“Las ideas son peligrosas, sobre todo para el hombre sin ellas”

Chesterton

 

Les habré contado quizá alguna vez la solemne explicación que me dio un día un expresidente del Tribunal Supremo ya fallecido: “En este país, Elisa, cuando quieren que algo parezca serio le ponen por delante la palabra Tribunal y así confunden a todo el mundo pensando que es la justicia la que actúa”. Se refería, claro está, a órganos constitucionales y administrativos a los que, en efecto, se les bautizó así y se les hizo dictar sentencias y tener instructores y llevar puñetas cuando, realmente, hubiera bastado con llamarles Consejo Constitucional o Cámara de Cuentas y la ciudadanía hubiera tenido percepciones mucho más claras.

Así las cosas, ese órgano de nombre impostado que es el Tribunal de Cuentas es un órgano dependiente del legislativo y de composición claramente política. Hasta ahí todo estaba previsto en el texto constitucional. Lo que no debió prever el constituyente era ni la cara que iban a ser capaces de echarle para usar instituciones como ésta a modo de cementerios agradecidos de elefantes ni que el filibusterismo se iba a instalar en las filas de uno de los dos grandes partidos nacionales para bloquear el lógico y constitucional relevo en las instituciones. Es exactamente esto lo que tenemos delante: la idea fija de la derecha de que las instituciones son su acomodo natural y cuando las urnas cambian esa realidad toca enrocarse en aquellos lugares en los que conservan el control para mantenerlo hasta que sean ellos de nuevo los que están en el machito.

Los indultos han acabado con su batalla en la sala segunda del Supremo. La dieron y bien dada, como sabemos, y los más ultras incluso participando en el procedimiento. Ahora ha tomado el relevo el Tribunal de Cuentas porque en la lógica de la derecha es evidente que si sales de la cárcel pero te arrebatan toda posibilidad económica, te están condenando en libertad. Y ellos ganan de nuevo.

Todo estaría mucho más claro si no fuera porque ya en 2019 una consejera del propio tribunal, Dolores Genaro Moya, alertaba en un voto particular muy duro sobre la falta de imparcialidad y los defectos graves que presentaba todo este procedimiento contable llevado a cabo en el Tribunal de Cuentas. Genaro, nombrada a instancias del PSOE por el Senado, consideraba que “no parece que exista una extralimitación de los gastos con las competencias que le corresponden a la Generalitat”. Ahí está la madre del cordero. El Diplocat fue sobrevolado en la sentencia marcheniense y, como dice Genaro, parece que hay que hacer muchas cabriolas para no pensar que el Estatut permitía estas funciones y, por tanto, estos gastos. La consejera progresista se explayó a base de bien sobre la falta de objetividad e imparcialidad, sobre los juicios de valor y sobre la orientación que se daba a datos y la interpretación ajena a juicios estrictamente técnicos que se percibía en todo el informe. No es tan fácil, pues, aseverar que este órgano esté haciendo estrictamente lo que debe y cuando debe.

Es el Partido Popular el que ha encontrado en este procedimiento contable una palanca con la que intentar dinamitar cualquier posible éxito de la política de acercamiento de Sánchez. Todo gira en torno a eso

Poco puede hacer el Gobierno en este caso. Es hacia Casado hacia dónde hay que mirar. Es él quien departe y comparte con la mayoría que reina en aquella casa. Es el Partido Popular el que ha encontrado en este procedimiento contable una palanca con la que intentar dinamitar cualquier posible éxito de la política de acercamiento de Sánchez. Todo gira en torno a eso. Es puritita desesperación la que tiene por hacerse con un elemento de control que le permita hacer volcar la barquilla de la distensión. Es ahora tras el éxito de Ayuso y los indultos cuando los termómetros le dicen que podría tener éxito, pero es una foto que se produce antes de tiempo, dos años antes de tiempo. ¿Qué pasará en esos dos años?, ¿seguirá saliendo bien en la foto o el PSOE y la izquierda habrán remontado este bache? Por si acaso, preferiría forzar unas elecciones ahora y le desespera pensar que la aritmética parlamentaria le siga saliendo a Sánchez y que agitar el avispero de la indignación antiindepe no le vaya a ser útil en ese futuro.

El Gobierno tiene las manos atadas. No puede retirar a la Abogacía sin sufrir un desgaste enorme a manos de Casado. Los consejeros son mayoritariamente de los suyos. No puede tampoco hacer que se retiren euroórdenes. Hay muchos bastiones desde los que los populares pueden seguir dando y haciendo la guerra para evitar que las cosas se pacifiquen.

El siguiente asalto está ahí pendiente en la sala tercera del Tribunal Supremo, aunque pinta complicado. Esa es una de las salas que el PP tomó al asalto a sabiendas de lo útil que resulta en estas lides. Lesmes procede de esa sala y la ha nutrido bien. Aún está todo por ver. El hecho de que hayan rechazado las cautelarísimas presentadas por Arrimadas para revertir los indultos de forma inmediata no da ninguna pista que apunte a que consideran legitimados a los partidos políticos para oponerse a los indultos. Simplemente no es el momento procesal en el que esa legitimación se tiene que valorar. Si la sala tercera es decente y se aplica su propia doctrina, usada desde 2014, los partidos políticos no tienen legitimación activa para presentar demandas contenciosas en asuntos que no les afectan directamente como organizaciones. Aquí no cuenta que las cuestiones no les gusten o que no entren en su ideario. Eso no les legitima más que a cualquier otro. En este apartado caerían descabalgados Casado y los suyos.

Tampoco esa teoría sobre la legitimación de Vox para intentar anularlos “porque fue acusación en el procedimiento” tiene en principio visos de triunfar. Fue el propio tribunal de la Sala II el que les impidió informar respecto al indulto porque no eran parte perjudicada ni pintaban nada. Eso mismo es de entender que debería decirles la Sala III.

La pelea política para conseguir que el Supremo llegue a cuestionar esos indultos está sobre la mesa y el PP intentará por todos los medios que esa fuente inagotable de titulares y de oposición a Sánchez no le sea negada y, créanme, valedores y amigos por las puertas traseras tiene muchos.

Es Casado. Son las cuentas electorales de Casado y en menor medida las de Vox las que resuenan de fondo en todas estas cuestiones. No es a Sánchez al que hay que mirar por las piedras en el camino, sino a la estrategia de las derechas para hacerse con el poder. Una estrategia que precisa reventar toda vía de acercamiento con Catalunya.

Casado. Ese es el hombre.