He leído en Núvol un artículo de mi querida Anna Punsoda que me ha recordado a la bruja que tiende a crecer en las mujeres cuando no se sienten lo suficientemente reconocidas o protegidas. Núvol se ha convertido bajo el régimen de Vichy en una especie de E-notícies de la cultura. No sé si recuerdan el trabajo que Xavier Rius hizo al inicio del procés, cómo hurgaba en las heridas del conflicto y las llenaba de pulgas; las visitas que llegó a dar a su digital jugando con el odio de los lectores que ya solo obtienen el placer de rascar sus llagas, igual que los perros moribundos. Ahora que la política se ha autodestruido, Núvol hace el mismo papel con la cultura.

Anna, que es muy inteligente, y es capaz de dar cuartelillo en las situaciones más complicadas, ha encontrado un espacio literario en el uso que el régimen de Vichy hace de las limitaciones y la debilidad de las mujeres. En todas las guerras, la vanidad de las mujeres se acaba utilizando para acabar de castrar el orgullo de los hombres derrotados de una manera u otra. Con Anna habíamos hablado muchas veces de ello y no me extraña que si ha tenido un “hijo macho” ahora esté preocupada. Ella sabe perfectamente, y lo tiene escrito en un libro, el mal que la insatisfacción desatada de las mujeres puede llegar a hacer en un hombre políticamente y nacionalmente desarmado.

Como yo debo de ser uno de los “hombres atascados” que Anna ha conocido, me parece que puedo explicar que es difícil columpiarse en las emociones, y estar satisfecho con un mismo, cuando tienes la sensación de que tu novia se quiere tirar por la ventana. O para ponerlo más prosaico, cuando la mujer que amas no está contenta ni con el mundo ni con su vida. Me parece que si los hombres catalanes necesitan algo es padres espiritualmente libres y madres fuertes y serenas, y después lecciones de defensa personal, algunas lecturas y armas, por este orden. Hinchar las emociones puede servir para organizar manifestaciones procesistas o para lucirse con artículos que no defienden nada, pero no sirve para educar a un hombre.

En Catalunya los hombres estamos jodidos porque venimos de perder muchas guerras, y de media las mujeres suelen ser mejores porque han estado sometidas a una exposición política tan devastadora

Un hombre no se sentirá nunca suficientemente hombre si no puede proteger una estructura material que le permita satisfacer las fantasías de una mujer; por eso la masculinidad ahora va de baja. Los hombres tienden a contener las emociones, precisamente para que las mujeres puedan recrearse en ellas sin caer por el barranco. Las emociones son un producto del miedo que da el vacío, y un hombre y una mujer no podrán llenar nunca el vacío de las mismas cosas, por más tecnología y más demagogia que se ponga. Una mujer, si es muy buena, puede hacerse la cieguita y rehuir el conflicto como hace Anna con su estilo socarrón y no perder el encanto, pero no he conocido a ningún hombre evasivo, ninguno, que no haya acabado pareciendo un payaso, un cura o un pervertido.

El intento de feminizar Catalunya es un intento perverso de ahorrarse dinero en policía, un poco como estas políticas bancarias que intentan acabar con el dinero físico para poder controlar mejor la riqueza y los ahorros de la gente. Me da pena ver que Anna aprovecha los temas de la represión española como Josep Pla jugaba a hacerse el campesino, pero sin la intención de fondo ni la fuerza visceral que permitió a nuestro héroe elevarse por encima del estiércol. Una parte del problema, seguramente, es que la sensibilidad femenina es más buena para decorar un territorio que no para defenderlo, y que la relación entre la fuerza y la verdad es un campo que se escapa a muchas mujeres.

De pequeño vi como se atizaba la inseguridad de los inmigrantes para contener la expansión de las familias catalanas y romper el país, y ahora veo entristecido como los traumas de las mujeres se lanzan contra los hombres con la misma eficacia incendiaria. Anna recordará que, hace años, tuve que avisarle que, Guillem Carol, ahora palanganero de Jaume Giró, miraba de explotar sus dramas emocionales en un vídeo de la Fundación Jordi Pujol dedicado, teóricamente, a “nuevos talentos”. Como que entonces ya la animaba a trabajar para convertirse en una intelectual de alcance europeo, me parece que ahora le puedo decir que está malvendiendo su inteligencia y que el Estado juega con sus miedos y sus ambiciones igual que antes jugaba con la de los castellanos analfabetos.

En Catalunya los hombres estamos jodidos porque venimos de perder muchas guerras, y de media las mujeres suelen ser mejores porque han estado sometidas a una exposición política tan devastadora. Pero ya veo que pronto no nos quedará ni esto. Cuando los hombres que quedan de pie dejen de hacer fuerza, la frivolidad afeminada de la época caerá sobre el país con la misma rabia que cayó el militarismo hace 100 años, o el catolicismo hace dos siglos. Entonces ya veremos cómo lo hacemos para defendernos con estos artículos que publica y promociona Núvol, que no entrarían ni en el libro de autoayuda del vendedor de humo más cutre y cojo.