Me dicen que el PP busca la manera de arreglar su situación en Catalunya por enésima vez. Los hijos de Aznar pensaron que podían rebajar el discurso al nivel de Ciudadanos y utilizar la bandera catalana como si fuera papel de váter. Ahora, igual que las criaturas de Jordi Pujol, empiezan a pagar el precio de su falta de coraje y de escrúpulos. Milián Mestre es moderado cuando dice que la existencia del PP se juega en Catalunya.

Aquí, el PP no se juega solo su futuro, también se juega el sueño modernizador que le dio las alas. El PP retiró a Fraga para poder aglutinar al patriotismo español bajo una bandera democratizadora. Después, para no arriesgarse a perder Catalunya, fue soltando todos los monstruos del sótano. Ahora, después de despreciar la inteligencia y la cultura durante años, y de prostituir a sus propios hijos, los monos se le suben a las barbas. 

En el fondo, al PP no le ocurre nada, a nivel español, que no le ocurriera a la Lliga de Cambó, en la Catalunya de los años treinta. Cuando el proyecto de Prat de la Riba empezaba a tambalearse a causa de las tensiones internas del país, Cambó se apoyó en los pistoleros para poder mantener la hegemonía. Cuando el proyecto aznariano encontró las primeras resistencias, el PP hizo lo mismo con las limitaciones que imponía su época.

Primero en el País Vasco y, después, en Catalunya y en València, el PP ha aplicado aquel principio que me dijo un día un colaborador de Aznar, con humos de intelectual: “Nación y lo que quieras, pero en España mandamos nosotros”. Igual que hicieron los políticos de la Lliga hace un siglo, el PP prefirió que las momias le hicieran el trabajo sucio que dejar trabajar a los jóvenes. Ahora el partido alfa del Estado no tan solo se encuentra sin liderazgo y sin ideas. Además ha dejado la España nacional invertebrada.

El PP deja un país fracturado, una monarquía deslegitimada y una democracia estropeada, con un partido único controlado por el Rey y por Bruselas

La llamada España vacía es la metáfora de un vacío más hondo y peligroso. El PP ha fracturado y ha corrompido a la generación más educada y más cohesionada de la historia para no tener que discutir sobre Catalunya. En este punto, la trayectoria del PP también recuerda a la herencia que dejó la Lliga para evitar la cuestión obrera. Rajoy se retiró después del 1 de octubre por el mismo motivo que Puig i Cadafalch se entregó a Primo de Rivera: para no tener que admitir la derrota.

El PP de hoy es Salvador Sostres dando lecciones de rico en el Diari de Girona, mientras hace la pelota a Pere Aragonès y a Salvador Illa, después de haberle reído las gracias a las mentiras de Artur Mas y de Inés Arrimadas. Es Ignacio Peyró haciendo de Nèstor Luján en Instagram, para dar lustro a las letras españolas sin tener que escribir ni una raya que no sea sobre restaurantes y bodegones. Es Andrea Levy sacando punta al espíritu adolescente de Madrid, para ir tirando entre trogloditas y pájaros rapaces.

El partido alfa de España no se podía permitir las frivolidades de los socialistas, si quería dejar alguna herencia aprovechable. La vieja CiU siempre podrá decir, para salvarse, que protegió al catalán de la extinción programada por el franquismo, aunque los españoles y los histéricos del país ahora lo pinten como una lengua moribunda. El PP deja un país fracturado, una monarquía deslegitimada y una democracia estropeada, con un partido único controlado por el Rey y por Bruselas.

Una derecha civilizada era la última pieza que le faltaba a España para superar el siglo pasado. Debe de ser por eso que los políticos cada vez me hacen pensar más en aquello que mis abuelos decían cuando hablaban de los años treinta: “Franco hacía la guerra contra Catalunya, pero nosotros no teníamos bando porque los políticos de la Generalitat eran una pandilla de caraduras y de Madrid no hace falta ni hablar”. Cuando veo que Puigdemont se prepara para volver como si fuera Macià, abrazando a los comunistas españoles, me vienen ganas de aprender idiomas y comprar oro.

Tanta obsesión por Catalunya, y Madrid y su desierto van camino de ser una provincia cutre de Miami.