Un tornado político se está produciendo en Francia. El ministro de Economía, Emmanuel Macron, se ha transformado en el año y medio que lleva en el Gobierno en el centro del debate público en París, con grandes muestras de simpatía en Alemania y en California, donde la high tech le acepta como uno de los suyos. “El viejo mundo” es su enemigo a batir. Critica “la preferencia francesa por el alza de los salarios y de los dividendos”. Apuesta por un capitalismo menos dominado por las clases dirigentes tradicionales y más orientado hacia la inversión y la participación. Piensa que en Europa se decide el futuro. ¿Será el futuro presidente francés?

Piensa que en Europa se decide el futuro. ¿Será el futuro presidente francés?

De 38 años de edad, en su veloz biografía destaca haber trabajado en ocupaciones tan dispares como el de asistente del gran filósofo francés Paul Ricoeur y consultor en la banca Rothschild. Liberal y hombre de gran cultura, se siente tan cómodo hablando de Aristóteles y Sloterdijk como de la evolución en que está entrando la economía de mercado. Su estilo chic, su finura, gustan tanto en los salones como en la calle. Hasta sus contrincantes le sitúan dentro de una especie de generación política espontánea que no revindica una filiación ideológica. Para Macron, la agenda de hoy viene dada por “la mundialización, Europa, la gramática de la producción, la alta tecnología, la comunidad nacional –abierta o cerrada–, y la laicidad”. Lo demás son cuestiones obsoletas.  Es el contrapunto de la nostalgia del pasado francés.

Desde su perspectiva, el capitalismo está mutando desde una fórmula accionarial y financiera, que empezó a explotar en 2008, hacia un modelo conducido por los emprendedores y el partenariado, donde la inversión es la clave de bóveda. “Las empresas del CAC 40 (índice de la Bolsa de París) tienen una media de edad de 105 años, las del Nasdaq de 15 años. ¿Por qué? Porque a la cabeza de las empresas del Nasdaq tenéis a personas que las han creado y que han aceptado todos los riesgos. Saben que cualquiera puede tener una idea brillante y arruinar tu modelo de negocio y tu trabajo. La mentalidad no es pues la misma”, ha declarado a L'Express.

En Francia, explica, “el sistema está hecho para gente como yo. Haces el bachillerato, después la politécnica o el ENA, triunfas en pruebas académicas, luego puedes convertirte en manager, acumular  rentas. Es el sistema de una nobleza de empresa y de Estado que da vueltas sobre sí misma, lo que produce verdaderos desastres industriales”, agrega. “Hay que ofrecer un lugar a aquellos que están apartados del mundo asalariado y asimismo hay que privilegiar un tercer grupo de accionistas: los asalariados”, porque los trabajadores son defensores del la empresa.

En Francia, “Hay que ofrecer un lugar a aquellos que están apartados del mundo asalariado y asimismo hay que privilegiar un tercer grupo de accionistas: los asalariados”

Para guiar este cambio, Macron confía en la revolución numérica, “que permite reinventar las cadenas productivas de una manera impresionante”, dice. “La impresión 3D, la modelización de las industrias de futuro permiten producir menos caro” y de ese modo competir con los países de bajos salarios. Eso puedes hacerlo en en tu propio país, sin deslocalizar y con recursos propios, no gracias a la financiación que viene del exterior.

En Europa, hoy bajo el riesgo terrorista, el problema de los refugiados, o el Brexit, Macron ve en el proyecto conjunto algo muy importante a defender. “Hoy la gente siente que nos hace sufrir más que lo que nos aporta”, opina. Confía en que las elecciones del 2017 que se celebran sincronizadamente en Alemania y Francia sea el punto de partida de una nueva visión. Ahí, dice, debería comenzar un debate europeo que se prolongaría durante los tres años siguientes, centrado en reequilibrar la perspectiva del futuro dejado atrás no el rigor sino las constricciones presupuestarias, para impulsar la inversión y la creación de un gobierno democrático, aunque en el no paticipan los 19 países de la zona euro.

El alto interés que han levantado estas ideas en Alemania muestra que pueden ser algo más que buenos deseos.