El gesto de Elnaz Rekabi, una escaladora iraní que el domingo compitió sin velo en la final de los campeonatos asiáticos en Seúl, ha dado la vuelta al mundo. El avión que la devolvió a Teherán aterrizó de madrugada, pero le esperaban decenas de personas para aplaudir su gesto de protesta por la muerte bajo custodia policial de Mahsa Amini. Protesta que se ha extendido por todo el mundo, incluido su país. La deportista, de 33 años, con gorro y capucha, reiteró las disculpas que ya había dado en su perfil de Instagram. Dice que estaba distraída poniéndose las zapatillas y que se olvidó del velo porque la llamaron repentinamente a competir. Pero es que en el vídeo se ve cómo la chica entra caminando tranquilamente en la zona de competición. Y, además, el medio Iranwire dice que tomó la decisión de competir sin hiyab hace un mes, justo cuando empezaron las protestas por la muerte de la joven kurdo-iraní a manos de la policía de la moral por llevar mal puesto el velo. El mismo medio explica que su hermano y también escalador, Davud Rekabi, fue detenido y no se sabe dónde está. Como tampoco se sabe, de hecho, dónde han trasladado a Elnaz. La familia denunció la imposibilidad de contactar con ella, lo que hace sospechar que el régimen la retuvo de inmediato para repatriarla.

Femenina y feminista es el doble rol que deben desempeñar las deportistas de élite como Alexia Putellas, obligadas no sólo a ser deportistas de gran nivel, sino también referentes sociales, un peso que los hombres —con loables excepciones— se niegan a llevar encima

La represión por las protestas en Irán ha generado ya 215 muertos, entre ellos 27 niños. Rekabi es la primera deportista que protesta en el país de Sahar Khodayari, otra chica, de 30 años, apasionada del fútbol, ​​que se inmoló por miedo a ir a la cárcel después de colarse a ver un partido, hace tres años. El régimen no permitía a las mujeres entrar en los estadios, pero ella se disfrazó de hombre para ver un partido. La policía de la moral la pilló y, pendiente de juicio, se inmoló ante el juzgado. Se la conoce como la Chica Azul, por el color de la camiseta de su equipo preferido, el Esteghlal, que llevó ese día. Y, de hecho, es el gran símbolo de la revolución femenina en el mundo del fútbol. Femenina y feminista, que es el doble rol que deben desempeñar las deportistas de élite como Alexia Putellas, obligadas no sólo a ser deportistas de gran nivel, sino también referentes sociales, un peso que los hombres —con loables excepciones— se niegan a llevar encima. Basta con ver los discursos de la gala del Balón de Oro, donde Alexia criticó la mala gestión del fútbol femenino por parte de la federación española. Eso sí, recurriendo inteligentemente a hablar de lo bien que lo hacen los ingleses, lo que demuestra —cada país a su nivel— que en España todavía hay mucho por hacer.

El feminismo, junto al ecologismo, es la gran revolución del siglo XXI. Son las dos revoluciones que deben cambiar el mundo si no lo estropeamos antes entre todos y con los neofascistas y los capitalistas sin alma al frente. La escalada y el fútbol, ​​dos deportes, han servido para hacer volver los ojos de nuevo hacia la tiranía de Irán. Ésta es la fuerza del deporte. Lástima que el Mundial masculino se jugará en Qatar, país que, según Amnistía Internacional, discrimina a las mujeres en la ley y en la práctica, donde las relaciones homosexuales son delito, la libertad de expresión está restringida y los trabajadores migrantes no pueden sindicarse y, de hecho, han muerto a miles construyendo los estadios.

Por cierto, gracias a la Chica Azul —y a la presión de la hipócrita FIFA— las mujeres han vuelto a los estadios 40 años después de la revolución de Jomeini. Ningún consuelo. Una grieta. Una razón para creer en Patti Smith.