La suspensión de Laura Borràs como diputada y, en consecuencia, como presidenta del Parlament no sólo afecta a su persona, sino que toca de lleno a su partido, del cual también es presidenta, y el sistema de partidos en general en Catalunya.

Dejando a un lado los problemas parlamentarios que nos deja la hasta ahora ignota circunstancia de la suspensión de una diputada que, además, es la máxima dignataria de la cámara; su situación dentro del propio partido, obviamente visto desde fuera, parece peculiar. Lo que puede ser más significativo es cierta tendencia a la pérdida de fuerza cuando la propia Borràs o gente de su círculo compitan por cargos del partido.

La situación procesal de Borràs es de sobras conocida y no precisamente desde las últimas semanas. A medida que las investigaciones sobre su política de contratación pública en el Institut de les Lletres Catalanes eran conocidas, se activaba, por una parte, una defensa tan cerrada como retórica de la propia imputada como en apariencia del partido. El manual habitual.

Sobre la defensa de Borràs, nada que decir. Disfruta de todos los derechos, del de defensa también, que puede utilizar en profundidad en su proceso como poderoso altavoz ante la opinión pública. La defensa de cada uno es libre y, mientras se ejerce, no debe ser objeto de crítica, pues quien se defiende conoce mejor que nadie qué se juega. Los tiempos dirán cuán acertada ha sido la elección de sus métodos.

Sería una pésima noticia, fuera cual fuera el resultado del juicio a Laura Borràs por presuntos delitos vinculados a la corrupción, que la inestabilidad en la cúpula de JuntsxCat afectara al sistema de partidos de Catalunya

Pero sea como sea, más allá de estos avatares, Borràs perderá un gran punto de referencia como es la presidencia del Parlament. Tanto de cara a JuntsxCat como de cara a la opinión pública, se verá desposeída de una plataforma que hasta ahora ha utilizado de forma enormemente retórica, incluida su despedida provisional del cargo nada amable ("jueces hipócritas", proclamó) con sus colegas de Mesa.

Pero no sólo eso. Por trayectoria personal, Borràs no ha hecho trabajo de partido. Se enfrenta a un partido cada vez más hecho a medida de los convergentes claramente independentistas —no todos los convergentes, ni mucho menos—, pero a quienes los dientes les han salido en el partido. Sobre dirigir un partido saben un montón.

Por ejemplo, rememoremos la no derrota, pero sí la no victoria de Borràs en el congreso de Junts. Ni fue la más votada —Twitter no es miembro del partido— ni quien ella proponía como secretario de organización, David Torrents, obtuvo el mínimo de votos necesarios para integrarse en la directiva de Junts. Al final, entró, pero por la puerta de atrás, tan de atrás, que, al final, su candidato fue designado secretario de organización, pero no tiene poder sobre la organización electoral. Como tampoco la candidata de Borràs a las primarias de Lleida, Cristina Casol, ha salido elegida. La prueba de fuego la tendremos en la designación de alcaldable por Junts en Barcelona en caso de que salga Trias —autodescartado hace unos meses, pero motivado desde hace cierto tiempo—, que no es el candidato de la expresidenta. Xavier Trias es un convergente de toda la vida, que ha hecho todos los papeles y no parece fácil batirlo. Si finalmente tienen lugar las primarias, veremos si lo desbanca Jaume Alonso-Cuevillas, candidato que hay que tener muy en cuenta dada su indiscutible valía.

A pesar de la retórica desafiante, lo cierto es que Junts no condiciona el tema Borràs para la continuidad del gobierno de coalición. Aunque minoritarios, los de Junts, los que tienen trienios en el partido, saben el frío que hace fuera del poder. Jugar la carta Borràs a partir de ahora, a pesar de su valía, con los meses de juicio que se acercan, no parece la opción más prudente. Tampoco lo es una defenestración. Podría pasar —un juicio nunca está perdido ni ganado antes de la sentencia— que Laura Borràs saliera declarada inocente. Este hecho, nada irrelevante para ella y los suyos, le daría un vuelo como pocos políticos han tenido. La prudencia manda, porque la prudencia nace de la experiencia.

En todo caso, sería una pésima noticia, fuera cual fuera el resultado del juicio por presuntos delitos vinculados a la corrupción, que la inestabilidad en la cúpula de JuntsxCat afectara al sistema de partidos de Catalunya. ERC y Junts son los dos partidos sistémicos de Catalunya, no sólo por su ideario —con tempos diversos— independentista, sino porque suman casi mayoría absoluta los dos, mayoría que no se puede perder. Además representan el centro-derecha y el centro-izquierda, péndulo esencial en cualquier sistema.

De nuevo, pues, el espíritu organicista de Junts, que no viene de ayer, nada y guarda la ropa en difícil equilibrio al llegar a la encrucijada, que todavía no se avista. Escoger la vía correcta con niebla no es fácil. Es menos difícil, sin embargo, con experiencia.