“¿Estás dispuesto a devorar estrellas que sacien tu sed?”

Héroes del Silencio

Nadie debería emprender el camino del exceso. Nadie. Y sin embargo no hay duda de que para muchos su ambición, sus sentimientos, sus metas o sus designios son más importantes que las consecuencias que puedan derivarse del empeño ciego por alcanzarlos. Ese es el camino del exceso y tengo la sensación de que hay quienes no han dudado en creerlo un atajo. Por eso no queda más que rogar a todos, a todos, aquí y allá y allá y acá e incluso a los de más allá que consideren que cada gesto mal pensado, cada frase mal dicha, cada decisión mal adoptada puede ser un bidón de gasolina sobre un campo político y social que es ya como una yesca.

Todo se ha conjugado en una tormenta perfecta provocada por diversos acontecimientos cuya aparición en el tablero de forma simultánea no ha sido diseñada por una sola voluntad. Hace un par de meses casi nadie -¿Sánchez?- pensaba que fuera a coincidir la próxima fecha de comunicación de la sentencia del Tribunal Supremo con un periodo electoral,  y menos con la llamada operación Judas y las derivadas que aún tendrá, ni con el juicio al president Torra y tantas otras decisiones que pueden aún unirse a esas en cascada. Estos acontecimientos, cada una debido a distintas estrategias, que se han acumulado en un espacio temporal que apenas abarca un par de semanas y que ha transformado el contexto inicial en el que estaba previsto que se produjera el hecho más decisivo, el cual es la comunicación de una sentencia que se prevé dura, y las protestas que puedan derivarse.

Hay mucha gana de coger la vía directa en muchos sectores de la capital. El poder, pero también el paisanaje, está comenzando a ver el asunto catalán no sólo ya como una amenaza a la unidad de España -ahora ya no creen realmente que lo sea y por eso la rebaja del ardor patriótico en las calles- sino como una cuestión que hay que atajar de una vez por todas para poder dedicar el esfuerzo a las cosas que sí les preocupan.

Para muchos su ambición, sus sentimientos, sus metas o sus designios son más importantes que las consecuencias que puedan derivarse del empeño ciego por alcanzarlos. Ese es el camino del exceso

También es evidente la tendencia a tomar el camino del exceso de muchos medios nacionales que traicionan el espíritu periodístico yendo allí donde a sus propagandistas les interesa que es, claramente, más allá incluso de donde el juez ha osado llegar en su auto. Apuntar directamente con nombre y apellidos a Torra y Puigdemont es recorrer esa senda excesiva a plena conciencia. No importa, porque eso les proporciona el pie para que sus políticos en campaña comiencen a hacer otra escalada de excesos hablando de intervenciones basadas en la Ley de Seguridad Nacional o en aplicaciones del artículo 155 o, por qué no, en ilegalizaciones de partidos. Los demás, o bien creerán que esto les beneficia en campaña o se verán obligados a posicionarse ante las preguntas y señalamientos y deberán hacerlo con un ojo puesto en las urnas.

A mí también me parece un camino de exceso el que pretende señalar que todo esto surge de una nada, de un bluf, de un montaje porque incluso yo, que les he explicado muchas veces los engranajes de la razón de Estado, tengo claro que para que los resortes del poder funcionen y crujan para hacerla efectiva es preciso darles un pie en el que apoyarse. Comprar precursores y mezclarlos, probar luego cómo estallan en un lugar apartado, es un camino de exceso. Pretender con esos datos que el independentismo catalán ha creado un nuevo grupo terrorista equiparable a ETA es el exceso del exceso.

Están también los excesos legales. Los que hemos conocido y los que conoceremos. Está el exceso de unanimidad que está acompañando de forma forzada a todo este proceso. Estos días hemos asistido a cómo algunos magistrados del Tribunal Constitucional han filtrado a la prensa, de forma harto torticera, lo que no era sino un borrador de ponencia sobre el amparo pedido por los condenados en el cerco del Parlament, que ha provocado hasta una insólita nota del tribunal desmintiendo lo que se afirma en esas filtraciones “que tratan de incidir en el prestigio de la institución (...) propician el enfrentamiento entre sus miembros, por carecer de la veracidad y el rigor necesarios”. En resumen, que hay magistrados que han filtrado de forma inveraz un borrador de ponencia para poner el dedo sobre Conde-Pumpido y marcarlo como poco patriótico. Lo que vienen a decir es que lo que propone el magistrado progresista puede dejar en mal lugar a Marchena y, además, dar alas a los recursos sobre la sentencia que viene. Cuando te explican la naturaleza de tal borrador, ves claro que, además, es una llamada al prietas las filas. El camino del exceso de la unanimidad. En este país se ha condenado a un ministro del gobierno por terrorismo de Estado, a Barrionuevo, y la sentencia tenía votos particulares. No sucedió nada puesto que es intrínseco al derecho que existan matices, divergencias en el mismo sentido del fallo o en otro. Ahora se busca el blindaje, la unanimidad, la homogeneidad, el bloque, cueste lo que cueste. Otro exceso.

Por eso ha estado tan bien que en la jornada en que se cumplía el segundo aniversario del referéndum y de las cargas policiales nada haya enturbiado la jornada y nadie haya cogido el atajo del exceso. Había demasiados excesivos esperando a que sucediera. Lo mismo puede pasar la semana próxima cuando se notifique una sentencia que no va a ser absolutoria. Todo el derecho a manifestar el descontento y a la crítica y a la protesta por lo que se considere injusto. Ninguno a que nadie tome el camino del exceso. Sería ponérselo demasiado fácil a algunos y ser demasiado injusto con otros.