Ahora (…) te quiero con amor de doncel.

Monseñor Escrivá de Balaguer. Camino

 

Cuando lean esto, Pablo Llarena ya tendrá en sus manos el premio que le ha otorgado una fundación ultraconservadora llamada a luchar para defender “los valores cristianos de Occidente” y a “combatir la abolición de Dios”. Les traduzco: llamada a propugnar un estado teocrático, que a eso aspiran. Llarena se está especializando en recoger premios fachas por su papel en la instrucción del proceso contra los políticos catalanes. Ahí es donde se ve de nuevo que es menos listo que Marchena. Al presidente del tribunal también le han encomiado su trabajo en la condena del juicio del procés, pero rebusquen y verán que son premios del gremio: que si el Colegio de Abogados de Málaga, que si el Consejo de Procuradores, que si una web de noticias legales… pero de los antros fachas, al menos de momento, parece haber huido.

Los premios que ha recibido Llarena son un poco más lodosos, con charcos más profundos. El de ayer le fue concedido por esta llamada Fundación Villacisneros, que con el nombrecito ya nos dice mucho. En su explicación histórica aparecen los africanistas, el cardenal Cisneros y ese dolor por el arriado de la bandera española del Sahara que “se encuentra tras la filosofía de la Fundación que busca (…) que no se arríe en ningún lugar de nuestra patria la bandera”. Que no son indepes ya se lo imaginaban. Lo más grave es su relación con la ultraderecha y su acción en los tribunales de justicia en casos concretos para lo que contrataron en su día al abogado Santiago Milans del Bosch, que forma parte de su consejo rector. La Fundación Villacisneros se incluye también en un nuevo proyecto de movimiento católico radical llamado NOUS, junto con Asociación de Propagandistas Católicos -que acaba de fundar el diario El Debate- y el grupo presidido por Mayor Oreja para defender “una alternativa cultural a la izquierda basada en valores cristianos”. Por ese motivo están contra el aborto, la eutanasia y son beligerantes en actividades “pro vida” en las que se han prodigado los de la Villacisneros. En este pelotón, y en su consejo directivo, se encuentra también Hermann Tertsch, el eurodiputado de Vox, al que han utilizado como moderador de varios de sus actos. Así que el premio viene también del miembro del grupo que pidió el suplicatorio en el Parlamento Europeo para Puigdemont.

No es el único premio de este espectro que ha decidido recoger con arrobo el doncel del Supremo. El anterior se lo entregó en Granada el Foro para la Concordia Civil, también por su instrucción en el caso contra los políticos independentistas, y hacia el acto se dirigió Macarena Olona que, con arrobamiento, le dedicó un tuit: “Hoy Su Señoría Llarena recibe el premio del Foro Concordia en Granada. Allí estaré”. Estos de Granada, por cierto, se destacaron en su defensa del exministro Martín Villa ante la instrucción de la juez María Servini de Cubría a la que, por supuesto, no le van a dar ningún premio por defender los derechos humanos ni el estado de derecho. ¡Estaría bueno!

Aquí si te acercas a los fachas, a los hipernacionalistas españoles, a los ultraortodoxos católicos o si te dan una medalla pensionada de la Guardia Civil, no pasa nada

Si destaco que a Llarena le den premios entidades claramente relacionadas con la ultraderecha y con lo más reaccionario de este país, no es por casualidad, sino porque el tema de los premios y de las medallas y de las recompensas debería ser un tema de hondo calado dentro de la ética judicial, aunque, por motivos obvios, no se le dedica la más mínima atención ni en la comisión de ética del CGPJ. Así que mientras que en el código ético de los jueces españoles se les incita a cuidar con denuedo no sólo la imparcialidad sino también la apariencia de imparcialidad, en la práctica no pasa nada si te paseas por la geografía patria recogiendo todas las placas y esculturas y elogios y fotografiándote, ¡qué casualidad, siempre con los mismos! Aquí si te acercas a los fachas, a los hipernacionalistas españoles, a los ultraortodoxos católicos o si te dan una medalla pensionada de la Guardia Civil, no pasa nada. Ahora, cuidadito con ir a tertulias “acaloradas” o a programas que parezcan de colorines -rosa, amarillo- porque es de un feo ético que pasma. Tampoco quiere la comisión del CGPJ que los jueces acudan “a medios de comunicación que no sean plurales”, porque se corre el riesgo “de que la confianza de los ciudadanos en la justicia se vea muy mermada”.

Pero Llarena es el doncel del Supremo, nada le mancilla, nada le mancha, es bendecido por la virginidad del oficio y aunque le aplaudan los de Vox, le premien los ultras y le jaleen los fachas, él es imparcial e independiente y no menoscaba la confianza de ningún ciudadano en los tribunales. Y que no osen ni recusarle. “Nunca quiere protagonismo”, decía ayer María San Gil al presentarlo, y no mucha tuvo en el streaming en el que 14 personas seguimos la transmisión del premio. Me apuesto algo a que todos éramos periodistas o abogados. Lo más chocante de las presentaciones fue la insistencia en la representante de la familia Gómez-Pineda en afirmar que tras hablar con él en persona había comprobado que “su inteligencia queda fuera de toda duda”.

El doncel del Supremo está por encima de sus declaraciones sesgadas, de las trampas procesales que por torpeza o por malicia ha hecho en esta instrucción y hasta de la necesaria exigencia de imparcialidad y de su apariencia. Además le toma el relevo como premiado a Dieter Brandau, periodista de la cadena de Jiménez Losantos esRadio que no pudo evitar en su alocución hacer referencia a Puigdemont, a Boye, a la CUP y hasta al Gobierno, que son “los malos”, mientras que Llarena es de los suyos, “de los buenos”.

Por eso ayer se plantó a recoger el premio que le entregaban los ultras, que están ahí para “plantar cara a los que quieren destruir España y nuestros valores”, porque todo es uno y la palabra que más peso tiene en la frase es “nuestros”. No son los míos ni es mi España y por eso quiero saber si premian a Pablo Llarena precisamente porque es un juez de los suyos.

Esa apariencia da.