Cuando el pie chocó contra el fondo de la piscina el mundo se me hizo pequeño y solo quedamos tú y yo, como en tus últimos días, cuando tenías la boca seca y me pedías las gafas para ver como llovía a través de la ventana. Me di cuenta de que nunca eres lo bastante grande para quedarte huérfano y que la orfandad es saber de corazón que estás solo no solo ante la muerte sino también ante las arbitrariedades más pueriles y absurdas de la vida. 

Recordé un día en el que papá y tú me llevabais a urgencias. Me moría de dolor y de repente me puse a reír. “¿Y si un urbano nos para?” La radioterapia había dejado a papá casi sordo y con dificultades serias para hacerse entender. Los médicos le prohibían conducir porque ni siquiera podía girar el cuello, y llegamos al hospital casi contentos, con papá que nos mataba de risa con su parodia de la policía, mientras nos pedía: “¿Viene algún coche por la izquierda?".

Aquel mundo tan reducido de la piscina se lleno enseguida de pensamientos y recuerdos. Recordé el día que me dijiste que me había vuelto sabio y también cuando lamentaste que ya no pudiera cumplir la promesa de llevarte a Via Veneto. Dentro del agua, desfilaron tantas cosas que necesitaría un libro para escribirlas. Salí como un pollito y me marché sin decir nada a nadie, como si tuviera miedo de que se me rompiera algo más importante que el pie, que ya no parecía que fuera mío.

Antes de saltar al agua veía mi futuro lleno de posibilidades, pero tenía la sensación de que una corriente me arrastraba río abajo sin darme tiempo de digerir las cosas que más me importaban. Todo el mundo me reclamaba. Unos, por la política. Otros, por el entretenimiento. En la familia había una urgencia para cerrar carpetas que no entendía. Mi cabeza giraba a mil por hora y no quería pasar página, ni condicionar el futuro con una lectura del presente precipitada.

Me sentía empujado de forma inoportuna por inercias que no eran mías. Solo D me dejaba aire y me avisaba de que tarde o temprano tendría que parar unos cuantos días. No salté para hacerme daño, evidentemente, y la cosa me ha salido más barata de lo que llegué a creer. Pero he tenido que luchar, porque dolor te intenta absorber continuamente hacia las oscuridades del pasado, como estos grandes remolinos que hacen los transatlánticos cuando se hunden.

He visto que el cuerpo busca el confort y que si lo malcrías enseguida te intenta esclavizar el pensamiento con memorias que creías olvidadas y fantasmas que dabas por bien enterrados. He descubierto que las duchas de agua fría, si puede ser helada, son ideales para despertar los instintos primarios de supervivencia y para cortar por lo sano el derrotismo y las mierdas que, con los años, fabricamos con el cerebro y a veces se nos incrustan en el carácter. 

Estos años acariciaba la ilusión de que, como mínimo tú sí que podrías ver como me salía con la mía, pasara lo que pasara en el país. Acariciaba la ilusión de que te vería subir en el arca de Noé que estoy construyendo, con la ayuda de algunos amigos, en medio de este revival de épocas que dijiste siempre que no querías volver a vivir. Me había hecho la idea de que incluso escribiríamos juntos alguna cosa, y que te podría enseñar el mundo desde una perspectiva que nunca tuviste ocasión de ver. 

Te quería demostrar que eres más creativa que los programas traumáticos de la historia que ahora intentan volver a poner en marcha en nuestras cabezas a base de propaganda y noticias. Me supo mal verte marchar con este sentimiento de derrota, no haber tenido la fuerza para crear a tiempo un espacio desde donde pudieras sentirte vencedora, disfrutar de todo aquello que conseguiste contra pronóstico. 

Tú me enseñaste que todo es uno y esto, que me ha sido tan útil para escribir, me consuela. He cogido una botella de champán que había quedado en tu casa para celebrar que ya puedo andar sin muletas. Todas mis victorias serán siempre tuyas. Espero de todo corazón que haya cielo, ni que sea para que desde arriba papá y tú podáis ver la continuación de esta fiesta. Quizás es un sentimiento pueril o narcisista, pero de ninguna forma no querría que os perdierais la parte más buena de la mi historia, que es la vuestra.