“Tintin, c’est moi”

Léon Degrelle

En esta era de la vacuidad, los unicornios pueblan los vasos de café de márketing y las tazas de los deseos de una generación perdida entre los colores del arco iris y la ignorancia sobre la fábula de un animal mitológico e inexistente. Tan inexistente como la separación de poderes en la mente de Carmen Calvo, la doctora en Derecho Constitucional. Ayer, embalada ante las preguntas de un periodista conservador, se despachó amenazando al gobierno belga si no es capaz de controlar a sus jueces para que hagan lo que el gobierno socialista español “no entendería” que no hicieran. El unicornio de Calvo atravesó en forma de tuit ayer el Palacio de Justicia de Bruselas, pues, ¿quién se resistiría a alegar, ante ellos mismos, que el gobierno español cree que los jueces belgas son títeres? Calvo es una apisonadora de las declaraciones. Lo mismo se saca de la manga un relator que encabrita a los conservadores patrios que se despacha con una amenaza diplomática para un gobierno si no consigue que sus jueces hagan lo que deben.

Así es Carmen Calvo, aunque parece ignorar que mientras ella estudiaba Derecho y se doctoraba en Derecho Constitucional, algo que inmoderadamente esconde en la mayoría de sus intervenciones, escribía sus memorias en la calle Santa Engracia el mayor reclamado de la justicia belga, el condenado en ausencia por su colaboración con los nazis Léon Degrelle. Degrelle, que huyó de Bélgica a Noruega para salir de allí en un avión que acabó estrellándose en la playa de San Sebastián. Protegido por Franco durante años, a pesar de haber sido juzgado y condenado en ausencia por los belgas, tampoco fue extraditado por la España de Felipe González cuando en los años ochenta Bélgica lo volvió a intentar. Degrelle tenía ya la nacionalidad española, Franco se la concedió, y la Audiencia Nacional determinó que España no extraditaba a sus nacionales y no me suena que González pusiera el grito en el cielo. El que fuera el inspirador del personaje de Tintín no podía salir de España pero nunca fue molestado ni entregado a Bélgica. Todo esto se supo, más allá de su existencia plácida en una calle madrileña en la que yo también viví durante años, porque Spilberg lo descubrió al rodar El secreto del Unicornio, basada en el célebre álbum del belga Hergé. El director se enteró entonces de que el inspirador de la figura de Tintín era este hombre, Degrelle, al que Hitler le susurró al oído que le hubiera gustado tener un hijo como él. Al final, Degrelle murió con identidad española, de viejo, en Torremolinos bajo un gobierno del que era ministro Josep Borrell y todavía está activa con Sánchez una asociación de amigos de su memoria.

Calvo, en plena campaña, puede acabar no dando caza al unicornio pero sí clavándose ella misma el cuerno

Los unicornios crecen. Y el unicornio al que se quiere echar mano ahora se llama Puigdemont. Y así lo reclama de nuevo Llarena en una euroorden basada, según consta textualmente en la misma, no en una sentencia firme contra otras personas, claro, sino en un auto de procesamiento contra él por rebelión y en un auto de busca y captura en el que se le reclama... por rebelión, a pesar de que la nueva euroorden lo reclama por sedición. Algo que, sin duda, resultará chocante a los tribunales belgas una vez más, porque una euroorden que va y viene y que, además, cambia de delitos no deja de ser materia para la estupefacción. La misma que han producido las declaraciones de la vice española. Sólo habría una salida digna para Calvo y es que se haya querido referir a que España esté pensando, en caso de denegación de la entrega, en llevar la causa ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por incumplimiento de los deberes derivados de la decisión marco de la euroorden pero, la verdad, no tenía ninguna pinta de estar contándonos eso.

Más factible resulta que al TJUE apelen los abogados defensores del expresident y que vayan planteando la necesidad de que se eleven cuestiones prejudiciales al mismo sobre la inmunidad de Puigdemont como europarlamentario, en lo que se iría convirtiendo, más adelante, en un proceso sucesivo de interposición de preguntas que afectan a cuestiones para las que las justicias de dos estados de la Unión Europea parecen tener soluciones diferentes.

El principio de prudencia preponderará a la hora de que los tribunales belgas no se pronuncien antes de tener la solución a alguna de las cuestiones jurídicas y de protección de derechos que han de dilucidarse. No parece factible, pues, que vayan a precipitarse a la hora de tomar una decisión y, si no contemplara presentar a Luxemburgo las cuestiones alegadas por los abogados en primera instancia, en la corte suprema sí sería obligado que las remitieran al TJUE. En resumen, que el unicornio se muestra esquivo incluso por cuestiones procesales y que puede transcurrir un año largo antes de que exista ninguna conclusión final belga sobre la entrega de Carles Puigdemont. Algo que no se acompasa por la prisa que existe en Madrid por cerrar este episodio tanto desde el Tribunal Supremo como desde el Gobierno.

Esperemos a que la vicepresidenta nos explique a qué se refiere cuando habla de tomar medidas. Los turbios episodios en los que en España desde el poder se ha intentado presionar en materia de extradiciones a la Audiencia Nacional, con gobiernos socialistas y peperos, no parecen un paradigma que exhibir para justificarse. Calvo se ha vuelto a liar con sus palabras como cuando confundió una ley de amnistía con una decisión del ejecutivo o señaló erróneamente que estaban prohibidas, cuando lo que está vetado son los indultos generales.

Calvo, en plena campaña, puede acabar no dando caza al unicornio pero sí clavándose ella misma el cuerno. Cosas más raras ha hecho.