“Los periodistas (…) fue imposible que comprendieran la magia de la palabra (DADA) por su sencillez de no significar nada”. Tristan Tzara

En el PP se mata suicidando. Es una tradición, casi un arte, que se complementa con el completo borrado del sujeto en cuestión. De eso sabe Putin, esas fotos soviéticas con la prueba de la ejecución borrada. Esa persona de la que me habla, acostumbran a decir, mientras sostienen aún en la mano la daga culpable y vemos caer los sordos goterones de sangre empapándolo todo.

Lo de ahora es nuevo. Lo han inaugurado con Casado. Es su propio manifiesto dadá. Siguen los pasos del profeta Tzara: “Yo escribo este manifiesto para mostrar que pueden ejecutarse juntas las acciones opuestas, en una sola y fresca respiración; yo estoy en contra de la acción; a favor de la continua contradicción, y también de la afirmación, no estoy ni en favor ni en contra y no lo explico porque odio el sentido común”.

Ver ayer a César dándole las gracias por su traición a Bruto fue todo un hallazgo ético. Después de Pablo Casado poniéndole la alfombra roja a Feijóo y aplaudido por sus captores, ya sólo resta encontrar unas imágenes de Zelenski, puesto en pie, para ovacionar a los rusos mientras les masacran. Para cumplir la tradición pepera, a Casado lo han matado y le han permitido, una vez muerto, autoinmolarse para salvar su honra. Puro dadaísmo.

El presidente derrocado en un golpe de mano cruento y a plena luz, desplegó ayer su magia de genio dadá, ante la junta directiva nacional, la que él mismo convocó para intentar mantenerse en el poder. Hacer un discurso, como se hace un poema. Recortando palabras de un periódico y metiéndolas en un saco para sacarlas después, una a una, y copiarlas en el mismo orden en el que el azar te las brindó. Así estarás convertido en un poeta o en todo un orador. Pablo Casado había recortado ayer tantos periódicos como para establecer una visión particular de sus éxitos electorales y personales aunque, se lamentó, “no hemos tenido ni un trimestre de tranquilidad para transmitir nuestro proyecto”. No fue por falta de él, queden tranquilos, sino por falta de un remanso en ese mundo político que él y el resto de la muchachada se encargaban de atizar. “Ya hemos conseguido poner en pie el partido”, se vanagloriaba el que por él ha sido abatido.

Para cumplir la tradición pepera, a Casado lo han matado y le han permitido, una vez muerto, autoinmolarse para salvar su honra. Puro dadaísmo

Casado no sabe qué ha hecho mal. Casado se disculpa por lo que haya hecho mal. Casado mira hacia atrás y se ve un estadista. Casado llora como un niño por lo que no supo defender como un político. Ni siquiera parece asumir su sacrificio, el efebicidio, la muerte de los alegres muchachos que llegaron a la política porque en España novedad se confunde con bisoñez. “El amor por la novedad es la cruz simpática, es prueba de un mimportacarajismo ingenuo, signo sin causa”, que escribía Tzara en su manifiesto.

Le tendió la alfombra en forma de AVE a Feijóo. A la fuerza ahorcan. Feijóo, el caudillo del noroeste. ¡Qué mala costumbre, oigan! A los ciudadanos con raciocinio nos irá mejor con él. Creo que no tiene edad ni nombre ni vocación para darle patadas a las instituciones ni para pretender llevarse el balón a casa para que el juego se detenga y el CGPJ o el Constitucional bailen a su son por siempre. Están asumiendo en el PP, en realidad, que todo esto y tantas cosas son culpa del propio Feijóo, de su incomparecencia en 2018 que fue la que permitió que los chiquilicuatres tomaran el partido y lo lanzaran en la senda del populismo y en pos de la ultraderecha.

No me extrañaría que Casado hubiera bebido todo este amargo cáliz por si, en el inmenso plazo de un mes, aún hay golpes de guión, y Ayuso osara concurrir en el congreso. El niñato puede entregarle el bastón de mando al barón, pero rabia al pensar que éste pueda acabar en manos de la amiga anónima a la que encumbró.

Lo de Ayuso no está aún cerrado. Lo de Miguel Ángel Rodríguez, por ser más exactos. Será un problema para Feijóo, que tiene la suficiente madurez política para no intentar solucionarlo a aceitunazo limpio. Sabrá esperar, Feijóo, aunque tiene que arreglarlo. Ayuso es una china en el zapato, que ayer mismo, teniendo tanto que callar, se levantó en la junta nacional como una mártir para pedir sangre. En su perpetua huída hacia adelante ahora pide las cabezas de los que se colocaron mal, es decir, de los que se pusieron contra ella o pretendieron ser neutrales. En ese campo bascula la cabeza del juez-político Enrique López, que siendo el hombre de Casado en el gobierno de Madrid, esquivó salir junto a su presidenta y pretendió convertirse en la Suiza del PP. Malos tiempos para ponerse de perfil, ahora que hasta Suecia y Noruega y los propios suizos han abandonado su neutral postura. Esa cabeza se la puede cobrar ella misma, pero pide otras, quiere marcarle a Feijóo la purga.

Feijóo llegará con calma, pero no puede hacerse cargo de todas las líneas que le están marcando si no quiere ahorcarse con su propia soga. Le piden un PP descentralizado, una especie de PSOE federal de la derecha, en el que manden los barones autonómicos, dado que se ha demostrado que los que gobiernan le pueden cortar el cuello al que no lo hace, pero ¿cómo digiere eso el barón que gobierna y que lo va a dejar para irse al puesto del masacrado? ¿Va a entregar el poder que gane para ponerse en manos de los que mandan como él mandaba?

No lo tiene fácil, el gallego. Es dudoso que llegue a tenerlo fácil para las elecciones en las que competirá con un gobierno que habrá sido capaz de resistir a una pandemia mundial y a una guerra europea. Aunque a saber qué nos trae para entonces el viento de la historia.