El vodevil está de nuevo en marcha. Un señor elector que pasaba por allí ha vuelto a conceder a los jueces el poder de decidir lo que no está pensado que decidan. En este caso, algo tan relevante como la fecha de unas elecciones. Los jueces no pueden meter cuchara en ningún plato que no les pongan por delante, pero estamos viendo, una y otra vez, como siempre aparece un espontáneo que les sirve en bandeja un desplazamiento de poder que no es que sea preocupante, que lo es, es que no sucede en ningún país de nuestro entorno. En otros lugares, tal vez, no hay una parte de la judicatura que esté deseando asumirlo en pos de una sagrada misión que no es de su competencia.

Lo primero que llama la atención del nuevo lío es que se haya puesto en marcha, como digo, por el mero deseo de un particular que no había visto mermado ningún derecho fundamental. La fecha no es relevante, lo relevante es poder votar. Tanto es así que el Tribunal Supremo, no sin cierta perplejidad, declaró inadmisible en un caso similar el recurso de otro caballero que pasaba por allí señalando que el recurrente además de no tener la condición de candidato, “lo que viene a hacer no es reclamar la tutela de un derecho o interés individual, sino cuestionar en términos abstractos (…) esto es sin invocar intereses o derechos diferentes a los de cualquier otro ciudadano”. ¿Por qué ha considerado en este caso el TSJC que está legitimado un señor cualquiera a interponer esa petición? También inadmitió el TS el recurso de PP y Vox contra la inclusión de Pablo Iglesias en el CNI y lo hizo recordando su jurisprudencia sobre la falta de legitimación activa para recurrir de forma individual cuando no se esgrime la titularidad de un derecho o interés legítimo que, como vemos, no basta con que sea el común a todo elector. No tendrían los jueces que haber aceptado este asunto mientras no procediera la petición de un candidato a esos comicios.

¿Por qué ha considerado en este caso el TSJC que está legitimado un señor cualquiera a interponer esa petición?

Estamos además ante la clara circunstancia de que no se trata de ninguno de los recursos contencioso-electorales que prevé la ley, de modo que ese ciudadano que pasaba por allí nos ha abocado de nuevo al territorio de lo ignoto, aquel en el que cabe todo y todo es interpretable porque no hay nada escrito sobre esa cuestión. Así que empiezan las dudas: ¿qué recurso cabe ante la decisión que adopten el jueves? Según me cuentan, el recurso tampoco lo resolvió la sección a la que le correspondía, sino que el presidente de la sala de lo contencioso-administrativo, Javier Aguayo, enviado por Lesmes, hizo uso de sus atribuciones para abocarlo a un pleno de todos los magistrados de la sala. No quiero pensar que esto signifique que el resultado hubiera variado si la sección a la que le correspondía hubiera resuelto. Sí me consta que hay algún magistrado que no ve muy claro lo que se está haciendo, aunque no sé si todo eso acabará fraguando en un voto particular.

Más allá del inmenso lío jurídico técnico al que se ha lanzado de nuevo a Catalunya, lo más grave de todo este asunto es la repercusión que pueda tener el volver a establecer banderías y mantos de dudas y argumentos y argumentarios sobre un proceso electoral que, como todos, debe ser limpio, transparente y sereno. Todos sabemos que esto ya no va a suceder. Cada resolución, cada alegación, según sea hacia un lado u otro, va a ser interpretada como favorable a unos partidos u a otros. No puedo comprender cómo un tribunal se ha prestado a tal cosa cuando tenía tan fácil y tan ajustado a derecho negar la legitimación del señor que pasaba por allí y de todos los demás que han pasado después con lo mismo que, a la postre, tampoco la tienen.

La cuerda está otra vez en tensión y, por abreviar, sabemos que si cae del lado del 14 de febrero, se considera un triunfo de los partidos constitucionalistas y si cae del lado de mayo, se considerará una buena baza de los independentistas. Lo pinten como lo pinten, este parece el esqueleto del panorama que se vuelve a cernir sobre la normalización democrática de la situación de gobierno en Catalunya. Escrito así suena hasta ridículo, pero no podemos negar que la candidatura sorpresa del ministro Illa tuvo sus consecuencias y que muchos creen que los partidos independentistas han atrasado los comicios para esperar que se desvanezca ese efecto que muestran los sondeos y no como dicen por motivos sanitarios. Por contra, hay quien sospecha que estas impugnaciones ante la justicia están orientadas por los que no quieren que los sondeos se les viren en tres meses. 

Van a decidir los jueces lo que los partidos políticos ya habían consensuado. Menos uno, vaya. No le pasó lo mismo a Urkullu ni a Feijóo y eso que no existía ningún precedente del aplazamiento y eso que no se sabía siquiera cuál era el soporte legal para hacerlo y eso que, curiosamente, no pasó ningún ciudadano por allí que lo recurriera. Había un vacío legal y en ese vacío legal se quedó todo. El vacío no se subsanó en estos meses, pero en el caso catalán parece que hay argumentos para llenarlo a rebosar. Voy a acabar entendiendo por qué los norteamericanos votan el primer martes después del primer lunes de noviembre. Eso no admite interpretación ninguna.