"Sanctius est ac reurerentius de actis deorum credere quam scire” (Acerca de las acciones de los dioses es mejor creer que saber)

Tácito. Germania

 

Niego ser Tácito pero la lío. Más allá de la negación de lo que muchos oímos en una grabación ―eso de mi cuenta cutre mezclando a Maquiavelo con Tácito era mía― ha sido muy revelador el conocimiento en sala de los inicios de las investigaciones, aún sin judicializar, en torno a lo que sucedía en Catalunya. Lo de Baena y la cuenta en redes sociales es lo de menos y eso que yo la bloqueé hace un siglo más o menos y sin saber quién movía sus hilos.

Tácito era historiador y Baena nos ha remontado hasta el 2015. Esa fecha en la que recibe una instrucción del fiscal jefe de la Audiencia Nacional de la que nada sabíamos para, según ha manifestado, investigar las posibles desviaciones económicas que se podían producir para llevar a efecto esa creación de “estructuras de Estado” que Mas anunció. Pasó toda la declaración revolviéndose para negar cualquier camino que llevara a una investigación prospectiva. Esa era cuestión que tampoco se nombró pero que revoloteaba traviesa en la sala. El teniente coronel ha incidido una y otra vez en la idea de “a mi me mandan”. Lo cierto es que sí, la Fiscalía de la Audiencia Nacional envió en noviembre de ese año una instrucción tanto a la Guardia Civil, como al Cuerpo Nacional de Policía y, atención, a los Mossos de Escuadra para que remitieran a esa instancia cualquier acontecimiento que se produjera y que encajara en las competencias de la AN, que se especificaban en los cuatro o cinco folios del documento. La instrucción tiene como origen, la vida es un carrusel, al entonces fiscal jefe Zaragoza, que hoy se sienta en la sala como acusador por la rebelión pero que en aquel momento estaba a las órdenes de la fiscal general Consuelo Madrigal que ¡oh, mil casualidades!, también se encuentra hoy en estrados acusando por ese delito. Según me cuentan, la iniciativa fue de Zaragoza pero le fue pertinentemente comunicada a Madrigal y, con su venia, girada a los tres cuerpos. O a lo mejor fue al revés, porque nunca es fácil determinar a toro pasado quién es huevo y quién gallina.

No deja esto de resultar curioso. En 2008 el Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ya había decidido que este órgano judicial no era competente para los delitos de rebelión: “Esta Audiencia nunca ha sido competente para el delito de rebelión”. Había sido el propio fiscal Zaragoza el que había informado apoyando esa tesis. Tan claro lo tenía, que le costó en aquel entonces su amistad con Baltasar Garzón que era el inspirador de la causa. Claro que, una cosa es Franco y otra una rebelión catalana, y eso ha quedado muy claro en este órgano. No sólo por el cambio de opinión del fiscal sino por el posterior de la misma sala. Eppur si muove.

Todo este devenir sobrevoló ayer la sala de vistas sin que casi nadie pronunciara ningún nombre de los protagonistas ni se pudiera dar contexto de lo sucedido

No cabe duda de que la Guardia Civil se remangó y se puso en marcha con las órdenes de la Fiscalía a toda mecha. Era aún algo movido al viento, la creación de las estructuras del Estado, pero le dio de sí para enviar un atestado que sirviera para abrir las diligencias informativas que se prorrogaron hasta tres veces sin judicializarlas. Las crónicas cuentan que con los Mossos hubo algún que otro desencuentro y que el propio major Trapero fue advertido de la necesidad de que enviaran a la Fiscalía de la Audiencia Nacional toda cuestión relativa a tales competencias que hallaran. Se sospechaba ya entonces que quizá se intentara soslayar la orden. Puede que a Trapero incluso le pusieran las cosas tiesas en una conversación telefónica. A saber. Incluso que fuera la primera vez que se le deslizara al oído que si no se cumple como policía judicial te pueden imputar. Hablar a toro pasado es fácil. Finalmente, los Mossos enviaron “algunas cositas” relativas a esta petición de la Fiscalía que dio lugar a la apertura de unas diligencias de investigación en marzo de 2016. Poca cosa. Para cubrir el expediente.

El testigo ayer se removió inquieto varias veces. No es nada tonto y tenía meridianamente claro que se estaba indagando sobre el carácter prospectivo de tales averiguaciones. “De lo que pone el fiscal yo no soy responsable”, ha llegado a decir en un momento dado. Claro que sabía que ni Zaragoza estaba en sala, ni la liturgia procesal permite preguntarles ahora que están acusando ni a él ni a Madrigal sobre cómo se llevó a cabo esta cuestión.

Tampoco respondió sobre las causas por las que, después de todo este esfuerzo y de la consideración por la Fiscalía de la Audiencia Nacional de su competencia para investigar todo lo relativo con esa rebelión en ciernes, finalmente se decidió remitir las diligencias al Juzgado de Instrucción 13 de Barcelona que tenía incoado un procedimiento. Baena ha dado algún que otro tarascazo aquí y allá, para acabar afirmando que desconocía las razones de los fiscales y de los jueces para tomar sus decisiones. “¡Yo no me chapo los autos!”, dijo chulo, reviviendo al cadete que aún debe dormir en él. La cuestión no es que Zaragoza cambiara de opinión sino que el que cambió fue el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, que era ya otro. El mandato de Zaragoza terminaba y la jefa Madrigal ―esa misma que ahora se sienta a su lado― por decisión propia o interpuesta lo laminó y lo sustituyó por Jesús Alonso que fue, él sí, el que mandó toda la patata caliente al juzgado de Barcelona. Poco imaginaba que el siguiente cambio de fiscal general iba a convertir todo aquello en una querella por rebelión que le entraría de nuevo por la puerta de la Audiencia Nacional.

Todo este devenir sobrevoló ayer la sala de vistas sin que casi nadie pronunciara ningún nombre de los protagonistas ni se pudiera dar contexto de lo sucedido. Madrigal sonreía levemente desde estrados. Es lo que tiene saber la trama mientras los demás vemos los capítulos.