Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado.”

Doctor Vergerus

La imputación de Torrent y del resto de miembros de la Mesa del Parlament es parte de un futuro anunciado a través del turbio tegumento del huevo de la serpiente, como afirmaba el tétrico doctor Vergerus en la obra maestra de Bergman. He leído todo tipo de explicaciones a un acto que se siente tan anómalo como la comisión de un delito por la mesa de una órgano legislativo. He leído sobre la responsabilidad de unos y de otros, de la Fiscalía que presenta la querella, de la juez de instrucción cuya carrera ha corrido la mejor de las suertes con el PP y hasta al fiero aliento del Gobierno. Todas estas suposiciones olvidan cuándo el ofidio desovó.

La cría de la serpiente que mordió a Forcadell y que amenaza con envenenar a Torrent se puso en 2008, cuando el Tribunal Supremo a instancias de Manos Limpias decidió enmendar la plana al Tribunal Superior del País Vasco y condenar a Atutxa y otros miembros de la Mesa del Parlamento Vasco. Para conseguir su objetivo tuvieron que desdecirse a ellos mismos ―doctrina Botín―, no les importó vulnerar derechos fundamentales que han llevado al TEDH a anular la sentencia ―derecho a un juicio justo, no fueron oídos en la casación― y, por último, pusieron el huevo de la serpiente que dejó a los pies de los caballos la inmunidad parlamentaria y que permitió condenar a Forcadell e imputar a Torrent. Aquel huevo y la reforma del PP que concedió una capacidad de ejecución al Constitucional, incompatible con su función de legislador negativo, nos han traído hasta aquí y acabarán arrasando con más cosas. Al tiempo.

Uno hace un pequeño orificio en el hormigón y el agua acaba llevándose la presa entera. En este caso la inmunidad parlamentaria y el derecho de las cámaras legislativas, emanadas de la soberanía popular, a debatir sobre lo que decidan. Cosa distinta es si a posteriori estos actos podrían ser anulados por inconstitucionales, pero, ¿y la marcianada de que es delito tramitar parlamentariamente una cuestión, pero no votarla afirmativamente o defenderla en la tribuna? ¿Cómo hemos llegado a tal aberración?

El agujerito en la presa se hace con el caso Atutxa para dar cumplimiento a una sentencia del Tribunal Supremo ―que al menos era del Supremo y no de un órgano no jurisdiccional como es el Constitucional―. Recuerdo para los que tengan olvidado el asunto que el Tribunal Superior del País Vasco dictó sentencia absolutoria sobre la desobediencia del presidente y miembros de la mesa por “falta de jurisdicción absoluta” al existir una exención de responsabilidad penal a causa de la inviolabilidad parlamentaria. Así eran las cosas. A veces, como verán, el problema no es la Constitución, sino las guarrerías que le han ido haciendo a la Constitución.

Los denodados y ciegos esfuerzos por reprimir los independentismos vasco y catalán han hecho más por deteriorar la Constitución española y el estado de derecho que los propios independentistas

Cuando Manos Limpias recurrió al Supremo en casación, la sala II hizo de su capa un sayo para conseguir condenar a los que habían osado no hacerle caso. Y amén de otras muchas cosas se sacó de las puñetas lo siguiente: “Queremos con ello indicar que existen dos clases de actos parlamentarios: los de naturaleza política, destinados a cumplir con los objetivos que el Estatuto confía a la Cámara legislativa, y los de orden interno, de naturaleza más bien administrativa, que son aquellos que tienen como finalidad instrumental organizar internamente la Cámara (calendario de actuaciones, tramitación de escritos y labores legislativas, coordinar los trabajos de sus distintos órganos, etc.)”. Sin esa consideración no hubiera podido condenar a Atutxa ni hubieran podido condenar a Forcadell ni sería posible imputar a Torrent. No obstante, sigue siendo evidente que los únicos actos que la jurisdicción administrativa puede controlar de la actividad de una mesa parlamentaria son los relativos a contratación y personal, es decir, estos serían los únicos actos de entre los suyos que son administrativos.

Todo este asunto ha girado siempre en torno al alcance de la inviolabilidad parlamentaria y al Ius in officium de los parlamentarios y su resolución, para conseguir un efecto concreto, afectó de pleno a una característica propia de los sistemas parlamentarios. ¡Pobre Montesquieu! ¿Puede “el no poder”, como llamaba al Poder Judicial, prohibir y sancionar actos del Primer Poder, el único que emana directamente del pueblo? ¿Puede hacerlo un órgano que ni siquiera es Poder? ¿Hasta dónde llegan las consecuencias de esta perversión constitucional? ¿Sería reo de desobediencia el Gobierno si volviera a intentar declarar un estado de alarma para controlar una pandemia? Si el tribunal agotado y caduco que es ahora decidiera aceptar las presiones y anular parte de la ley del aborto, ¿cometerían un delito los gobiernos o grupos parlamentarios que quisieran volver a legislar?

Una muestra más de cómo la tensión territorial española y los denodados y ciegos esfuerzos por reprimir los independentismos vasco y catalán han hecho más por deteriorar la Constitución española y el estado de derecho que los propios independentistas.

La segunda cuestión que nos ha traído hasta aquí es la reforma impulsada por el PP para permitir ordenar al Constitucional lo que sea que fuera. Esa propuesta debería haber sido declarada inconstitucional por el propio órgano, pero¿quién renuncia por decencia y por honestidad jurídica al poder que te están ofreciendo sin que te corresponda? Eso hicieron usando como escudo la “sacrosanta unidad de España”, pero pusieron un nuevo huevo de serpiente. Verán los que aplauden abrir grietas para conseguir sus objetivos cómo estas acaban quebrando cimientos que les arrastrarán con su riada.

Sucede que cuando estas tropelías se consuman hay pocos doctores Vergerus que muestren al ofidio escondido ya y completo al otro lado del asqueroso tegumento y los que saben, callan. El esquema se repite, incluso con la admisión de una acusación popular como la de Vox que entonces fue Manos Limpias.

Siempre han sido los mismos los que han ido perversamente pervirtiendo lo que en origen era claro. ¿Es posible limpiar toda esta ponzoña y volver al momento en el que el huevo aún era inofensivo y podía ser exterminado?

A cada cual dar la respuesta.