Francesc-Marc Álvaro advertía el otro día en un artículo ramplón de los suyos en La Vanguardia que el virrey Junqueras quiere imitar a Jordi Pujol sin tener ninguna opción de pactar con el PP a la manera de la vieja CiU. Como era de esperar en un analista que tiene la costumbre de evitar el hueso de los problemas, Álvaro presentaba la táctica de los republicanos como una debilidad respecto a los convergentes.

En realidad, ERC no necesita poder pactar con el PP para dominar a los partidos de CiU. De hecho, su fuerza viene del hecho que no podría hacerlo aunque sus dirigentes más cínicos lo quisieran. El progresismo, en España, es un compromiso de urgencia, la última trinchera de la estabilidad antes del conflicto abierto. Por eso, a diferencia de Francesc Cambó, Pujol pactó con los comunistas y Jaume Giró es feminista, ecologista y si hace falta nos hablaría en "toti".

Cuando la crisis malogró el “talante” de Zapatero, el independentismo rompió las costuras del marco autonómico. Tirando para atrás, Felipe González necesitó 14 años y un escándalo como los GAL para tapar el trauma que dejaron Tejero y el resto de aquelarres anticatalanes de la Transición. Esto por no hablar de la Segunda República, o de la Renaixença, otra alianza progresista entre Madrid y Barcelona que acabó saliendo de madre.

En Catalunya todo el mundo sabe que el gobierno del PSOE es un gobierno provisional y que, cuando caiga, volverá a empezar el baile, igual que volvió a empezar cuando Pujol pactó con Aznar. Entonces la caída del muro de Berlín empezaba a disolver las fronteras europeas y España parecía estabilizada, de lo contrario, el pacto del Majestic habría sido imposible. Solo hay que recordar el final apoteósico de aquel primer PP, para entender que Rajoy no cayó por la corrupción sino por el 1 de octubre.

Si no hay un imprevisto, la estancia del PSOE en la Moncloa dependerá del tiempo que los catalanes tardemos en rehacernos moralmente de las mentiras del procés

El marco político que sostiene Junqueras también se irá desgastando a medida que el futuro de Europa se aclare y que España coja confianza en su democracia estropeada. Mientras tanto, es verdad que el líder de ERC hace como Pujol, y juega con el miedo que da la incertidumbre para procurar que todo el mundo trabaje a favor de sus intereses. Cada vez que un político abre la boca, o que La Vanguardia hace una portada, ERC recoge un voto. En Catalunya, casi todo el mundo se siente vencido y quiere ir directamente al cielo, y Sánchez todavía es joven para pensar en jubilarse.

Si no hay un imprevisto, la estancia del PSOE en la Moncloa dependerá del tiempo que los catalanes tardemos en rehacernos moralmente de las mentiras del procés. Si el PP gobierna antes de tiempo, Junqueras cogerá todavía más fuerza ―quizás la misma que cogió Companys antes del Seis de Octubre―. El PSOE es el partido que el Estado usa para chutar las pelotas hacia adelante, por eso los catalanes tienen en él tantos cargos. En cambio, el PP es el partido de la continuidad histórica.

El junquerismo no necesita poder pactar con el PP, sino poder vender la camama del amor prójimo, igual que el pujolismo vendía los mil años de cordura y pragmatismo. Todo son maneras de tapar la rendición, que siempre es provisional e inestable, con alguna forma aparente de acuerdo o compromiso. Igual que el peix al cove se terminó con Aznar, el amor al prójimo también encontrará sus límites y cuando tope con la realidad, vale más que todos estemos bien preparados.

Después de haber abusado tanto años del amor y del pactismo, los partidos se encontrarán que solo pueden pescar en el discurso político de la fuerza. Es lo que intuyen los votantes de Vox, que España siempre acaba siendo un espejo partido y monstruoso de Catalunya. Mientras no salga un político capaz de llenar de inteligencia el silencio escandaloso de los votantes independentistas, el monopolio de Junqueras cada año será más asfixiante y vacío de contenido.

Solo hay que leer los artículos de Álvaro para adivinarlo. O mirar hacia el País de Gales, donde el partido laborista hace 100 años que dirige el cotarro.