“Amigo, yo veo muy claro pero el mundo está ciego”

Butch Cassidy en Dos hombres y un destino

 

La elección de Puigdemont, Junqueras y los otros exconsellers como eurodiputados conseguirá, sin duda, que el tablero del juego jurídico se desplace a las entrañas de Europa. No queda otra. A pesar de toda la voluntad que se pone en círculos jurídicos, periodísticos o políticos madrileños en insistir en que todo está controlado y que se solucionará sin dificultad. Yo no puedo asegurarles si se solucionará o no, pero sí puedo aseverar que de aquí al 2 de julio vamos a vivir un mes de vértigo en este asunto.

En realidad viviremos dos meses de vértigo paralelos, por así decirlo, porque la situación de los electos es bien diferente y, por tanto, los movimientos de sus defensas deberán ser diferentes y ante diferentes instancias. Dos hombres y dos caminos. Dos hombres ¿y el mismo destino? Eso está por ver.

En primer lugar, la partida de Oriol Junqueras se iniciará en España, cosa que no va a suceder con Puigdemont. Junqueras deberá en primer lugar renunciar al acta de diputado nacional y solicitar permiso al tribunal para que le permita acudir a jurar la Constitución ante la Junta Electoral Central. Este acto, impuesto por la legislación española y no por la europea, no incluye eso que se ha dado en llamar la “recogida del acta de europarlamentario” dado que en puridad, no hay nada que recoger. Jurada la Constitución, España deberá remitir la lista de electos al Parlamento Europeo. Este es el acto que no podrá llevar a cabo el expresident, puesto que es obvio que no va a venir a Madrid a hacerlo. Olvidan que hay algunos actos administrativos que deben realizarse en Bruselas y, por último, que hay que estar el día 2 de julio en Estrasburgo para sentarse en la cámara. Todas estas cosas que parece que Puigdemont sí tiene mucho más fácil hacer.

La elección de Puigdemont, Junqueras y los otros exconsellers como eurodiputados conseguirá, sin duda, que el tablero del juego jurídico se desplace a las entrañas de Europa

Así las cosas, Junqueras dependería de la voluntad del tribunal de dejarle salir a jurar ―cosa que sin duda podrá hacer― y, después de la incógnita de cómo hacer los trámites administrativos y llegar a Estrasburgo. Todo esto es mucho más complicado. Estos días un catedrático se dejaba caer en un diario nacional y peroraba que tras acatar la Constitución, debería ser suspendido inmediatamente en España y ni siquiera mandar su nombre como electo. No aclaraba el susodicho a quién le iba el tribunal a despejar esa pelota y no sé si es que pensaba que lo que no han asumido en su jurisdicción lo iban a hacer en el caso de un electo de la Unión Europea. Más bien creo que el propio Tribunal Supremo es mucho más consciente de que la inmunidad de los europarlamentarios tiene notas diferentes a la de los diputados españoles y, lo que es más importante, es de mayor alcance. Así que hay voces jurídicas que no descartan que en el caso de Junqueras sí haya que pedir un suplicatorio a la Eurocámara, aunque el tiempo correría mientras se redactara la sentencia ya que el juicio habría terminado.

Otro camino es, desde luego, el de Puigdemont, porque él no depende del tribunal español para hacer sus gestiones y porque, desde luego, podrá alegar su imposibilidad de cumplir un trámite en territorio español, ya que es un europeo que puede moverse libremente por Europa... excepto por su país de origen. Inexplicable. En caso de una primera negativa, también tiene sus posibilidades de recurso intactas y, desde luego, no tendría problema para estar físicamente en Estrasburgo excepto que... se activaran de nuevo las euroórdenes. Desactivadas ni Francia es problema.

Así que durante estas semanas vamos a asistir a los movimientos jurídicos que se van a producir tanto en España como en Bruselas y, desde luego, no son tan sencillos ni de solución tan unívoca como algunos están vendiendo en los círculos políticos y de poder y de la Villa Corte. Porque lo cierto es que en esos círculos hay quien afirma que se les ha dado la seguridad de que se conocen las estrategias jurídicas de ambos políticos catalanes y que se tienen estudiados todos los escenarios para cercenarlas. Incluso hablan de conversaciones entre mandatarios políticos como si los afinadores funcionaran también en las instancias europeas. No se puede ser taxativo pero, desde luego, el aplomo con el que algunos dan por seguro en los corrillos que esta aventura europea de los políticos catalanes expatriados y de Junqueras acabará de un plumazo, es quizá un tanto arriesgada. Desde el Tratado de Lisboa, el corpus jurisprudencial y los desarrollos jurídicos de muchas de estas cuestiones son enrevesados y multidisciplinares. Jurídicamente no es nada sencillo.

En algún cenáculo madrileño se susurraba estos días que la Unión Europea no va a permitir que los independentistas ganen la partida del Europarlamento porque no le interesa a muchos estados que tienen problemas similares. No parecen reparar en que lo que no interesa en absoluto es que lo que decidan puede ser usado por aquellos estados a los que ya han reprendido por su falta de talante democrático. Y más en una Europa azotada por los ultras. ¿Van a consagrar el principio de que un país miembro puede no permitir a los eurodiputados electos tomar posesión, sólo con detenerlos o acusarlos de algo, y que puede hacerlo una vez que han sido elegidos? Puede que sea darle ideas a Orbán y a otros de la misma calaña. Aquí nada es inocente ni sale gratis. 

Hay, pues, partido.