Esto no ha hecho más que empezar, y fíjense que ni siquiera voy a hacer la gracia fácil de que lo ha hecho con mal pie, yo que soy tan de caerme y no puedo sino empatizar con Lastra. No está hecha esa escalera para tacones. No me refiero al tono bronco, a las peleas de la derechita viril, de palabra y de obra, o la lucha por el mejor escaño con vistas para ese plató en el que se ha convertido el hemiciclo. No, no me refiero a los gestos, las camisetas, las papeletas de voto nulo o los acatamientos más o menos floridos, porque de todo esto ya tuvimos ración en la legislatura relámpago y también en la anterior. No, les hablo de lo serio, de lo preocupante, de lo que impele a perder la sonrisa a cualquier demócrata bien plantado.

Lo que no ha hecho sino empezar es la entrada de un partido de ultraderecha en las estructuras de poder democráticas para desestabilizarlas desde dentro. Las democracias ya no mueren a golpe de tiros en el techo del Congreso sino a golpe de trampa y de añagaza puesta en cada iniciativa o en cada decisión a la que puedan acceder para gripar las libertades y los derechos de los ciudadanos. Vox ha entrado en la Mesa del Congreso y, más allá de la batalla del relato de unos y de otros, a la que ya nos tienen acostumbrados, lo cierto es que no ha existido el cordón sanitario y han franqueado su primera puerta. Vendrán más. Es cierto que las fuerzas progresistas ―las que aspiran a gobernar― han conseguido la mayoría en la Mesa, que les vendrá muy bien, y también que el PSOE se ha hecho con la presidencia y la vicepresidencia primera, pero Vox ha entrado en la Mesa y eso no es motivo de fiesta y, desde luego, es un aviso de que pueden llegar a entrar en otros sitios en los que intentarán influir en el sentido en el que desean sus votantes porque esta legislatura no es para ellos más que una campaña continúa para pegar el estirón en las siguientes elecciones que colocan a un par de años vista en el horizonte, en el peor de los casos.

Durante la sesión, en el hemiciclo, chocaba la figura de los entregasobres y de los sobrecogedores. Eran los encargados de poner en marcha los planes A, B o hasta C de los partidos según se iban produciendo los resultados de las votaciones. Hay quien dice que PSOE y Podemos ya tenían previsto este escenario que les daba la mayoría y sólo lo apuntaron en el último momento para que los entregasobres de la derecha no pudieran recomponer su juego. Lo cierto es que el cordón no funcionó y lo sanitario se vino abajo. Y eso que tras las votaciones nulas y reivindicativas de ERC, JxCat y Bildu para la presidencia, finalmente los catalanes sí apoyaron a Unidas Podemos para las secretarías de la Mesa y para, según palabras de Borràs, participar en ese aislamiento de la ultraderecha. Pero no ha funcionado.

Las democracias ya no mueren a golpe de tiros en el techo del Congreso sino a golpe de trampa y de añagaza puesta en cada iniciativa o en cada decisión a la que puedan acceder para gripar las libertades y los derechos de los ciudadanos

Lo que sí ha resultado más esperanzador, para los que queremos un gobierno que aleje la pesadilla de la influencia de los ultraderechistas, que ya sufrimos claramente en Madrid, es la estrategia adoptada por los partidos independentistas que han visibilizado una postura política con el voto nulo, a la par reivindicativa pero no de confrontación, y que han terminado dando su apoyo en esas secretarías. Eso junto al comunicado conjunto tras la reunión de una Lastra herida y de los representantes de ERC, ese en el que se reconoce la existencia de un conflicto político y se emplazan a seguir hablando, me da una cierta esperanza. Al menos así lo veo desde aquí. Y he dicho cierta porque el panorama es bien negro aunque se consiga pactar una investidura y hasta unos presupuestos. Hay mucho por hacer.

Uno de los principales problemas es la necesidad de renovar el CGPJ que lleva ya un año en funciones y con su mandato caducado. Ya saben, después de aquel mensajito sobre lo bien que iba a controlar Marchena por detrás. A la chita callando, sin Marchena pero con Lesmes, la toma de los conservadores de las posiciones más importantes se sigue produciendo. Han cubierto ya 52 plazas de presidencias importantes y acaban de convocar ocho plazas para el Tribunal Supremo. Aspiran a dejarlo todo atado y bien atado. Después vendrá la necesaria renovación de este órgano ―que el PP ya ha dicho que no le interesa para nada― y para el que Vox cuenta con 52 votos. Lo mismo sucede con el Tribunal Constitucional, que debe ser renovado en un tercio de sus miembros y en el que se juega la presidencia y la vicepresidencia. ¿Cómo se va a resolver eso con mayoría reforzada y 52 votos de la ultraderecha en el Congreso? ¿Van a poder llegar hasta el núcleo del poder? ¿Qué consecuencias podría tener en el futuro en los nombramientos judiciales?

Todo esto dependerá de cómo se hagan las cosas en el Congreso y de cómo los partidos democráticos reaccionen a este pulso en el que Vox no tiene nada que perder y todos los que creemos en los derechos humanos, las libertades, el diálogo, la igualdad y tantas cosas tenemos mucho que preservar. Van a dar la batalla hasta en lo más nimio, porque lo que buscan es espacio público y ampliar sus bases. Ayer Espinosa de los Monteros llamó en reiteradas ocasiones presidente Batet o señora presidente a la presidenta del Congreso de los Diputados. No van a dar tregua. Cualquier resquicio les hace la campaña y nos acerca a un escenario desastroso.

Lo siento. No puedo ponerme otras gafas. Creo que hablando en un entorno democrático todo puede encontrar sus cauces pero no me olvido de que han venido para destripar esos cauces usando las propias armas de lo que quieren combatir. La libertad lo es todo y a ellos no les importa nada. No han venido a por un trocito de poder sino a sentar las bases para conseguir el poder.

Esto sólo ha empezado y no ha empezado muy bien.

Ruego que no me hagan tener razón.