"El simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”

El efecto mariposa

Un ala de mariposa puede provocar un tsunami y un lazo amarillo puede acabar estrangulando el Orgullo Gay. Los efectos insospechados de las acciones humanas constituyen un buen tema para ficciones y los del retorcimiento del derecho no son menores, pero sí parecen pasar más desapercibidos. Ni siquiera cuando llegan como un bumerán resulta fácil que la gente comprenda la concatenación de eventos que hoy les obliga a llevarse las manos a la cabeza.

Llevo un par de años explicando y denunciando los abusos y el retorcimiento del derecho que se ha estado llevando a cabo para reprimir o “solucionar”, que así lo ven algunos, la cuestión catalana. Me van a perdonar, dado que yo nací en Castilla hija de vasca, que en este afán, que me ha costado muchos insultos, haya primado en mí no el nacionalismo catalán, sino el sentido de la justicia y la certeza de que cuando uno acepta que se maleen los principios del derecho para obtener una “victoria” contra sus enemigos, está aceptando que esa anomalía grotesca acabe volviéndose contra cualquier causa que uno defienda.

El ejemplo de esta semana del Orgullo es tan paradigmático que no puedo dejarlo pasar, porque si las reivindicaciones del colectivo LGTBI se han quedado este año sin el apoyo institucional, ha sido debido a la necesidad que muchos han sentido de reprimir hasta el absurdo el proceso soberanista catalán y el rechazo de sus simpatizantes a la utilización del derecho penal como respuesta.

Cuando uno acepta que se maleen los principios del derecho para obtener una “victoria” contra sus enemigos, está aceptando que esa anomalía grotesca acabe volviéndose contra cualquier causa que uno defienda

Habrán oído hasta la saciedad que los ayuntamientos y los concejos y los gobiernos varios no han colgado este año la enseña arcoíris “para cumplir la orden del Supremo”, pero lo que quizá no sepan es que no existe tal orden y que todo este embrollo procede del mensaje, reiteradamente enviado, de que los magistrados del TS pueden hacer leyes y del miedo injustificado de los gobernantes a que les pase como a Torra. Les explico. No existe ninguna orden del Tribunal Supremo que prohíba colgar la enseña que representa la lucha por los derechos del colectivo LGTBI. Lo que existe es una sentencia de la sala tercera de lo contencioso-administrativo que le dice al Ayuntamiento de Tenerife que no puede hacer ondear en un mástil la bandera de las siete estrellas verdes, la tricolor canaria, junto a las demás enseñas oficiales. No les quepa duda de que tal pleito se resolvió de esa manera con el otro ojo puesto en Catalunya. Tanto es así, que los magistrados que la dictan incluyen un párrafo que dice: “No resulta compatible con el marco constitucional o legal vigente, y en particular con el deber de neutralidad, la utilización, incluso ocasional, de banderas no oficiales en el exterior de edificios aunque concurran con las otras”. El TSJ de Canarias había dado la razón al Ayuntamiento de Tenerife, pero los señores del Supremo no pudieron dejar pasar ¡una bandera canaria!, ¡a ver si nos la lían a los godos estos también!, y menos habiendo ratificado todo el asunto de la neutralidad que la Junta Electoral Central dejó caer sobre los lazos.

No contenta la mariposa con ese efecto colateral, resulta que ahora todo Dios se ha lanzado a explicar que no se puede colocar la bandera arcoíris “por orden del Supremo”, pero es obvio que una sola sentencia sólo ordena cosas a los afectados por su pleito, en este caso a los tinerfeños; que hacen falta dos sentencias en igual sentido para considerar que hay jurisprudencia y, lo más importante, que la jurisprudencia no es fuente del derecho en España.

Esto lo sé yo y los asesores legales de todos los municipios y autonomías de España. ¿Por qué, entonces, no han izado las arcoíris y han dejado que los Litigantes Meapilas les lleven a los tribunales, para ver si el TS se mantiene en sus trece? Yo se lo explico: no lo han hecho por el “efecto Torra”, es decir, no vaya a ser que alguien nos intente cascar una desobediencia y nos desaloje del cargo.

Tan son las cosas como les digo que, a pesar de los discursos resignados de los políticos de la mayor parte del país, la enseña se podía haber enarbolado perfectamente, tal y como hizo la Generalitat o la propia alcaldesa de Barcelona. No se trata sólo de que en Catalunya se haya visto así o de que yo se lo diga, es que comparte nuestra opinión el juez ultra Yusti. Sí, sí, el que mandó paralizar el traslado de Franco. Así lo acaba de escribir en un auto. Los Abogados Cristianos pretendían obligar al Ayuntamiento de Alcalá a quitar la bandera arcoíris, en forma de faldón, y Yusti les ha dicho que nanay y que: ”es de destacar el valor importante que para la actual Constitución tiene la libertad del individuo y de los grupos en que se integra, y por tanto, toda restricción a la misma, especialmente a la libertad de expresión, cualquiera que sea el medio por el cual se ejercita, ha de ser claramente contraria a la ley, lo que no es el caso, porque una pancarta, colgadura o cartel no es una bandera". Hemos de deducir que un lazo tampoco y que, como el mismo juez dice, existe en nuestro país “una tradición ancestral” de colgar un poco de todo de los balcones, de reposteros a pancartas.

No se preocupen, van a seguir oyendo en todos los medios de comunicación que las banderas del Orgullo LGTBI no se han colgado porque el Supremo lo prohíbe, pero ya queda claro que ha sido por una pelota inmensa organizada en aquel tiempo en que tantos aplaudían todo lo que fuera contra los independentistas, cayera el derecho que cayera, y ahora ven como el escupitajo les cae en toda la cara.

Niemöller en estado puro y una excusa perfecta para los fachas que nunca han tragado la igualdad de los que se aman.