“Podemos llegar a ser soberanos del momento, pero del tiempo existe sólo un soberano: Dios”

Papa Francisco. Misas matutinas en la Domus Sanctae Marthae

Manejar los tiempos es manejar el poder. Quizá una falsa ilusión humana, no digo que no, pero a la que, sin dudarlo, muchos se aplican con denuedo. Controlar los tiempos. Averiguar los tiempos por otros controlados. Acoplar tus tiempos a tu mejor interés. Son varios los que se reclaman ahora dueños de los tiempos, amos de las fechas, pero lo cierto es que sólo uno está en posición de marcar los ritmos al resto y que todo se vuelven cálculos y contracálculos para que no les pille con el paso cambiado. Marchena, el señor del Tiempo. Es lo que sucede cuando un presidente del Gobierno se esconde tras los ropones para evitar tomar decisiones y hacer política, que luego los ropones acaban siendo los dueños de los tiempos políticos.

Sánchez le mira de reojo desde Moncloa para intentar bailar acompasado. Las alharacas de la pasada semana sobre la posible convocatoria de elecciones, las especulaciones sobre el súper domingo, la inevitabilidad de marzo, el deseo del otoño, todos los pronósticos y las declaraciones obviaban siempre que el juicio pendiente del 1-O es la verdadera espada de Damocles que pende no sólo sobre la vida política catalana sino también sobre la vida política española. Ese empuje de Iglesias por dar por próxima la convocatoria, choca contra los recelos de Moncloa sobre la oportunidad de llevar a cabo, no sólo una campaña electoral con el dogal de un proceso penal por rebelión contra los líderes catalanes, que capitalizaría todo el relato; sino más allá aún la incómoda revelación de que una potencial investidura que precisara de apoyos nacionalistas se encontraría también con el lastre del juicio. No es el proceso el menor de los escollos que ven Sánchez y sus gurús en esa convocatoria. Piensan que, terminado el mismo y ya con sentencia, las posibilidades de revalidar un grupo de soporte como el actual serían mayores. Pero no está en su mano. No lo está.

No cabe duda de que el propio Marchena también medirá sus tiempos. Su oportuna renuncia no deja de ser un golpe de imagen, certero y bien pensado, para retirarse a sus salas de invierno a juzgar el procedimiento más importante de la historia política de la democracia, mientras espera a que el cáliz del poder judicial supremo vuelva a pasar a su lado. Así que dado que no sólo el señalamiento inicial sino el ritmo del proceso, el número de sesiones, los días de descanso, la marcha ágil o el tempo cansino, todo depende absolutamente de él, no cabe la menor duda de que tal poder sobre el tiempo no será desaprovechado. Además, él mismo redactará la sentencia tras deliberar. Escribirá más rápido, más lento, le saldrá con fluidez, se atascará... todo está en su mano.

Son varios los que se reclaman ahora dueños de los tiempos, pero lo cierto es que sólo uno está en posición de marcar los ritmos al resto: Marchena, el señor del Tiempo

Habrá quién se esté diciendo: eso será si no aceptan su recusación. A la entrada de la Sala del 61 no hay ningún cartel como el que Dante sitúa a la puerta del Infierno ―”Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate"―, pero yo me aplicaría el cuento porque no me cabe la menor duda de que la recusación no será aceptada. Marchena, además de señor del tiempo, es según nos explicó el propio Cosidó, por cuenta de otros aún más enterados, el líder carismático de los magistrados, el dueño de la auctoritas. Carlos Lesmes debe tirarse de los pelos al oírlo, a pesar de haber conseguido, quién sabe cómo, jugar la prórroga. No hay mucha esperanza. Eso sí, van a guardar las formas algo más de lo que les pide la fiscalía que es una inadmisión de plano. No están las cosas para chulerías. Lo verán en sala. Tampoco hay que olvidar que eso dilata de nuevo las fechas y que cada vez parece más difícil que haya un señalamiento en diciembre para las cuestiones previas.

¿Pero qué esperábamos de los fiscales de Sala que se autoconsideran el ariete para la defensa de la unidad de la patria? Pues que no sólo quieran desestimar la recusación sino que le añadan un mix de interpretación jurídica y de elementos puramente subjetivos y hasta ideológicos. Sobre todo la parte en la que glosan de forma laudatoria el gesto de Marchena de retirarse de la carrera y en el que le propinan un fenomenal masaje por su “digna y generosa renuncia al más alto cargo judicial que se le proponía”. Afirman, además, sin ningún rebozo, y en lo que quieren presentar como términos jurídicos, que la nota de renuncia fue “favorablemente acogida en la generalidad de la opinión pública como un acto de generosa defensa de la independencia (...) junto con el sacrificio personal que la renuncia comporta”. Y así, dejándose llevar por el peloteo, olvidan que Manuel Marchena no sólo aceptó que se le diera por elegido antes de que hubiera siquiera electores sino que desde el día 9 hasta el día en que se filtró el susodicho whatsapp no puso ni la más mínima pega. ¡Qué digo pega, si hasta hizo una llamada a una magistrada para darle la explicación no pedida de que no había sido él quien la vetara! Eso por no resaltar que los fiscales batalleros sólo deben conocer a una parte de la opinión pública y publicada, puesto que ésta en concreto, la que les gusta, se convierte en la generalidad.

No, no será recusado Marchena. No sé quién le lleva la imagen pero resolvió la crisis con un golpe de efecto magnífico. Ahora, curiosamente, es un héroe entre los suyos y conserva el poder sobre el tiempo. Se me ocurre que sólo una cosa podría arrebatárselo y sería la aprobación de los presupuestos que le dejara a Sánchez margen para llevar la legislatura y las elecciones a un puerto en el que ni los jueces ni un juicio tuvieran la llave. Pero eso es sólo una utopía, porque sería devolverle la llave del tiempo a los políticos y estos no suelen ser tan listos.