“El pasado es un país extranjero: allí las cosas se hacen de otra manera”

L. P. Hartley

No hay nada más patético ni más mezquino que esa pequeña alegría que produce que otros pongan en apuros a nuestros enemigos. No hay nada más idiota si esos enemigos son también los nuestros propios. Es quizá uno de los relatos más absurdos en los que se embarcaron algunos partidos políticos, algunos líderes y algunos seguidores ciegos de los mismos. Tan ridículo que a muchos se les olvidó comprar un nuevo argumentario contra los intereses comunes y se dispararon con el aquel gastado de la época Rajoy que comparaba una crisis financiera con la economía casera y hablaba de no gastar más de lo que se ingresa y de ahorrar en todo aquello que sonara social o comunitario.

El clan de los mezquinos es también el clan de los idiotas porque está constituido por todos aquellos que prefieren joderse ellos mismos a apoyar algo que redunde en el bien común. Y no han sido pocos los que se han quedado de plantón aplaudiendo las bravuconadas de Rutte y sus adláteres. Cada uno lo ha hecho por sus propias y tristes razones: por ver si el gobierno central se iba al cuerno, por no reconocerse dentro de un país miembro de la UE porque se prefiere tener uno propio o por mera estrategia de pensar que si España se hunde alguien sacará provecho. Lo cierto es que con esto, como con la monarquía, si lo que existe se derrumba, hay más probabilidades de que sea a favor de la ultraderecha que de ninguna otra cosa. Yo no jugaría en las actuales circunstancias.

Quizá por eso hoy muchos siguen como si nada hubiera sucedido en Bruselas, pero quienes tenemos espíritu europeísta, quienes nos sentimos sobre todo europeos, debemos alegrarnos infinito del salto cualitativo que se produjo tras unos días de negociación agónicos. Europa se ha dado una oportunidad y eso debe de alegrarnos. El pasado es un país extranjero, el futuro es la verdadera patria de todos los europeos. Ese futuro es el que ha salido reforzado. La solidaridad, la respuesta conjunta ante un peligro conjunto y el trabajo en común han vencido a la racanería de los que pretenden que por estar situados debajo de un paralelo somos de otra casta.

En este nuevo presente, hasta las luchas más señeras van a tener que adecuarse a un nuevo escenario que es común para toda la humanidad y en el que los europeos hemos decidido pelear unidos

Lo conseguido no se ajusta bien a la metáfora que esgrime Sánchez, la del Plan Marshall, porque aquí ninguna potencia extranjera viene a rescatarnos, sino que es la propia Europa la que se muestra capaz de alzarse sola de un golpe como el de la pandemia y lo hace con una mutualización de deuda que nos devuelve a los empeños más risueños del proyecto. Rutte sigue insistiendo en que se trata de una “operación puntual” y que esto no se va a convertir en una transferencia permanente de riqueza del norte al sur, pero no es más que propaganda porque en la Unión Europea cuando se da un paso es difícil volver atrás.

En esta mirada hacia el futuro se encuentra el de todos, catalanes incluidos. Por mucho que algunos quieran seguir habitando en el pasado, la pandemia ha cambiado parámetros que nunca volverán a ser iguales. Los actos en la historia responden a un contexto y no cabe duda de que éste ha cambiado de una forma decisiva. Los ciudadanos de toda Europa van a reclamar de sus gobernantes seguridad sanitaria, una vacuna, y una forma de recuperación que nos permita volver a hacer frente a amenazas similares en un futuro. Encarar al fin el nuevo siglo. Las ayudas aprobadas en Bruselas están ligadas no a un nuevo austericidio, como reclamaban los más abyectos, sino a que los proyectos estén alineados con el Acuerdo de París sobre el clima y que avancen en esa dirección de conservación del clima y del planeta. Los ingresos suplementarios que buscará la UE también caminan por esa senda: una tasa sobre el plástico no reciclado, un mecanismo de control del CO2 que encarecerá los productos más contaminantes y una diferida tasa a las grandes tecnológicas.

Es hora, pues, de remangarse y ponerse a trabajar. Habrá quienes insistan en mantenerse en la pantalla anterior, sobre todo los políticos, pero no cabe duda de que cualquier ansia, cualquier reclamación, cualquier reivindicación, se juega ahora en un panel distinto y con unas reglas diferentes. Eso es válido para Podemos pero también para JxCat y ERC. En este nuevo presente, hasta las luchas más señeras van a tener que adecuarse a un nuevo escenario que es común para toda la humanidad y en el que los europeos hemos decidido pelear unidos.

El pasado ahora suena muy lejano, allí las cosas se hacían de otra manera. Es muy posible que ser patriota en esta nueva era pase por entenderlo.