“Para el fiscal sólo existe el crimen, su gravedad y la reparación que merece. Él mismo deja de ser persona, la voz que clama para que el culpable pague ya no es la voz de una persona, no quiere ser percibida como voz humana”

Jakob Wassermann. El caso Maurizius

 

Tengo un sentimiento de pesar al comprobar que la leche derramada no se ha intentado recoger. Tras meses de juicio sigue resbalando por el suelo de la sala de vistas, por los medios y por la sociedad sin que haya ninguna voluntad de enjugar el desastre que luce a ojos vista de cualquiera que quiera mirar con razón y no con pasión. Maza lanzó la cántara al suelo y hoy hemos visto cómo la fiscalía, defensora que debe ser de la legalidad, no sólo no ha hecho el más mínimo intento por limpiar el desastre sino que se ha bañado en él como Cleopatra. ¿No había nadie en toda la fiscalía capaz de discutir técnicamente con los cuatro jinetes de la acusación tras ver el juicio? ¿Nadie capaz de hacerles ver jurídicamente el problema de la acusación que plantean? 

La especialidad del trámite de informe, en el que las intromisiones del presidente del tribunal pueden ser mínimas, dejó el campo abonado para que la Fiscalía del Tribunal Supremo, en un soberbio reparto de papeles, comenzara reservando un espacio estelar, el primero, el de la atención más fresca, para sembrarlo de titulares y para realizar un discurso que tuvo poco de técnico y mucho de político. ¿A que aquellos de ustedes que lo escucharon lo entendieron todo, todo, todo? Una prueba fehaciente de que muy técnico no fue el inicio. El fiscal Zaragoza además reservó todo un florido acervo de figuras retóricas para armar una alocución que sonó muy bien a oídos de su público pero que debemos esperar que sea de dudosa efectividad ante un tribunal profesional. Un golpe de Estado, al que se refirió hasta la extenuación, no es una figura jurídico-penal vigente en España. Por eso choca que se le dedique tanta atención en una sala de vistas por parte del ministerio público. Un golpe de Estado en derecho penal no es nada por mucho que cites al santo patrón de los juristas para justificarlo. Explican los expertos que Kelsen no hablaba de delitos ni juzgaba ni valoraba, sino que simplemente describía y que, en su descripción, hasta la sustitución de regímenes dictatoriales por democráticos entra dentro de ese concepto de golpe o de revolución. Así que no podemos sino pensar que el fiscal Zaragoza dedicó un amplio tiempo a las diversas figuras retóricas, a la metáfora, a la comparación, a la hipérbole, a la alegoría pero no demasiado a la exhibición técnica de cómo los hechos probados en el juicio apoyan sus tesis. El uso de metáforas contra reo no es tampoco común en el foro. Incluso realizó juicios morales, como el del cinismo de Junqueras, algo que da la sensación de que ha ido metódicamente apuntando cada respuesta que nunca podría haber dado en otra fase del juicio para dejarla fluir en el trámite libre de informes. La misma liberalidad con la que manejó el término excepcionalidad con el que jugó a los dados con el estado de excepción.

Tras meses de juicio la leche sigue resbalando por el suelo de la sala de vistas, por los medios y por la sociedad sin que haya ninguna voluntad de enjugar el desastre que luce a ojos vista de cualquiera que quiera mirar con razón y no con pasión

Ni siquiera los dos diputados de Vox que ejercen de letrados ―acusando ahora a otros diputados, ¡qué tremendo todo!― se lanzaron tan alegremente por el camino de la prosa florida y, ellos sí, hablaron de rebelión, aunque no se pudieran sustraer a un par de “acusados golpistas”. Curiosa coincidencia.

Tampoco Cadenas se quedó manco, siendo como era el llamado a exponer los fundamentos jurídicos de la acusación. Era “una rebelión distinta” en la que la violencia “no se esperaba hasta la respuesta del Gobierno". Una rebelión diferente, ¿diferente al tipo penal?, porque ahí coincidió también con Vox, que afirmó: “Fue el más sofisticado y novedoso proceso golpista”. Novedoso y ¿tipificado con antelación en el Código Penal? En realidad ambos están diciendo lo que todos sabemos, que en el tipo no encaja, que el tipo es para rebeliones antiguas y que esta es una rebelión del siglo XXI. Sólo que lo que puede gustarte más o menos en una tertulia de barra o en el titular de un medio furibundo no tiene mucha cabida en el sacrosanto lugar del derecho penal que es una sala de vistas del Tribunal Supremo. Igual que Madrigal hablando de organización criminal sin que acuse de tal delito. Pura metáfora, pura alegría.

La leche sigue derramada y resbalando, gota a gota, como la integridad de la justicia que no puede ser utilizada para imponer “penas disuasorias para que nunca más nadie se atreva”, que fue la traducción libre que la acusación de Vox hizo de las referencias a la prevención general de la pena que también tuvo la fiscalía. Miedo y disuasión. Eso lo digo yo, que no soy jurista ni estoy en juicio y puedo darme al verbo florido, antes de que los ropones nos quiten el trabajo.

En medio la Abogacía del Estado con una esponja y un cubo pero sin terminar de remangarse. Hay que decir en su favor que, con poca labia, sí estuvo técnica y ajustada a la acusación que realiza. Esa que también tiene que ver con las posibilidades irreales de devolver la leche al cántaro a estas alturas. No obstante, su postura cumple un papel que es algo mejor que seguir chapoteando en la leche vertida. Al menos no se salió de su papel y no se dirigió a más tribunal que el sentado en la sala. Otros lo hicieron pensando en las mayorías y en sus deseos. Vox, al menos, tuvo el valor torero de reconocerlo.

No estoy de acuerdo en que no haya que llorar por la leche derramada. Lo vamos a hacer y mucho.