La última película de Almodóvar explica muy bien el vacío que deja la impotencia cuando el amor incondicional no es suficiente para proteger a las personas que queremos de sus propios demonios. El protagonista es un cineasta famoso que vive encerrado en su casa hundido por una montón de dolencias crónicas y una profunda crisis creativa.

Almodóvar me ha interesado poco porque su universo kitsch, lleno de folclorismo y de personajes estridentes que siempre gritan, tiende a molestarme. Sus películas me recuerdan demasiado al populismo español y a las continuidades de la democracia con el franquismo para que pueda conectar con ellas de una forma limpia.

Dolor y gloria es la película de Almodóvar más contenida que he visto. La utilización de la miseria no es gratuita y el barroco no funciona como un decorado retrógrado y polvoriento para enfatizar groseramente la tragedias de la vida. El film está lleno de flashbacks porque Almodóvar relaciona la lucha por la supervivencia del protagonista con los paisajes de la juventud y la niñez.

El Madrid de la movida y las cuevas de un pueblo andaluz dan el contrapunto de vitalidad a la existencia arrastrada del protagonista, que parece al límite de la resignación y del hundimiento toda la película. La fama, parece que nos quiera decir Almodóvar, se construye sobre el vacío que dejan las idealizaciones que protegen nuestra inocencia de la lealtad que nos ata a las personas que queremos.

El protagonista de la película vive aferrado al recuerdo de la madre y de un amante heroinómano que lo abandonó en el momento más dulce de su carrera. Almodóvar describe muy bien como los mismos recuerdos que van matando al protagonista son los mismos que lo mantienen suficientemente ligado al mundo para resistir, y no liquidar su espíritu de lucha y el afán de encontrar respuestas.

En la película, la memoria funciona como una droga más de las muchas que el protagonista debe tomar para no ser destruido por el dolor que le provocan las dolencias. El protagonista rememora imágenes del pasado para huir de su situación, a pesar de que también busca en el pasado el momento en que perdió la inspiración que lo mantenía por encima de las circunstancias, al lado mágico de la vida –donde todo es posible.

El giro de la película se produce cuando el protagonista se encuentra con el amante que lo había abandonado y tiene la oportunidad de cerrar la historia, una vez la ha comprendido. La relación con la madre explora la idea fascinante que el niño es el padre del hombre y que la verdad da miedo porque hace daño, pero que el autoengaño es peor, porque nos agota la vitalidad y nos desangra a través de los mismos amores que intentamos proteger de la desilusión desesperadamente.