A pesar de que sólo lo vean cuatro gatos, el futuro del mundo todavía se juega en Catalunya más que en Estados Unidos. Incluso mi entorno ha enloquecido con las elecciones americanas, y me levanto con mensajes que dicen que si Trump no gana, acabaremos en manos de Francia y de China. El artículo más inteligente sobre la momia de Joe Biden lo ha escrito Jordi Graupera, que hace esfuerzos para retroceder mientras dice que, de ningún modo, no se puede volver atrás. 

El artículo está muy bien escrito pero Graupera prefiere utilizar el prestigio de Bruno Maçaes que la solidez intelectual de su amigo Abel Cutillas. Cada vez que Cutillas tiene que recordar que hace años publicó un libro que se llama El desànim del lucre, me acuerdo de Londres-París-Barcelona, el otro pie de los discursos de Primàries. Los mecanismos de la caída de Occidente ya los habíamos teorizado, en Catalunya, pero los chicos de las subvenciones decían que éramos quijotescos.

En Catalunya siempre vamos un poco por delante y algo más atrás que el resto del mundo civilizado, por eso el país se nos resquebraja, cuando la historia se acelera. Necesitamos políticos que sean cultos, no que intenten protegerse de Madrid haciéndose pasar por intelectuales o pedagogos. Con buenos políticos entenderíamos mejor a Trump. Pero preferimos ser el mejor ejemplo de cómo las élites de los países democráticos han pervertido la cultura con su hipocresía de hombre-masa.

Si a los Estados Unidos le ha fallado Europa, a Europa le ha fallado Catalunya, que era el vínculo con la historia colonial que ahora vuelve en forma de estados monstruosos como China, Irán o India. En Catalunya, las vedets se han puesto a dormir en los laureles con la calma rancia y susceptible que las derrotas dan a los perdedores. Ningún condecorado no piensa que el peor está por venir, o que 1945 fue una derrota más dura incluso que la de 1939, igual que 1714 remató la Guerra de los Segadores. 

A Barcelona no le corresponde elegir entre Biden y Trump, sino decidir si quiere conformarse a sufrir un descalabro todavía más sordo o mantener viva su lucha, que también es la de Europa

En la Catalunya de Vichy, sólo hay que leer a Dedéu para ver que incluso la bohemia se ha vuelto china y aspira a convertirse en asalariada del partido mientras da lecciones de gran capitalismo. De momento, China no ha inventado nada que pueda deslumbrar a Occidente. China sólo es el fantasma del vacío que ha ido conquistando nuestro sentido del honor y del dinero. Tenemos que volver a Hobbes, pero pasando por la ilustración, entendiendo que hay un ideal a conquistar más importante que tu camino del medio. 

Después de la derrota de la Comuna, París vivió las mejores décadas de su historia porque sus mejores políticos y artistas rehusaron rendirse o esconderse detrás de matices anodinos. Zola, Clemenceau y Proust salieron del caldo de cultivo creado por el París sublevado contra la derrota. A Barcelona no le corresponde elegir entre Biden y Trump, sino decidir si quiere conformarse a sufrir un descalabro todavía más sordo, o mantener viva su lucha, que también es la de Europa.

Ahora todo se juega a un nivel local, e incluso diría que a un nivel más íntimo que no parece. La presión de las contradicciones se concentra en los núcleos pequeños porque la renovación de cualquier sistema se consolida en sus nodos y unidades más básicas. Por eso el cloqueo de las gallinas cínicas cada vez es más intenso y vemos tantas princesas góticas que quieren conquistar el mundo haciéndose las ofendidas por nada.

Como ya ha pasado en otras épocas, los catalanes que tengan algo que decir tendrán que hacer elecciones cada vez más ágiles y más trágicas. El margen para las excusas se hará pequeño y las decisiones y abstenciones tendrán consecuencias para el conjunto cada vez más hondas y evidentes. Hacemos ver que las elecciones americanas nos marcarán para sacarnos de encima la responsabilidad, como anoréxicas que se van a cuidar niños a Suramérica. 

Las elecciones americanas no nos salvarán de nada. La lucha más importante no es la que tienen Trump y Biden; es la que se libra en Catalunya entre todos los que se venderán, o seguirán haciendo la puta i la Ramoneta, y los que encontrarán a tiempo la manera de no doblegarse. A la larga, en Occidente, todo el mundo quedará marcado por el arte o por la infamia.