“El hechizo totalitario puede sumir en la oscuridad tanto a los espíritus superiores como a los embrutecidos y a las conciencias honestas como a las encanalladas”. 
Jean François Revel

Desde que Aznar se limpiara los mocos con el sentido de las palabras en 2002, sin complejos quiere decir sin principios, o sea, sin escrúpulos. Maquiavelo al menos fue capaz de formularlo diciendo la verdad. La derecha española se ha vuelto orwealiana y nos habla de libertad cuando nos está vendiendo cañas y descontrol sanitario y se desacompleja para decirnos que no pone límite alguno a su ambición de poder. La derecha española empezó a desacomplejarse cuando fundaron Alianza Popular y metieron en el Congreso a 16 diputados de los cuales 13 habían sido ministros con Franco y ha seguido hasta meter a la nueva extrema derecha a gobernar. 

Los desacomplejados de la derecha española no son sino individuos, grupos, partidos que consideran que ostentar el poder a cualquier precio es su razón de ser y consideran complejos, traumas, inhibiciones, todos aquellos límites morales, históricos o políticos que pudieran oponerse a su fin fundamental. Esos “complejos” suelen ser los pilares básicos de nuestro sistema de convivencia: la igualdad, la fraternidad, la libertad republicanas; los derechos humanos y fundamentales; las reglas de la ética o de la moral, aunque ellos sean tan católicos que aspiren a instaurar una teocracia, lo cual callan.

La falta de principios, el sincomplejismo, ha llegado a tal punto que el Partido Popular ha admitido como vicepresidente de una autonomía ―100.000€ anuales, para acabar con el dispendio como dicen, supongo― a un tipo racista, machista y xenófobo que ha subido a la tribuna de un parlamento para decir: “Nuestro objetivo político fundacional es, cuando tengamos mayoría suficiente, devolver las competencias de sanidad, educación y justicia al estado central para después derogar el título VIII de la Constitución española”. ¡Qué mayor falta de complejos que introducir el huevo de la serpiente que quiere acabar con la organización territorial en autonomías en el gobierno de una de ellas! Que un partido de extrema derecha iliberal con este discurso entre en las instituciones no es buena noticia ni para Castilla y León ni para el PP ni para el PSOE ni para Europa ni, desde luego, para Catalunya. Hasta ahí se ha llegado perdiendo la vergüenza para aparcar todo principio.

Hay un porcentaje que ya no es marginal de la población que está dispuesto a respaldar que se acabe con la Constitución para terminar con los derechos fundamentales y la igualdad que propone y para volver a un estado centralista y omnipotente

El tema es grave, gravísimo. Hay un porcentaje que ya no es marginal de la población que está dispuesto a respaldar que se acabe con la Constitución para terminar con los derechos fundamentales y la igualdad que propone y para volver a un estado centralista y omnipotente. Es una forma de operar que ya no tiene secretos. Si uno mira cómo actuó Viktor Orbán cuando llegó al poder en unas elecciones democráticas, entiende perfectamente el camino. Orbán primero cambió la Constitución húngara, después modificó la ley electoral para instaurar otra que le daba todas las ventajas y una vez acumulado el poder comenzó sistemáticamente a silenciar a los disidentes cerrando medios de comunicación, universidades y movimientos civiles. Orbán estuvo en Madrid con Abascal. Miren a Polonia, castigada por la UE con retirada de los fondos de recuperación, por haber dictado leyes que permiten mover a los jueces a los que les ha caído un determinado asunto para que no entiendan de él. Comparado con esto, las disfunciones españolas que he denunciado tantas veces, son una broma. Lo que en Polonia se han atrevido hacer con el poder judicial no tiene precedentes en un estado de la Unión Europea. Miren a Putin porque es el mismo planteamiento. Miren a Marine Le Pen que se ha puesto la piel de cordero estos últimos años, hablando de economía a “les petits gens” pero que que quiere la salida de Francia de la UE y del euro, el fin de las políticas de igualdad y de las minorías y la discriminación por raza a la hora de formar parte de su país. Ese es el futuro del que “sin complejos” ha recibido el PP el abrazo del oso.

Que Catalunya no tenga una fuerte implantación de esta extrema derecha no debe dar ninguna tranquilidad y, además, todo puede llegar como ha sucedido en Euskadi con su arribada al parlamento. El camino desacomplejado lo que pretende es llevarles de la mano del PP a Moncloa y, una vez dentro, desmontar lo que tenemos no para dotar de autodeterminación o independencia a ningún territorio sino para arrebatarle el autogobierno a todos.

El tema es serio. Por eso la responsabilidad si esta pesadilla continúa no recaerá exclusivamente sobre el Partido Popular. Me ha decepcionado mucho la actitud del PSOE en esta cuestión. Si el PSOE cree en los cordones sanitarios que protejan las instituciones, como creo que hace, la única salida era apoyar la investidura de Mañueco sin condiciones. Lo que hizo Pedro Sánchez en el Congreso fue un brindis al sol indecente. Decir yo le apoyo pero si usted pierde el apoyo en Andalucía y en Madrid, es decir digo que digo pero no hago. En Francia los partidos que han quedado fuera no están pidiendo el voto para Macron “a cambio de”, no ponen condiciones. La segunda vuelta en nuestro país son las investiduras. Si el PSOE hubiera tenido los redaños, como les pidió el propio alcalde socialista de Valladolid, de tomar una decisión basada en los principios y en los valores y no en los cálculos, hubiera podido esgrimir la legitimidad del sacrificio y hubiera ganado en credibilidad para los futuros episodios. Si este posibilismo sin complejos se reproduce en Andalucía, Vox se cuidará muy mucho de sacar las garras hasta que no esté sentado en el Consejo de Ministros. Como titulaba el diario Libération estos días: “Cette fois, ça craint vraiment”. A nosotros también nos debería pasar porque esta vez lo de aquí también da miedo de verdad.

Voto por el político acomplejado, el que teme olvidar sus convicciones, el que sabe que no podría volverse a mirar al espejo si permitiera que la mueca de la historia volviera para reírse de nosotros con saña. Están dentro. Han pasado.