La degradación de Barcelona es un espejo de la degradación de los políticos catalanes y del discurso pragmático de las supuestas élites empresariales y mediáticas del país. Ada Colau es alcaldesa porque los señores que cortan el bacalao en la ciudad no encontraron, a última hora, nadie que se adaptara mejor a sus intereses. Colau fue un recurso de urgencia y Manuel Valls solo hizo lo que casi todo el mundo le pedía, por activa o por pasiva. Empezando por TV3.

Tardaremos mucho tiempo en recuperar la ciudad. La complejidad de las ciudades viene de la complejidad de los procesos históricos, y lo que has estropeado en un montón de años no lo puedes arreglar en dos días. La Barcelona de Pasqual Maragall, la famosa Barcelona olímpica que siempre sirve de excusa a la propaganda española, no se explica sin la Catalunya de Jordi Pujol. Aunque sea trágico para algunos, no hay ninguna capital en el mundo que no haga pensar en su país.

Siempre que Barcelona va demasiado bien, la unidad de España se tambalea y siempre que la unidad española se tambalea, Barcelona acaba sacrificada, por su misma clase dirigente, en el altar de algún elemento retórico y grotesco. Se pueden buscar tantos ejemplos como se quieran. Ada Colau sirve como reencarnación de Pich y Pon o como reencarnación de Durruti, todo viene de la misma obsesión banal para evitar el choque con España en el momento que toca.

Barcelona a menudo va a la cabeza de Europa, y me parece que las élites del continente tenderán a erosionar sus ciudades para intentar hacérselas a su medida, es decir, a la medida de su pérdida de peso en el mundo

El otro día en una boda me di cuenta de que las diez personas que nos sentábamos en la misma mesa nos habíamos largado de Barcelona en los últimos dos años y medio. Cuando lancé la encuesta, todo el mundo se puso a hablar de Colau y de la pandemia, pero me parece que hay otro fenómeno más profundo. Barcelona es el centro del expolio español, y es normal que en una época tan dura los catalanes que se lo pueden permitir se planteen marcharse a otra parte.

A medida que la globalización ponga presión en la Unión Europea, veremos como la clase media de todo el continente tenderá a replegarse fuera de los grandes centros urbanos. Las ciudades europeas se han convertido en máquinas de chupar dinero, más que en fábricas de ideas nuevas. El teletrabajo se puede mantener tan solo porque vivimos una época reaccionaria y la creatividad no es ni el objetivo de los padres hipotecados, ni el de los funcionarios. Sin un buen ejército o una buena democracia, los ideales cosmopolitas se vuelven caros de mantener.

Barcelona a menudo va a la cabeza de Europa, y me parece que las élites del continente tenderán a erosionar sus ciudades para intentar hacérselas a su medida, es decir, a la medida de su pérdida de peso en el mundo. Los disturbios y la suciedad, como la corrupción moral de los jóvenes, forman parte de la escenografía centralizadora, que exige comprar barato para después poder vender mucho más caro. La gente busca seguridad y la arbitrariedad de España y el régimen de Vichy erosiona el prestigio de la vida urbana.

Barcelona cae, pero volverá a subir con alguna ola de la historia. De momento, lo único que podemos hacer es intentar que la caída nos arrastre menos que a los otros para poder volver más fuertes.