor escrito, es gracias al trabajo de Diana Coromines, que fue la número tres de la candidatura de Primàries. Mientras leía los pasajes de la entrevista que Burdeus dedica a hacer ver que habla de aquel experimento inolvidable, recordaba una reunión tumultuosa de aquellos días.

A Coromines, a menudo existe la tentación de intentar ignorarla o de ponerla con educación dentro de una vitrina porque no hace con su abuelo el mismo trabajo de saqueo que Maria Bohigas ha hecho con el suyo. Como que oficialmente su país no existe, cada vez que saca la nariz —esta nariz tan larga y puntiaguda que tiene— todo salta por los aires, sin que ni tan siquiera llegue a proponérselo.

Las guerras, como la paz, forman parte de unas dinámicas que se escapan del control de las naciones y los individuos. Si Primàries nos enseñó algo fue justamente esto. Los que se piensan que han ganado serán los próximos en perder y, por lo tanto, es prudente mantenerlos a distancia, junto con los invertebrados que querrían reducir la realidad a los hechos para no tener que tomarse la molestia de ir al fondo de nada.